NUEVO LIBRO TRAS GANAR EL LLIBRETER CON 'LA NEVADA DEL CUCUT'
Tocando a Bach
Blanca Busquets regresa con 'La casa del silenci'
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
ANNA ABELLA
Un director de orquesta alemán exiliado en Barcelona, que también toca música con sus instrumentistas en el sofá de su estudio; una criada que observa sus movimientos por el ojo de la cerradura y a la que le chifla el chocolate a la taza con melindros; dos amantes del mismo compositor interpretando, cual duelo, el Concierto para dos violines de Bach, y un violín Stainer de 1672 con el que Blanca Busquets (Barcelona, 1961) escribe la partitura de sus vidas. Son los protagonistas de su sexta novela, La casa del silenci (Rosa dels Vents, en castellano, en Grijalbo), con la que la periodista y escritora catalana regresa tras ganar el Premi Llibreter 2011 con La nevada del cucut.
Aunque hay otro gran protagonista: la música clásica, una pasión (la otra es el chocolate) de la que Busquets ha bebido desde que nació, en el seno de una familia de músicos. Todo apuntaba a que seguiría la tradición, pero ganó la escritura. «Nunca he tocado el violín, pero sí el piano, y a los tres años mi padre ya me enseñó las notas. Y Bach me vuelve loca», se deleita la autora, que traslada su melomanía a la novela, en la que también resuenan joviales canciones campestres alemanas.
«Mis personajes sufren los mismos males que el resto de gente pero son músicos y lo viven de forma distinta. Son gente que vive muy sola-opina-. Unos se adaptan a las circunstancias y sacan provecho de ellas. Otros, como una virtuosa del violín de espíritu atormentado, se mortifica y mortifica a los demás. Tiene una necesidad patológica de afecto».
«Me salen personajes solitarios -admite-. Creemos que dependemos de los demás y no vemos que en nuestro interior tenemos la fuerza necesaria para superar las cosas». Pero alejada de la crudeza de La nevada del cucut, Busquets se ha tomado su nueva novela como un «divertimento». «En el mundo de la música hay mucho marro. Nada más lejos de la realidad que la imagen de que los músicos de clásica son aburridos y serios», sonríe pícara, recordando lo visto en una antiguo curso de violoncelo.
Entre la Barcelona de posguerra y la actual, y el Berlín Este y el de la caída del muro, además del musical surgen otros amores y desamores
-platónicos, posesivos, físicos, maternos...-, todos vigilados por un busto de Beethoven que preside esa casa del silencio, un guiño al que los vecinos del padre de Busquets colocaron como homenaje a este en la escalera de la finca familiar.
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