CONTROVERSIA POR UN SÍMBOLO DEL ESTADO
Banderas de ida y vuelta
Poco podía esperar Enrique Abad, el exconcejal no adscrito que abandonó el partido independiente Junts per Sant Pol la pasada legislatura, que su empeño por que la bandera española ondease en el Ayuntamiento de Sant Pol de Mar desembocaría en la división de sus vecinos. La que se conoce ya como guerra de las banderas le viene grande a este localidad del Maresme.«Es triste que hayamos heredado una polémica que ni buscamos, ni provocamos»,lamenta la alcaldesa, Montserrat Garrido (CiU).
Todo empezó en el 2008, cuando se interpusieron ante la Delegación del Gobierno hasta 13 denuncias por incumplimiento de la ley de banderas. Colmó la presión el pleno del 3 de diciembre del 2009, cuando se votó en contra de la moción que pretendía devolver la rojigualda al balcón consistorial. Las reiteradas denuncias concluyeron el 26 de enero del 2012 con una sentencia que obligaba a colgar la bandera en un lugar preferente.
A Garrido, que se estrena en política con la alcaldía de Sant Pol, le superó la polémica cuando adquirió notoriedad el acto organizado por la Assemblea Nacional Catalana, en la que simularon descolgar una bandera«que en realidad no existía».Una acción de inmediato censurada por la delegada del Gobierno, María de los Llanos de Luna, que la consideró un acto de ultraje. Finalmente, Llanos de Luna consiguió que la bandera ondease de nuevo. Sin embargo, la frágil paz se vio alterada el lunes, cuando unos desconocidos prendieron fuego a la enseña.
Estos episodios no han hecho más que enturbiar la placidez de esta villa marinera. En el café El Centre, lugar de reunión de jubilados, la presencia de desconocidos provoca un silencio sepulcral. De nada sirve preguntar.«Mira como nos tenemos que ver por una m… de trapo», murmura un anciano sin apenas levantar la vista de EL PERIÓDICO que simula leer.
A pocos metros, en la plaza de la Vila, la fachada del ayuntamiento es lugar de visita obligada.«¿Qué miro? Pues eso que cuelga allí y que nos trae tantos maldecaps»,clama otro anciano. En uno de los lugares más bulliciosos del pueblo a la hora del desayuno, el bar Ca l'Hugas, los foráneos son escrutados minuciosamente.«Es que no me hace ninguna gracia esta polémica, ahora vendrán los de Falange y después los de extrema izquierda»,dice un cliente.«Sabes lo que pueden hacer»,interrumpe Jaume,«meterla en el tren, pero sin billete de ida y vuelta».
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