TRIUNFO DE UN SEÑOR DE BARCELONA

Mendoza logra el Planeta con una intriga ambientada en la guerra civil

Eduardo Mendoza (centro) brinda anoche junto a su pareja, la actriz Rosa Novell, durante la gala del Premio Planeta.

Eduardo Mendoza (centro) brinda anoche junto a su pareja, la actriz Rosa Novell, durante la gala del Premio Planeta.

ELENA HEVIA< / Barcelona

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Ha ganado Eduardo Mendoza y, a bote pronto, parece mentira que hasta la fecha el escritor barcelonés no se haya dejado seducir por el Premio Planeta. Lo ha hecho en la 59ª edición del premio y se lleva por delante 601.000 euros. Tan solo el Nobel de Literatura recompensa con mayor largueza la dedicación a las letras. Pero aspectos monetarios al margen, es un hecho que en el Planeta de este año tocaba premiar a la literatura. Junto a Mendoza (Barcelona, 1943), la valenciana Carmen Amoraga, que fue también finalista del Nadal en el 2007, ha quedado también esta vez en el segundo puesto del podio.

«Escribo para saber cómo acaban mis historias». Esa fue la primera confesión que un nervioso Eduardo Mendoza -algo que solo se percibía porque él así lo afirmó con su proverbial modestia- hizo con la estatuilla del Premio Planeta en la mano. Por temática, su nueva novela ahora premiada,Riña de gatos. Madrid 1936, está entroncada con algunas de sus obras más ambiciosas y prestigiosas. Como enLa verdad sobre el caso SavoltaoLa ciudad de los prodigios, también aquí la narración se traslada al pasado, a los meses en los que la guerra civil española aún se está gestando. En la primavera de 1936 un británico despistado experto en pintura española viaja a Madrid por motivos de trabajo, pocos meses antes de que estalle la guerra civil española. Allí conocerá a un personaje histórico crucial en la trama cuya identidad Mendoza se negó a revelar una y otra vez, pese al requerimiento de la prensa.

«Esta es una novela de intriga, de misterio, de aventuras, que rinde homenaje a uno de los géneros que más gustan, la novela de espías». Por eso y aunque la acción se desarrolle en los prolegómenos de la contienda española - «en un par de semanas decisivas pero todavía inmóviles desde el punto de visto histórico»- Mendoza se niega a considerarla como otra novela más, destinada a profundizar en ese momento histórico. «Sí, la guerra civil es un hecho que hemos de encajar en nuestro pasado para hacer frente al futuro, pero la novela no tiene nada que ver con eso».

Tampoco le interesa a Mendoza lanzar con su obra ningún tipo de mensaje, pero sí colocar al lector frente a una serie de dilemas morales para que se plantee qué es lo que haría en las circunstancias que vive el protagonista. Y junto al debate ético también invita a gozar del arte. La novela se presentó bajo el falso título deLa muerte de Acteón. Y en ese mito griego, el pastor que quiso contemplar a Diana desnuda y fue devorado por los perros de la diosa, se encierra una de las metáforas de la obra. Además, el mito es también el tema de un famoso cuadro de Tiziano, uno de los óleos que tienen un importante papel en la trama. «Este es un libro muy documentado, pero he procurado que se note lo menos posible».

¿Es este un Mendoza distinto? Sí y no. Pese a su seriedad, no faltará el humor, marca de la casa: «Estoy firmemente convencido de que las circunstancias más trágicas tienen un componente divertido». Y como novedad, la geografía madrileña inédita en un autor que es uno de los grandes creadores de ficciones barcelonesas. Esta vez -el tema obliga- el protagonismo se ha desplazado a Madrid. «Ha sido una estupenda ocasión para abordar otra ciudad», tercia sin enfatizar.

HISTORIA INTIMISTA / La finalista, la escritora valenciana Carmen Amoraga (Picanya, 1969), tiene en su currículo el Premio Ateneo Joven, el de la crítica valenciana y fue finalista en el Nadal. En la ahora premiadaEl tiempo mientras tanto, Amoraga narra la historia de una mujer cuya hija, en coma, ha sufrido un accidente automovilístico. En esas tensas horas, la madre recuerda las complejas relaciones con la joven. «Imaginé esta novela durante mi embarazo. Pensé que mi hija jamás podría considerarme simplemente como a una mujer. Yo siempre sería su madre y creo que siempre hay algo injusto en las relaciones madre e hija».