EL PINTOR, VISTO POR SU ENTORNO CERCANO
El compromiso de Miró
Joan Punyet, nieto del creador, retrata la faceta más crítica del artista
«Uno era afable y cariñoso, y el otro era comprometido, violento, transgresor y con ganas de cambiar el mundo para hacerlo mejor». Uno era el Joan Miró familiar; el otro, el artista público. Y a los dos recuerda Joan Punyet Miró, nieto del genial artista e historiador del arte. La primera condición le permitió conocer la vertiente más humana del autor de las Constelaciones. Un hombre entrañable al que gustaba reunir a todos los nietos el domingo por la tarde para reírse viendo El gran dictador, de Charles Chaplin. La segunda le ha llevado a estudiar la trayectoria del artista para afirmar: «La obra de Miró aún no ha sido superada». ¿Por qué? «Por su constante espíritu de lucha, autocrítica, convulsión y transgresión. No era un conformista de 80 años retirado en Mallorca con una vida cómoda, era un luchador contra sí mismo y contra las convicciones del momento, que lo hacían sentir mayor, inactivo e inútil, y él quería ser joven, activo, y útil», explica.
Y a esta faceta de «hombre comprometido con su tiempo desde un punto de vista, político, cultural y social» es a la que hace referencia Punyet en el libro Al voltant de Miró (editado por la fundación del pintor en Barcelona), que recoge el testimonio de 13 personajes que conocieron o colaboraron con su abuelo para dibujar a un Miró valiente, próximo y comprometido además de relatar historias poco conocidas o desconocidas sobre el pintor. Como lo son la manera en que este intercedió, infructuosamente, usando su nombre para que no mataran a Salvador Puig Antich o cómo decidió subir a Montserrat cuando supo que 300 intelectuales se habían encerrado en el monasterio para protestar por el proceso de Burgos.
Aunque las hay de menos revolucionarias, o no, como el hecho, narrado por el crítico Georges Raillard, de que Miró tenía libros de Rimbaud y Apollinaire sobre uno de los peldaños de la escalera que llevaba a su estudio, libros que cada día abría al azar para leer poemas que ya conocía de memoria -«decía que eran alimento para su espíritu», apunta Punyet-.
La historia relacionada con el último condenado a garrote vil en España la refiere el escenógrafo Joan Baixas con el que el pintor, con 85 años, colaboró en la puesta en escena de Mori el Merma. La subida a Montserrat la explica la historiadora de arte Maria Lluïsa Borràs. Raillard, Baixas y Borràs son tres de los entrevistados por Punyet a los que hay que sumar otros personajes importantes en la trayectoria de Miró, como los fundidores Gilbert Clementi y Manel Parellada, el grabador Joan Barbarà, el ceramista Joan Gardy Artigas y el también artista Josep Royo. Además de Pere Gimferrer, Robert Haligon, Lluís Permanyer, Pierre Schneider e Isabelle Monod-Fontaine.
MEMORIA ORAL / Pero faltan muchos. A Punyet le habría gustado contar con el testimonio de la esposa de Alexander Calder, escultor y amigo de Miró, y del fotógrafo Irving Penn. Pero ambos murieron antes de ser entrevistados. Y es precisamente la desaparición paulatina del mundo que rodeó a su abuelo lo que llevó a Punyet, hace 15 años, a empezar el proyecto. «Veía que los que tenían un recuerdo directo de vivencias con Miró se hacían mayores. El libro es un homenaje a la memoria histórica, a la memoria oral».
Sobre la memoria reciente materializada en la polémica subasta de obras mironianas propiedad de Portugal cancelada y vuelta a programar para junio, Punyet no quiere decir nada. No hace falta. «Toda esta gente que en los cuadros solo ve dólares... Me da asco», afirmaba Miró.
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