CRISIS INSTITUCIONAL EN WASHINGTON

Cierre de gobierno a la vista

El Capitolio 8 Todas las miradas, pendientes del Congreso.

El Capitolio 8 Todas las miradas, pendientes del Congreso.

RICARDO MIR DE FRANCIA / Washington

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La obsesión de la derecha estadounidense por dejar en papel mojado la reforma sanitaria del presidente Barack Obama ha alcanzado niveles rayanos en el paroxismo. Para permitir que el Gobierno federal siga operando normalmente a partir de este martes, los republicanos han puesto como condición que se retrase un año la puesta en marcha de la reforma o que se le retiren los fondos para implementarla. Pero Obama no está dispuesto a cumplir unas demandas que ha definido como «chantaje» y renunciar al mayor legado de su presidencia. Y eso ha puesto al país al borde del primer cierre parcial del Gobierno en 17 años.

A menos que se alcance un acuerdo en el Congreso en las próximas 48 horas, una posibilidad que ayer se antojaba bastante remota, numerosos ministerios y agencias federales quedarán parcialmente paralizadas a partir del 1 de octubre. O lo que es lo mismo, dejarán de recibir ingresos del Estado y tendrán que echar mano de sus reservas para mantener servicios mínimos.

El impacto real del cierre es todavía incierto. Según las predicciones de la Oficina de Gestión y Presupuesto, lo más probable es que los servicios relacionados con la seguridad y la salud apenas se vean afectados, pero en otros ámbitos es posible que cientos de miles de funcionarios tengan que quedarse en casa sin sueldo hasta que el embrollo se solucione.

Toda la atención sigue en el Congreso, donde la extrema derecha del Partido Republicano ha acabado imponiendo sus posiciones al resto de la formación. Los conservadores aprobaron el sábado una resolución en la Cámara baja que extendería la financiación al Gobierno a cambio de posponer durante un año la entrada en vigor de Obamacare. Una parte importante de la reforma sanitaria empezará a aplicarse mañana. Pero los demócratas al frente del Senado no están dispuestos a tragar y han tildado la propuesta de «inútil».

Estas batallas presupuestarias se han convertido en un ritual. Pero Obama, que estuvo a punto de ver cómo le cerraban el Gobierno en el 2011, no es el único presidente que las ha sufrido. Hubo un cierre parcial durante la presidencia de Ford; cinco durante la de Carter; ocho durante la de Reagan, y uno durante la de Bush padre. Los dos últimos, incluido el más largo, de 21 días, se produjeron durante la de Clinton en 1995 y 1996. En la primera de las crisis, unos 800.000 funcionarios se quedaron temporalmente sin empleo y sueldo.

Sin fondos

Las previsiones esta vez es que se mantendrían servicios como las pensiones, los controladores aéreos o correosMuseos y parques nacionales cerrarán, y es posible que haya retrasos en la tramitación de visados.

Esta no es, sin embargo, la única crisis que asoma en el horizonte. La fecha verdaderamente preocupante es el 17 de octubre, día que, según el Departamento del Tesoro, EEUU se quedará sin fondos para pagar los vencimientos de su deuda pública. Si Washington suspendiera pagos por primera vez en su historia, la economía mundial podría verse seriamente afectada.

Y a este respecto también las perspectivas de acuerdo son malas. Para aumentar el techo de la deuda, los conservadores han puesto como condición que Obama acepte buena parte de su programa electoral. Además del retraso en la implementación de Obamacare, exigen que se aprueben controvertidos proyectos energéticos como el oleoducto Keystone XL o que se bloqueen nuevas medidas anunciadas contra el cambio climático.

«Todo esto sería divertido si no fuera una locura», dijo Obama la semana pasada.