Capitán Phillips Paul Greengrass Una película angosta y agitada

Paul Greengrass ha dirigido varias películas sobre hechos reales y otras sobre historias de ficción. Entre las primeras están Bloody sunday (sobre la masacre de civiles irlandeses en 1972), United 93 (reconstrucción de las últimas horas en uno de los aviones secuestrados el 11-S del 2001) y Capitán Phillips (en torno al secuestro de un carguero estadounidense por piratas somalís). Entre las segundas destacan las tres películas sobre Jason Bourne, el agente especial sin memoria.

Sean hechos históricos o imaginados por un guionista, todas las películas de Greengrass participan del mismo estilo nervioso y agitado de filmar, la supremacía de la cámara a mano, la acción directa sobre los personajes y los escenarios y el trabajo meticuloso con el sonido como motor de inquietud. Greengrass tiene un estilo particular e innegociable: hace las películas como quiere hacerlas, aunque, como en este caso, se trate de un caso real de piratería moderna con estrella de relumbrón al frente del reparto, es decir, unas cuantas convenciones que deben ser aceptadas.

Greengrass consigue, entre otras cosas, que Tom Hanks esté extraordinariamente brillante, en su faceta dramática, en la secuencia que cierra el filme. O que una historia de más de dos horas de duración, desarrollada en los laberínticos escenarios de un barco carguero y, durante toda la parte final, en un bote salvavidas cubierto, respire gracias a esa agitación de la cámara y nunca se haga ni pesada ni monótona.

Capitán Phillips, como ya ocurría en United 93, es a la vez una película claustrofóbica y en permanente movimiento porque el director dinamita cualquier tipo de decorados (recuérdese la persecución por los tejados de Tánger en una de las entregas de la serie Bourne) y sabe suspender a su modo la noción clásica del tiempo cinematográfico. Ahí reside el valor de este filme sin atadura alguna.