Víctimas de Maristas: "Toca descubrir aquel pasado porque afecta directamente al futuro"
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
GUILLEM SÀNCHEZ / J. G. ALBALAT / BARCELONA
Los exalumnos de los Maristas que han dado un paso al frente y han osado denunciar a los profesores que abusaron de ellos cuando estaban escolarizados en los colegios de Sants-Les Corts y de La Inmaculada, ambos en Barcelona, piden que todos sus casos, independientemente de si conciernen a delitos ya prescritos, se investiguen a fondo.
“Es un tema muy serio”, razona A., víctima de A. E., pederasta confeso de La Inmaculada. “Toca descubrir todo aquel pasado porque afecta directamente al futuro”, avisa. “Un pederasta es un pederasta toda la vida” y si se toman la molestia de escarbar en la vida de estos agresores “podrían aparecer casos más recientes” que no han caducado legalmente. O, por lo menos, evitar que estos depredadores mantengan cualquier contacto con más menores porque aunque no exista ninguna condena sí será posible que demostrar que son una amenaza para ellos.
Tras el archivo de las tres denuncias contra el subdirector de Sants-Les Corts, el hermano F. M., el siguiente caso en sobreseerse ha sido el del hermano A. B., docente en la InmaculadaA. B.. Este profesor de lengua y literatura castellana estuvo a principios de los años 70 en el colegio de Sants y ejerció hasta comienzos de los 90 en el de La Inmaculada, en el Eixample. EL PERIÓDICO localizó a tres exalumnos que aseguraron haber sido agredidos sexualmente por él en los años 1972, 1982 y 1994, respectivamente. Solo uno de ellos denunció sus abusos a los Mossos d’Esquadra. Este expupilo ya ha recibido la notificación de su archivo. “Me lo esperaba”, reconoce.
SECUELAS PERMANENTES
Abrir esta carta del juzgado ha provocado que se pregunte “un par de cosas”. La principal es que el Código Penal debería tener en cuenta que si las secuelas de algunas víctimas no desaparecen jamás, los autores de estos delitos tampoco deberían tener la protección de una fecha que impidia que los persigan. La siguiente cuestión que le ronda por la cabeza estos días, tras aceptar que el profesor que abusó de él no se sentará en ningún banquillo de acusados, es que la justicia y la policía deberían tratar de “aclarar qué ocurrió en realidad en estas escuelas."
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Óscar tiene 41 años y es una de las víctimas de Joaquim Benítez, el docente que abusó de al menos una veintena de sus alumnos durante 30 años en su despacho de la piscina de Sants-Les Corts. Su caso, como ocurre con 14 de las 17 denuncias recientes que pesan sobre este profesor de educación física, corre el riesgo de ser descartado de la causa por prescripción. Entiende los límites que impone la ley, pero al menos quiere declarar ante el juez.
“Es lo mínimo”, remarca. “De algún modo si nos excluyen del proceso sin escucharnos nos sentiremos despreciados”, prosigue. “Sería como si nos dijeran que lo que nos ocurrió a nosotros no forma parte de la actividad criminal de Benítez”. El magistrado debería “citarnos a todos” para que escuche “de nuestra voz” y “mirándonos a los ojos” lo que “nos hizo”.
Óscar pide que valoren el esfuerzo que todas las víctimas han hecho para denunciar los abusos después de tantos años. “Lo hemos hecho porque estamos convencidos de que servirá para cambiar algo”, porque merece la pena “que se sepa la verdad”.
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