ESTRENO EN EL TEATRE LLIURE DE UNA ELOGIADA PRODUCCIÓN

Shakespeare, en la memoria

El prestigioso actor británico Edward Petherbridge ha trasladado a 'A perfect mind' una experiencia trágica En el 2007 sufrió un derrame cerebral mientras ensayaba 'El rey Lear'

Clase magistral  8 Edward Petherbridge, ayer en el Lliure, donde representa la aplaudida 'My perfect mind'.

Clase magistral 8 Edward Petherbridge, ayer en el Lliure, donde representa la aplaudida 'My perfect mind'.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Venerado monstruo de la escena británica, el actor Edward Petherbridge se presenta por primera vez en España con la aplaudida My perfect mind, montaje que fusiona en clave cómica retazos de su biografía con El rey Lear de Shakespeare. El actor sufrió en el 2007 un derrame cerebral cuando estaba ensayando, en Nueva Zelanda, el papel protagonista del clásico del bardo. En la cama del hospital descubrió que, aunque el daño neurológico le había afectado gravemente la movilidad (no podía ni mover los dedos de la mano), su memoria estaba intacta: recordaba, palabra a palabra, el texto de El rey Lear.Aquel trance en las Antípodas, del que se recuperó totalmente, en manos de la compañía Told by an idiot (de enorme éxito en Gran Bretaña), propició My perfect mind, anunciado como «un cuento cómico sobre un hombre que no interpreta al Rey Lear». El jueves cautivó al Teatre Lliure de Montjuïc, donde este viernes se vuelve a representar.Bajo la direción de Kathryn Hunter, el actor, de 78 años, salta a escena (interpretándose a sí mismo) en compañía de Paul Hunter, que se desdobla en múltiples personajes. Desde la madre de Petherbridge, el doctor que le atendió en el hospital o Laurence Olivier, a Cordelia, la hija buena del Rey Lear, y otras criaturas de la obra.

Pareja de cómicos

Cuenta Petherbridge que coincidió con Hunter en The fantasticks, un musical que «no tuvo nada de fantástico» (apenas duró unas semanas en la cartelera) pero propició su celebrado encuentro. «Pensé que podíamos hacer un show juntos como una pareja de cómicos», revela. Hunter le convenció para trabajar sobre aquel accidente cerebrovascular y explorar la resiliencia humana, la superación y la fragilidad. Empezaron a improvisar y saltaron chispas. Concibieron una «comedia sin pretensiones existencialistas», asegura. «Todo el texto surgió de la improvisación, fue espontáneo, es un juego teatral muy divertido. En nuestro país se ríen mucho. Creo que hay magia». Las elogiosas críticas lo constatan. Magia, hilaridad, locura y hasta alucinaciones, ven algunos. «Es como ver una clase magistral de El rey Lear bajo la influencia del LSD», acertó a decir el Daily Telegraph.

A Petherbridge, que fue actor principal de la Royal Shakespeare Company y del Royal Nacional Theatre, le cuesta meterse en la mente de Lear. No entiende sus razones para repudiar a su hija Cordelia. «No me gusta este hombre», afirma sin indulgencia. «Está claro, al principio de la obra, que Cordelia es buena y le quiere. Es honesta y transparente. Pero él está ciego. Es un estúpido emocional», argumenta el intérprete, que trabajó seis años en la compañía de Laurence Olivier, «un artista supremo, amable. Nos regalaba botellas de champán en los estrenos».

El actor se siente como un hombre «enormemente afortunado» al recordar la grave lesión que inspiró este montaje. «Mi madre también sufrió un derrame dos días antes de nacer yo y le dejó secuelas para toda la vida, discapacitada. A mí me podía haber pasado lo mismo», subraya el también escritor y pintor.

Fue idea de la directora introducir en el espectáculo pinceladas de su vida. «Leyó mi libro autobiográfico Slim chances and unscheadules appearences, en el que contaba cosas de mi infancia, de mi familia, y me pidió que incluyera algunas de aquellas memorias en este montaje». No fue fácil su infancia, asegura. «Éramos muy pobres. Mi madre, pese a su discapacidad, tenía que seguir lavando, fregando», rememora con la mirada acuosa. Tampoco mejoró mucho la historia en el colegio. «Era un estudiante de aprobado justo. Nunca leí a Shakespeare. Imagínese, lo que me dio luego la vida. No creo en los ángeles de la guarda, pero me siento bendecido. He tenido mucha, mucha, mucha suerte».