Parche para Grecia y también para el euro
Hay varias maneras de abordar los conflictos. Una de las más frecuentes consiste en aplicar un parche a aquello que molesta o preocupa, método conocido como «patada para adelante». Genera un cierto alivio inmediato y una reconfortante sensación de que por el camino el problema se resolverá de una manera mágica porque surgirán circunstancias que alterarán los acontecimientos. Una segunda fórmula consiste en analizar las causas del problema y optar por atacar el origen. Implica soportar la incomodidad que genera en el presente el conflicto, que se agrava con la incertidumbre de cuánto tiempo puede durar.
Pongamos como ejemplo a Grecia. Tras cinco años de rescate y una quita de la deuda privada en el 2012, la pública suma 315.509 millones, el 176% del PIB. Es evidente que: 1) los planes de ajuste no han funcionado y el PIB griego se ha hundido un 23% desde el 2009 2) Grecia necesita una prórroga del actual o un tercer rescate para evitar su colapso financiero 3) El país no podrá nunca devolver toda la deuda acumulada.
Los acreedores (FMI, CE y BCE) y el Gobierno griego (Syriza) dedican hoy esfuerzos a liberar un tramo de 7.200 millones de dólares a cambio de un plan de reformas. Si no hay pacto, Grecia suspenderá pagos este mes (debe pagar 1.500 millones de dólares al FMI el 30 de junio y afronta un vencimiento de bonos de 3.500 millones de dólares el 20 de julio).
Ambas partes están enzarzadas en una discusión estéril. Los griegos se sienten solos ante unos socios que no tolerarán un precedente relajando las reformas u ofreciendo una quita de la deuda. La troika siente por su lado que un país rescatado gobernado por un partido radical de izquierdas le chantajea con salir del euro y crear un precedente peligrosísimo para la moneda única.
Ambas posiciones son comprensibles dependiendo del cristal con que se miren. Pero centrar la negociación en si se libera o no un tramo de dinero que servirá para pagar las próximas facturas, sin abordar el conflicto de una forma global, es perder el tiempo. Si después de meses, Syriza y la troika llegan a un acuerdo esta ardua negociación habrá sido solo un parche.
Las instituciones internacionales respirarán más tranquilas convencidas de que ocurrirá algo mágico, como que las reformas tendrán efectos inmediatos, y Grecia podrá dejar de ser insolvente. Syriza, por su lado, habrá salvado la cara (o no, dependiendo de qué ajustes acepte) y podrá seguir unos meses más administrando la miseria hasta que estalle el próximo conflicto. Que Grecia necesita una quita es sabido por todos. Pero los políticos prefieren los parches mientras los ciudadanos griegos sufren. Falta altura de miras.
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