43ª EDICIÓN DEL GALARDÓN LITERARIO

Pep Coll se lleva el Crexells con 'Dos taüts negres i dos de blancs'

Los lectores de las bibliotecas catalanas y los socios del Ateneu Barcelonès premian la novela sobre un crimen real en el Pallars de la posguerra

El escritor Pep Coll, este jueves en el Ateneu Barcelonès.

El escritor Pep Coll, este jueves en el Ateneu Barcelonès. / periodico

ANNA ABELLA / Barcelona

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De niño, Pep Coll (1949) creció oyendo en su Pessonada natal, de boca de los mayores, una «historia truculenta» que para él era como «un cuento de terror». Se trataba del crimen real, que quedó impune, ocurrido en 1943 en el pueblo vecino de Carreu, en un rincón profundo y rural del Pallars Jussà (Lleida), en el que toda una familia de 'masovers' –el padre, la madre y las dos hijas de 9 y 14 años– fue asesinada. 70 años después, el escritor, influenciado y viendo los paralelismos con 'A sangre fría', de Truman Capote, empezó a investigar sobre el terreno, con entrevistas orales y consultando documentos de la época, y arrojó luz sobre lo ocurrido en 'Dos taüts negres i dos de blancs' (Proa). Hoy ha sido reconocida con el 43º Premi Crexells, dotado con 4.000 euros, como la mejor novela catalana publicada en el 2013, gracias a los votos de los socios del Ateneu Barcelonès y de los lectores del Consorci de Biblioteques de Barcelona y de las Biblioteques Públiques de Catalunya.

La novela de Coll, que ya ganó el Premio de la Crítica, había quedado finalista, junto con 'Les cròniques del déu coix', de Joan-Lluís Lluís, y 'Licantropia', de Carles Terès, en la selección previa de un jurado compuesto por Ramon Pla, Carme Arnau, Pilar Argudo, Ricard Ruiz Garzón y Xavier Pla.

Pep Coll ha recordado que para el crimen «se usó la misma pólvora que en la guerra civil, que hacía tan poco que había acabado. Se venía de un momento de mucha violencia en el que la vida no valía nada». La censura franquista silenció a la prensa y poco quedó escrito sobre lo ocurrido excepto en las actas de la Guardia Civil pues el sumario se perdió y al final los culpables, que todos los vecinos sabían quiénes eran, no fueron juzgados y siguieron viviendo en el pueblo. Rencillas y odios ancestrales y secretos colectivos a voces.

«La novela explica el mal, la banalidad del mal. Matar al padre de familia puede llegar a entenderse, pero no que matasen también a las mujeres. Tendemos a creer que los asesinos son monstruos pero esos no eran monstruos», ha explicado Coll, que cambió los nombres de las personas por respeto a «los familiares vivos de los verdugos» y que ha revelado que hace tres semanas murió uno de los testigos con los que habló, que con 17 años fue el primero en llegar al lugar del crimen antes que la Guardia Civil. «Decía que lo recordaba como si fuese hoy, que aquella imagen le acompañó toda la vida». A todos los vecinos les quedó la imagen de los dos ataúdes negros de los padres y los dos blancos de las niñas, que el escritor de Pessonada ha inmortalizado en el título.