20 AÑOS DE UN GENOCIDIO
Una tragedia anunciada
En noviembre de 1999, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, publicó un informe demoledor. La caída de Srebrenica a manos de las fuerzas serbias y la matanza que le siguió en uno de los enclaves declarados zona protegida de las Naciones Unidas constituyó una gran humillación internacional. En consecuencia, la Asamblea General de la ONU solicitó en 1998 una investigación a fondo y un informe detallado de los acontecimientos. Cabe constatar que Annan era el jefe del Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU cuando ocurrió la matanza de Srebrenica.
El informe no solo eleva el 'mea culpa'y constituye una condena sin paliativos de lo ocurrido en Srebrenica, sino también del enfoque que la comunidad internacional mantuvo ante el conflicto de Bosnia. El resumen sería que no se puede actuar con neutralidad ante un régimen de terror, que no se puede responder solo con ayuda humanitaria y crear «operaciones de mantenimiento de la paz» como «sustitutivo ante la falta de consenso internacional en la respuesta a un conflicto militar» y «allí donde no hay ninguna paz que mantener». Y que no se pueden declarar «zonas de seguridad» sin una capacidad militar de disuasión efectiva y creíble y sin la voluntad política de llevar a cabo dicha defensa. Es exactamente lo que ocurrió con los después tan denostados cascos azulesholandeses estacionados en Srebrenica que, superados en número y en armamento por las fuerzas serbias del general Ratko Mladic, sin un mandato claro y con sus superiores de Unprofor (la misión militar de la ONU en Bosnia) bloqueando su solicitud de apoyo militar aéreo de la OTAN, se vieron superados.
LA GRAN SERBIA
La tragedia de Srebrenica no puede entenderse sino en la esencia de lo que fue la guerra de Bosnia. Y en este sentido, era una tragedia anunciada. Precisamente por esto puede sorprender el siguiente párrafo del informe de Annan: «El no haber entendido del todo el alcance de los objetivos de guerra de los serbios puede explicar en parte» por qué la misión de la ONU «no reaccionó de una forma más rápida y decisiva». Si Srebrenica hubiera ocurrido muy al principio de la guerra, en 1992, aún podría entenderse. Pero en 1995, resultaba ya muy difícil invocar desconocimiento. Porque este párrafo va precedido de otro que reconoce que el objetivo de los serbios era «crear la Gran Serbia», que los habitantes de los enclaves no eran «víctimas casuales» sino que «su muerte y expulsión, calificada eufemísticamente como limpieza étnica», formaba parte de este objetivo. Y concluye: «La lección de Srebrenica es que un intento deliberado y sistemático de aterrorizar, expulsar o asesinar a un pueblo entero debe ser confrontado con todos los medios necesarios (...) La comunidad internacional intentó alcanzar un acuerdo negociado con un régimen asesino y sin escrúpulos (...) y entendió demasiado tarde que Bosnia era tanto una causa moral como un conflicto militar. La tragedia de Srebrenica perseguirá nuestra historia para siempre».
Los hechos son de sobras conocidos. Srebrenica, uno de los tres enclaves (junto a Zepa y Gorazde) bajo control bosnio aislados en medio de territorio controlado por los serbios, albergaba no solo sus 8.000 habitantes originales sino que estaba repleto de refugiados musulmanes (unos 40.000) del resto del este de Bosnia. El 6 de abril de 1995 los serbios empezaron a bombardear intensivamente el enclave y se apoderaron de un puesto de observación de la ONU. El Ejército bosnio, impotente, llegó a disparar y matar a uno de los cascos azules holandeses para impedir su retirada. El 9 de julio los serbios iniciaron su avance y el 11 tomaron la ciudad. Miles de civiles intentaron refugiarse en la base militar holandesa en Potocari. Unos 4.000 o 5.000 pudieron entrar; otros 20.000, en su mayoría mujeres, niños y ancianos quedaron fuera. Unos 15.000 hombres trataron de huir a través de los bosques. Algunos lograron su objetivo de alcanzar territorio bajo control bosnio. De los demás, nunca más se supo hasta que aparecieron en fosas comunes. En cuanto a los refugiados en Potocari, la ONU pactó y accedió a que fueran 'deportados' por los serbios. Lo hicieron con las mujeres; los hombres fueron también a parar a las fosas comunes.
Irónicamente el crimen galvanizó a la comunidad internacional y precipitó un mes y medio después una tardía y robusta intervención militar que llevó al fin de la guerra. No sin antes haber dejado caer también Zepa. La desaparición de los enclaves y la obtención de territorios étnicamente homogéneos y contiguos facilitaba las cosas en la mesa de negociación. En medio de la inmensa tragedia y la vergüenza, los mediadores se habían quitado de encima un obstáculo.
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