El religioso con ébola fallece tres días después de ser repatriado
Sin dar tiempo a que los servicios sanitarios de Madrid localizaran algún fármaco específico, aunque experimental, con que tratar la infección del ébola que sufría, ayer falleció en la capital de España Manuel García Viejo, de 69 años, a quien le fue diagnosticada la infección del virus hemorráfico hace ocho días en el Hospital San Juan de Dios, de Lunsar (Sierrra Leona), donde era director médico. Un fallo hepático y renal, que se sumó al deterioro del resto de órganos vitales, puso fin a la vida del religioso, que llegó a España desde Sierra Leona el pasado lunes, ya en estado grave. Como ocurrió con el también religioso Miguel Pajares, fallecido por ébola en Madrid el pasado 12 de agosto, el cuerpo de García Viejo será incinerado de inmediato.
La orden de San Juan de Dios, a la que el fallecido pertenecía desde hace 52 años, se declaró de luto y difundió detalles del perfil del religioso, a quien definió como «bonachón en las formas» e incansable en su entrega a la asistencia médica en África. Poco antes del fallecimiento de García Viejo, el Gobierno había anunciado el destino de 162.000 euros al Hospital San José, de Monrovia, en Liberia, perteneciente a la orden de San Juan de Dios y donde ejerció Pajares, con el fin de apoyar la reapertura del centro para destinarlo al tratamiento del ébola.
La epidemia, entre tanto, sigue sumando víctimas en una proporción que vuelve a confirmar que se encuentra fuera de control.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) elevó ayer a 2.917 la cifra oficial de fallecidos de un total de 6.263 enfermos. El virus mata a un 46% de los infectados. El temor, fundado, de que esos datos reflejen solo una parte de la realidad, motivó ayer que el presidente de Sierra Leona, Ernest Bai Koroma, repitiera la experiencia del pasado fin de semana y declarara en cuarentena a tres provincias del país, en las que viven 1,2 millones de personas. El confinamiento, que ayer empezó a ser contestado por la población afectada, irá acompañado, de nuevo, de un masivo puerta a puerta en el que miles de informadores reclutados por el Gobierno intentarán detectar a enfermos que no han acudido a los hospitales. Esta medida permitió identificar en la anterior cuarentena a más de 200 enfermos que no habían acudido a los centros sanitarios. También hallaron 70 cadáveres de fallecidos por ébola que no habían sido enterrados, una circunstancia que supone un altísimo riesgo de contagio vírico.
Otra muestra del descontrol con que avanza la epidemia lo aporta la elevada cifra de médicos y enfermeras fallecidos en las zonas de la infección -208 hasta ayer-, lo que pone en evidencia las deplorables condiciones en que están trabajando.
Por todo ello, algunos organismos, entre ellos el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (EEUU), (CDC en siglas inglesas), trazan prospecciones sobre las cifras reales de afectados que podría alcanzar la epidemia que afecta al África Occidental «si no se actúa» rápido y de la manera adecuada. El próximo enero, indicó el CDC, el brote podría alcanzar al «millón» de afectados. La OMS rebajó esa perspectiva a unos 20.000 infectados.
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