PERFIL (1-6-14)

Carmen Balcells, una coreógrafa del día a día

La fusión de su agencia literaria con la de Andrew Wylie suma 800 autores de todo el mundo., y sin vida en Marte, eso es como hablar de todo el sistema solar. Ella es una mujer cuya inteligencia resulta inasequible para los cerebros de la mayoría de los mortales. 

Carmen Balcells, una coreógrafa del día a día

Carmen Balcells, una coreógrafa del día a día / periodico

DANIEL VÁZQUEZ SALLÉS

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Sentada en la esquina de la mesa, Carmen sostenía un teléfono móvil que humeaba de tanto ajetreo. Alrededor, recuerdo como Pau Arenós, Cristina Jolonch, Albert Om y yo observábamos atrapados el devenir de la conversación de la agente, otra vez con el traje de superagente, dispuesta a conseguir lo imposible. Tras muchos minutos que se tornaron en días en nuestras mentes ansiosas de respuestas, Carmen logró cruzar campos de batalla burocráticos que parecían insuperables, hablar con mil y una voces surgidas del páramo, para finalmente obtener su objetivo: traer un féretro perdido en uno de los tanatorios de Bangkok, con un cadáver roto. Y todo con un teléfono en las manos, la mejor arma al servicio de una mujer cuya inteligencia es inasequible para los cerebros de la mayoría de los mortales.

A la acción, reacción, y pensé que le podría agradecer el gesto de traer los restos de mi padre a lo largo de toda la vida, pero no pudo ser. A diez años de distancia, sigo leyendo las noticias relacionadas con Carmen con ojos de aprendiz. Cualquier maniobra de la superagente es un baúl sin fondo de respuestas, aunque solo haya una, la buena, la que Carmen ya tenía elegida antes de montar toda la parafernalia posterior. Una evidencia que me lleva a aquella película de Bob Fosse titulada 'All That Jazz', protagonizada por Joe Gideon, un coreógrafo y director de teatro adicto al trabajo. Cada mañana, Gideon se mira al espejo con los ojos cansados y se dice, chasqueando los dedos: «Empieza el espectáculo». Carmen es Fosse y Gideon a la vez. Se levanta por las mañanas, se mira al espejo y en su mente fluye inmediatamente la idea de coreografiar su día y convertirlo en un espectáculo que la devuelva a la cama satisfecha de no haber malgastado ni un solo minuto. ¡A la vida, biografía!

Si hace pocos días, Carmen era noticia por la pronta aparición del libro de Xavi Ayén 'Los años del boom', dedicado a la vida y la obra de los grandes escritores latinoamericanos que se instalaron en la Barcelona de los años 60 orquestados por Mamá Grande Balcells, ahora lo ha vuelto a ser gracias a las nupcias entre su agencia y la de Andrew Wylie, alias El Chacal. Un nombre que ha pululado por los cielos de la agencia, primero como carnívoro voraz al acecho de algunos autores –recordemos el 'caso Bolaño' y el terremoto que supuso la deserción de los derechos del escritor de Los detectives salvajes a los feudos de Andrew Wylie– y hoy como parte de un poder bicéfalo. Juntas, las dos agencias suman más de 800 autores repartidos por todo el mundo, y sin vida en Marte, es como hablar de todo el sistema solar. Veremos, y la vida nos deparará sorpresas, qué pasará con las aves domésticas y domesticadas cuando uno de los dos poderes ya no esté en el corral.

Trato de pensar qué me hubiera parecido la operación de haber seguido como autor en la agencia, y creo que hubiera respirado tranquilo a pesar de que en esa unión que hace la fuerza habrá algunas víctimas colaterales con nombre y apellidos. Pero como las especulaciones no llevan a ninguna parte, esperemos acontecimientos.

A pesar de la distancia y de las muchas discrepancias que nos han separado, guardo con cariño el encuentro que tuve con Carmen en septiembre de 1997. Acababa de cumplir 30 años y subí a su despacho, el tercero tercera de la avenida Diagonal 580, para comunicarle que dejaba mi puesto en la Agencia, secundario, incluso de figurante, porque tenía la intención de emprender un largo viaje con el fin de encontrar un punto de conexión entre mi realidad y mis deseos. Empecé mi discurso con nerviosismo –la mirada de Carmen deja sin palabras a los que les afloran las dudas a lo largo de una conversación–, pero me escuchó atentamente y en un momento dado se quitó el traje de agente a la espera de que yo terminara. Concluido el discurso, me cogió la mano y me preguntó: «¿Necesitas dinero para el viaje?». Le contesté que no, agradecido. La libertad no tiene precio. Carmen es Carmen, y si no existiera, tendríamos que inventarla. La prueba es este artículo, y los muchos que se publicarán dedicados a su vida, obra y muchos milagros.