Aniversario de una revolución pedagógica
Las herederas de doña Rosa
Montse Ortigosa entró en la Escola de Bosc en 1972 para reavivar el espíritu de Sensat
Entre el bullicio de profesoras y madres en los pasillos del colegio, movimiento que solo se respira en las vísperas de las grandes ocasiones - ¡y qué ocasión mayor que soplar 100 velas!-, a nadie le extrañaría cruzarse con Rosa Sensat o con su hija, Angeleta Ferrer (cuyo nombre, por cierto, debería llevar uno de los institutos pendientes de construir en la ciudad desde hace más de un lustro, según se indica en el cartel plantado en el solar, vacío, en la calle de la Marina). Y es que el espíritu de la célebre pedagoga Rosa Sensat, la primera directora de la escuela -doña Rosa, como la llama Montse Ortigosa, la profesora más veterana del colegio-, sigue vivo en todas las aulas y en todos los patios -la esencia del centro- de la Escola de Bosc de Montjuïc, que hoy celebra su centenario.
«Todos los 8 de mayo se han celebrado a lo grande. Celebramos los 87, los 88, los 89... Pero este cumpleaños es un momento histórico. Son 100 años», cuenta Ortigosa, maestra del centro desde 1972, para quien la fecha tiene una doble importancia. Se jubilará cuando termine el curso.
El feminismo de Sensat sigue muy presente en la escuela, no solo porque la directora sea una mujer -Eva Chacón, quien también vive con especial emoción este año, en el que dejará la dirección después de 13 años-. Solo un detalle: en la foto de grupo del colegio hecha el pasado Carnaval, en el que se disfrazaron del colegio en 1914, llama la atención el cartel que lleva una niña de menos de un metro en el que se lee un «les dones volem votar». También sigue vivo el espíritu de lucha. Ayer se veían muchas camisetas amarillas de SOS Ensenyament -el miércoles es el día acordado por los colegios para manifestar el malestar por los recortes-.
La llegada de Ortigosa en 1972 fue un punto de inflexión. Pese a que la escuela jamás dejó morir del todo el legado de Sensat, el franquismo lo mantuvo décadas en horas bajas, que no muerto. El objetivo de Ortigosa y del grupo de maestros jóvenes que llegaron junto a ella fue reflotar aquella renovación pedagógica, algo que lograron con creces. «Al principio me llamaron pornográfica -recuerda- por enseñar a los niños un parto».
Entre las peculiaridades que mantienen vivas las escuelas municipales de Barcelona, Ortigosa destaca de la suya, la de Bosc, el fuerte vínculo entre padres, maestros y alumnos: «Doña Rosa ya decía que la educación debía trascender más allá de la escuela».
Mercè Jarque es el claro ejemplo de ello. En su día alumna de Ortigosa, es madre de tres alumnos, y hoy tiene muchos números para ser una de las personas con más nervios de la ciudad. Ella ha sido uno de los cerebros -y almas- de los actos del centenario que esta mañana se celebran en el bucólico centro, y esta tarde en el Saló de Cent. Un grupo de madres llevan meses preparando una de las tres exposiciones que hoy se inauguran. Se trata de una selección de valiosas fotografías que retratan escenas cotidianas de los primeros años de la escuela -como las míticas clases al aire libre- al lado de fotos prácticamente idénticas hechas (también por las madres) ahora.
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