Una impresionante 'Patética' con Valery Gergiev
El director ruso lleva a la cumbre interpretativa a la poderosa Filarmónica de Múnich con la emotiva versión de la obra de Chaikovski
Afirma Valery Gergiev que solo puede enfrentarse a la ‘Patética’ de Chaikovski dejando un margen de tiempo entre una interpretación y la siguiente. El desgaste emocional que le supone este viaje al paisaje interior de la que es la sinfonía favorita del compositor ruso le impediría una inmersión rigurosa en la dirección de una obra tan personal si insistiera en ella sin el obligado paréntesis. Cuando, después de unos segundos de silencio estremecedor al apagarse las últimas notas del adagio lamentoso final, el público de Ibercamera expresaba el domingo en el Auditori su entusiasmo por tan extraordinaria audición el expresivo rostro del director ruso reflejaba la intensidad del esfuerzo realizado al frente de la impresionante Filarmónica de Múnich.
Los aplausos de los músicos al que es su director titular desde esta temporada reflejaban mejor que cualquier otra imagen la emoción colectiva de un trabajo perfectamente acabado, contrastado, equilibrado, con tiempos y dinámicas bien administradas y una sonoridad nítida, cálida y redonda, propia de una formación que milita en la Champions de las ‘big’ mundiales. Ellos sabían que estaban al servicio del mayor experto en este repertorio, capaz de extraer nuevos matices de la trascendente melancolía que aportan el paso de los años de inmersión en la partitura y se implicaron con el despliegue de los medios de esta imponente agrupación instrumental.
La incorporación de Gergiev va a hacerse notar en la formación bávara por la que han pasado maestros de la talla de Celibidache, Levine, Thielemann, Mehta o Maazel. Y aunque sus anteriores versiones de la melancólica sinfonía de Chaikovski, considerada como un testamento del autor, con la Sinfónica de Londres o su orquesta del Mariinski fueron impactantes, tal vez esta va a quedar como un referente por la calidad de la expresión de una mística melancolía de la partitura que acaba sacudiendo el espíritu tanto de los intérpretes como del público. Emoción en mayúsculas.
NIVEL POCAS VECES OÍDO
El largo centenar de intérpretes de la formación exhibió un nivel pocas veces oído: cuerda del otro mundo, controlado poderío de una bien nutrida sección de metal y sublime madera. Con estos mimbres la composición de cesto melódico rozó la perfección, tanto en la ejecución de la obra que capitaneaba la velada servida en sus diferentes movimientos con ejemplar discurso evolutivo, como en las anteriores.
A modo de desquite de su paso por el Liceu con una malograda ‘Tristàn e Isolda’, la interpretación del preludio del primer acto de ‘Lohengrin’ de Wagner fue modélica con brillo de los violines y ese luminoso virtuosismo en el decreciente final con el maravilloso ‘pianissimo’. La ejemplar armonía en la recreación del ‘Poema del éxtasis’ de Scriabin, con la exhibición de toda la magia y la gama de colores y contrastes de la obra, completó un inolvidable programa.
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