CONMEMORACIÓN DE UNA BATALLA BICENTENARIA

El único español en Waterloo

Las cartas inéditas del duque de Wellington a su amigo Álava demuestran que hablaba y escribía español (en la intimidad)

Recreación de los personajes de Wellington (izq) y Napoleón, en un combo de imágenes tomadas este jueves, durante la conmemoración del bicentenario de la batalla de Waterloo.

Recreación de los personajes de Wellington (izq) y Napoleón, en un combo de imágenes tomadas este jueves, durante la conmemoración del bicentenario de la batalla de Waterloo. / periodico

ERNEST ALÓS / WATERLOO

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Hace 200 años, en Waterloo, consta solo la presencia de un español, con un papel a la sombra, pero no menor. El general Miguel Ricardo de Álava, amigo y confidente del duque de Wellington después de haber servido a su lado, durante cuatro años, como enlace entre el Ejército británico y el español y por entonces embajador español en Bruselas, cabalgó al lado de su viejo compañero de armas durante todo ese día, como ayuda de campo extraoficial. Fue, de hecho, probablemente el único adversario de Napoleón presente tanto en la primera gran batalla del corso (el sitio de Tolón) como en la última, y el único presente en sus dos grandes derrotas (Trafalgar, a bordo del ‘Príncipe de Asturias’, y Waterloo), aparte quizá de un contingente de marinos franceses anónimos. Y no acabó la jornada de cualquier manera: fue el único que se sentó a la mesa del duque esa noche cuando todo había acabado.

Este viernes, junto con unos 230 españoles uniformados como soldados franceses y un puñado de periodistas y visitantes a la conmemoración, había otro español en Waterloo. Gonzalo Serrats Urrecha, un donostiarra heredero del general (descendiente de su hermana, que no de él; a Álava le volaron los testículos los franceses en Dueñas, lo que quizá explique su insistencia en enfrentarse a Napoleón y, en cualquier caso, también lo dejó, como escribió él mismo, “inválido pa procrear”). Gonzalo Serrats acudió al campo de batalla con despachos frescos del general y el mariscal. Con una sorpresa, las únicas cartas manuscritas, y hasta ahora inéditas, que demuestran que Wellington, tras sus campañas en la Península, no se comportaba como sus actuales compatriotas jubilados en la costa española sino que aprendió castellano, aunque solo lo usaba en la intimidad, en su relación y correspondencia con su amigo Álava (y en público, el muy taimado, prefiriese ocultarlo).

El salón de la casa familiar de los Serrats (hoy reconocidos conserveros donostiarras) lo preside un retrato del general Álava y el juego de té que le regaló el duque de Wellington. En el desván, cajas y cajas que hasta Gonzalo Serrats nadie se había animado a abrir. Dentro, miles de cartas que este consultor ha transcrito por primera vez, y que ha utilizado para escribir el libro ‘El general Álava, de Trafalgar a Waterloo’ (Femhe). El gran tesoro son las 45 cartas escritas de puño y letra por Wellington durante la forzada baja médica de Álava, y correspondencia que demostraría que los británicos saquearon pero no quemaron San Sebastián (aunque los donostiarras se lo atribuyeran para poderles pasar la factura de la reconstrucción).

CONQUISTAS FEMENINAS

En las cartas españolas de Wellington aparece un duque íntimo que habla de conquistas femeninas con su amigo impedido (vaya falta de tacto, a veces la confianza da asco), “algo de lo que no habla con nadie, ni su hermano Henry”, que en una carta también a Álava le recuerda que en su familia “no hablamos de mujeres”. La correspondencia tiene también interés diplomático: detalla las tensiones de Wellington con las autoridades españolas de Cádiz, su irritación porque Fernando VII le infiltre agitadores antibritánicos (“tus enemigos cornudos”, le dice Wellington al liberal Álava), su interés por cuidar la logística de las tropas para no esquilmar a la población española y tenerla a favor, su apoyo a las guerrillas (aunque de cara a fuera hiciese ver que sus tácticas le repugnaban).

“Esta correspondencia obligará a replantear muchas cosas", aventura Serrats, dolido por el olvido de la memoria del general, pese a otra reciente novela sobre su figura, ‘Álava en Waterloo’. “¡Qué coño estamos haciendo los españoles con nuestra historia!”, lamenta. En el museo Wellington, en la posada donde Álava fue el único que compartió mesa con Wellington, sí se le menciona. “Mi próximo proyecto es que Álava entre en este museo”, concluye.