EL 'ANNUS HORRIBILIS' DE UN CLAN
Pujol cotiza a la baja
Saber cómo impacta la corrupción en la percepción de la ciudadanía es relativamente fácil en el conjunto de España. Basta con observar en los barómetros mensuales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) la evolución de esta variable entre los principales problemas sociales. En cambio, consignar cuál es la inquietud de los catalanes sobre esta lacra presenta un mayor nivel de dificultad, dado que el organismo demoscópico de la Generalitat, el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), no incluye la corrupción como posible respuesta a la pregunta de cuáles son los principales problemas de Catalunya. Un genérico y ambiguo «insatisfacción con la política» es el epígrafe que más se aproxima. Tampoco en el último año el CEO ha juzgado suficientemente relevante el 'caso Pujol' como para preguntar por él a los catalanes en alguno de sus sondeos.
Hay que recurrir, pues, a los barómetros del GESOP para EL PERIÓDICO para comprobar que los catalanes no se han creído una palabra de las coartadas de la familia Pujol-Ferrusola, y que el 'expresident' atesora un nivel de popularidad diametralmente opuesto al que registraba en su época de mandatario. En un sondeo efectuado en febrero, coincidiendo con la procesión del clan por los juzgados y por el Parlament, el 79,6% de los encuestados estaban convencidos de que los Pujol se aprovecharon de la Generalitat para enriquecerse de manera irregular, que amasaron su fortuna mediante tratos de favor durante los 23 años de gobiernos del patriarca. Solo uno de cada 10 ciudadanos creía en la honradez del 'expresident' y su familia, y otro 10% eludía pronunciarse.
SOSPECHAS DE ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO
La desconfianza con Pujol y los suyos no dependía ya de colores políticos. Únicamente entre los votantes de CiU y ERC se otorgaba algo más de credibilidad al expresidente de la Generalitat, pero el 67,4% de los electores de la federación nacionalista, dos de cada tres, sospechaban de enriquecimiento ilícito. También el 65,2% de los votantes de Esquerra ponían en cuestión la honestidad del fundador de CDC, aunque los republicanos eran quienes tenían más votantes que se fiaban de Pujol: el 19,3%. En CiU le daban crédito el 15,1% de electores. En el resto de caladeros, los que veían sospechoso el patrimonio amasado por la familia superaban el 80%.
La autoinculpación del fundador de CDC produjo entre la ciudadanía una mezcla de indignación, sorpresa, enfado y decepción. En septiembre del 2014, el 55,1% de los catalanes afirmaban que habían dejado de tener respeto por la figura de Pujol, un porcentaje que se elevaba al 62,7% en el electorado de CiU. El 77,1% no se creía ya entonces -antes de que la familia desfilase por el Parlament y los juzgados- que el 'expresident' hubiese dicho la verdad, y el 78,5% creía que la Generalitat bajo la batuta de Pujol cobraba comisiones de forma habitual. Solo el 15% de convergentes confiaba en la palabra de Pujol, frente a un amplio 70,9% que daba por hecho que hubo mordidas.
INTENCIÓN DE VOTO
Quien sí ha logrado blindarse frente a los efectos del escándalo ha sido el soberanismo. Los vaivenes en la intención de voto de CiU han dependido más del resultado del 9-N y de las tensiones con ERC que del impacto de la confesión y de la comisión de investigación que se derivó de ella. En los primeros meses, entre la confesión de Pujol y la consulta soberanista, la federación nacionalista retrocedió tres puntos.
Ese calvario parlamentario de la familia Pujol está previsto, salvo cambio de última hora, que se remate este martes con la votación en el pleno de las conclusiones de la comisión. El dictamen considera «imprescindible» reprobar al 'expresident', recomendación que será ratificada por toda la oposición si ningún grupo cambia de criterio respecto de lo que votó el viernes en la comisión.
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