LOS ARGUMENTOS DEL GOBIERNO
El plasma y la calle
La brecha entre el discurso de Rajoy y las preocupaciones de los ciudadanos ahonda la desafección
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Existe un discurso, llamémosle oficial, llamémosle gubernamental, llamémosle político, llamémosle el del televisor de plasma. Ese discurso, dibujado a base de eufemismos, habla de recuperación, llama al optimismo, solo cita la crisis para atisbar la luz al final del túnel, cierra filas -prietas, inmovilistas- detrás de la Constitución y clama por una unidad que se parece mucho a la uniformidad. Es un discurso que elogia los esfuerzos y los sacrificios (de los demás, o sea, de los ciudadanos) y no habla de paro, sino de empleo. Los recortes son ahorros, el aborto es 'ese asunto' y España, si no va bien, está en el camino de ir bien. Es el discurso de Mariano Rajoy, el discurso cuya melodía, a falta de saber la letra exacta, sonará mañana en el Congreso en el debate sobre el estado de la nación.
Hay otro discurso, el que Juan Carlos Cañabate (gerente de un restaurante en Barcelona) llamaba el de «la realidad de la calle» en una carta que publicamos el 26 de enero en Entre Todos. Es un discurso, llamémosle de la calle, llamémosle de la gente, a veces indignado, a veces resignado, en ocasiones anti-actual-orden-de-las-cosas, pero no apolítico. Es un discurso que no ve brotes ni verdes ni de otro color, que no habla de empleo sino de paro, que agota los sinónimos de corrupción, que oculta tras la crisis vislumbra una estafa.
(DES)CALIFICATIVO Es un discurso protagonizado por parados sin esperanza, pymes asfixiadas, subsidios que se acaban, pensiones que suben pero en realidad bajan, sueldos menguantes y facturas crecientes, derechos que se recortan, libertades amenazadas, hipotecas que son un Everest. Es un discurso escrito en aulas y salas de espera, en facultades de Barcelona y cafeterías de Londres. Es un discurso que mayoritariamente quiere votar, 'No', 'Sí/sí' o 'Sí/no', eso ya se verá. Un discurso que usa 'político' como (des)calificativo y que desconfía de la política, de los fiscales, de las infantas. Un discurso que divide la realidad entre 'ellos' (los políticos, los banqueros, los medios) y 'nosotros', los ciudadanos. Esa es la peligrosa brecha de desafección por la que se desliza el sistema político español. Una cifra: el índice de confianza política del CIS está por debajo del económico. O sea: se confía más en salir de la crisis que en los políticos.
El 11 de julio del 2012, Rajoy pronunció en el Congreso un discurso para anunciar su gran paquete de recortes. 'El hachazo', tituló este diario; 'Rajoy justifica un recorte sin precedentes', subtituló. Entre las diez palabras que más uso Rajoy estaban 'España', 'unión', 'déficit', 'reformas', 'deuda' y 'crecimiento'. El día del gran tijeretazo, Rajoy se llenó la boca de 'crecimiento' (24 veces) y no de 'recorte' (una vez). El 2 de febrero, Rajoy dictó en la convención nacional del PP un discurso, teóricamente, opuesto: el del final del túnel, el del inicio de la recuperación, el de «la esperanza y la confianza». Aun así, repitieron entre la lista de palabras más citadas 'España', 'reformas', 'unión' y la nueva versión de 'crecimiento', que no es otra que 'recuperación'. Las mismas palabras para mensajes supuestamente diferentes. «Cuidado con el uso partidista del lenguaje», alertaba Carmen Gracia, socióloga, en una carta publicada el 9 de febrero. Y añadía: «Cuando los políticos usan la palabra 'democracia' para impedir la participación más allá del voto cada cuatro años, la desvirtúan, y eso es peligroso, puesto que ese vacío puede llenarse de otro significado, que ya asoma: el de que la democracia no vale, que es el Gobierno de unos pocos, que no hay espacio para el ciudadano de a pie».
INDICADORES ECONÓMICOS «Como dice el Gobierno -ironizaba Antonio Machado Requena, funcionario de Terrassa, en una carta sobre la «euforia» gubernamental- hay indicadores claros de crecimiento económico. Miramos alrededor y vemos a personas buscando en contenedores de basura, otras en la cola de los comedores sociales o acudiendo a los bancos de alimentos. Otras que para cobrar 800 euros tienen que realizar dos trabajos».
No serán estas, claro, las palabras que usará Rajoy en su discurso. El problema es más profundo que una cuestión de percepción de la realidad, o de si los avances en macroeconomía tardarán en notarse en la microeconomía. El problema es la brecha entre gobernantes y gobernados, entre representantes y representados. No es que unos y otros hablen diferentes idiomas, es que viven en realidades diferentes: la del plasma y la de la calle. Fin de la cita.
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