Mamá está loca (o no)

RAMÓN DE ESPAÑA

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Uno de los 'thrillers' más absorbentes que se pueden encontrar hoy día en las mesas de novedades de las librerías se titula 'La granja' y lo ha escrito el británico Tom Rob Smith, responsable anteriormente de 'El niño 44', sobre la caza de un asesino en serie en la Rusia estalinista, que fue llevado muy dignamente al cine por Daniel Espinosa, con Ridley Scott de productor y Tom Hardy, Noomi Rapace y Gary Oldman en los papeles principales. Ambas novelas se parecen entre sí como un huevo a una castaña: si 'El niño 44' era una ambiciosa mezcla de misterio y sociología histórica -la descripción de los usos y costumbres del estalinismo daba más miedo que el asesino de críos que recorría la trama-, 'La granja' es una historia pequeña que se centra en el siempre literario asunto de la locura, que en este caso no está nada claro quién la padece.

Cuenta Smith que se inspiró en un brote psicótico que tuvo su madre hace un montón de años y del que ya se recuperó. Su protagonista recibe un día una llamada de su padre, jubilado en Suecia con su esposa, que procedía de allá, para decirle que a su madre se le ha ido la olla, le ha cogido una manía terrible y se considera víctima de una malévola conspiración. Poco después, la madre se presenta en Londres, le explica su historia a su hijo y este empieza a dudar de que la buena mujer esté loca, pues todo lo que le cuenta tiene lógica y no parece obedecer a ningún delirio. La vieja pregunta, ¿a quién quieres más, a papá o a mamá?, se le plantea pues a nuestro hombre de manera especialmente cruda. Hasta el punto de llevarle a la campiña sueca y tratar de dilucidar qué ha pasado ahí exactamente.

Hay algo en esta pequeña e inquietante historia que atrapa al lector, como yo mismo puedo testimoniar: me tragué sus 364 páginas en tres noches, pasándome el día esperando el momento de irme a la piltra y volver a la ordalía de esa mujer a la que todos presentan como una loca, pero que bien podría no estarlo. Después de 'El niño 44', con su contundencia operística, 'La granja' es como una pieza minimalista compuesta en torno a un único motivo: las dudas sobre la cordura de la propia madre y la necesidad de aclarar las cosas.