Paul Bley, el piano infinito

El músico canadiense, uno de los grandes nombres del jazz más libre, fallece a los 83 años

El pianista canadiense Paul Bley.

El pianista canadiense Paul Bley. / periodico

ROGER ROCA / BARCELONA

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El 3 de enero moría a los 83 años el pianista canadiense Paul Bley, prácticamente el último exponente de una generación de músicos que travesaron la historia del jazz moderno, desde el bop a la música completamente improvisada.

En 1952 Bley tocó con el legendario saxofonista Charlie Parker sustituyendo al que por entonces era la gran estrella del piano de su país, Oscar Peterson, y dos años después grababa su primer disco ni más ni menos junto al contrabajista Charlie Mingus. Supo ver pronto hacia dónde caminaba esa música, y en 1958 fichó para su grupo a un joven Ornette Coleman, a la postre padre del free jazz, antes de que nadie supiera quién era.

UNO DE LOS PRIMEROS DISCOS DE ECM

Fue miembro de uno de los grupos más vanguardistas de los años 60, el trío del clarinetista Jimmy Giuffre, además de pianista del legendario cuarteto de Sonny Rollins en esa misma década. Grabó uno de los primeros discos del que sería el sello de jazz más influyente de su tiempo, ECM, desde donde contribuyó a dar forma a una nueva estética a medio camino entre el jazz, la tradición europea y la libre improvisación, en solitario y junto a sus compañeros Paul Motian y Charlie Haden, fallecidos recientemente.

Con sus primeros discos a piano solo, entre los que destacan  abrió el camino por el que luego transitaron desde Keith Jarrett Brad Mehldau, nombres mucho más reconocidos por el público. Para el pianista Albert Bover, ferviente admirador de Bley, se trata simple y llanamente uno de los músicos más infravalorados de la historia del jazz. Se reinventó constantemente, como Miles Davis”.

La explicación de esa falta de reconocimiento, opina Bover, es sencilla. “Al inicio de su carrera coincidió con Bill Evans, otro gran pianista, que hacía una música más fácil de escuchar, más armónica”. Para el también pianista Agustí Fernández hay otro factor que explica que Bley no alcanzara nunca el estatus de estrella. “Para él lo importante siempre fue intentar algo distinto cada vez, no hacer dos veces el mismo disco. Y así no te haces rico ni famoso”.

Pianista de un lirismo extraordinario, más que un compositor Bley fue un maestro de la improvisación y un intérprete único. Trabajó a partir del repertorio de los estándares pero también de las composiciones que escribieron para él la pianista Carla Bley y la cantante Annette Peacock, con quienes estuvo casado brevemente en los años 60. Su último concierto en Catalunya tuvo lugar en el 2002 en la Nova Jazz Cava de Terrassa a dúo con el saxofonista Lee Konitz, hoy último miembro en activo de ese estirpe de innovadores del jazz.