Los huevos de Franco

El lanzamiento de proyectiles contra la estatua del dictador se vuelve habitual en el segundo día de exposición

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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La estatua de Franco ya no es solo la estatua de Franco sino la estatua de Franco con huevos,la estatua de Franco con huevos, lo cual, en términos de atractivo, implica una diferencia sustancial: la gracia que encuentra la gente en hacerle fotos no tiene que ver solamente con registrar la presencia del dictador en la calle, sino en registrarla con los huevos que le han lanzado, con la pintura, con los tomates; el cuadro completo. “Que se vea el bote”, le dice una mujer a su fotógrafo, señalando con el dedo el tarro de pintura que alguien ha encajado entre el jinete y la montura. La gracia de las imágenes consiste en retratar a ese Franco vilipendiado, ultrajado, castigado por el desprecio popular, vestido con cáscaras de huevo y restos de yema endurecidos por el sol.

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Franco es la atracción del barrio. Los servicios de limpieza removieron raudos y veloces los restos de los tres primeros proyectiles que alguien le lanzó el lunes, pero este martes daba la impresión de que habían renunciado: a ser raudos, a ser veloces y sobre todo: a limpiar. “¿Pero para qué lo ponen si saben que va a molestar?”, dice alguien. La gente se detiene, turistas y locales, toman fotos, tienen una conversación banal o sesuda o se ríen o lo insultan. “Estoy pasando por delante del malparido”, suelta uno que habla por teléfono. “El malparido mayor”, aclara. Una muñeca hinchable: montando junto al general amaneció este martes una muñeca hinchable.

EL ESPUTO O LA MICCIÓN

Una mujer le dice a otra que ella no se gasta los huevos en el dictador: que ni su economía ni su forma de hacer se lo permiten. “Para eso lo escupo o lo meo”, dice, pero no hace ninguna de las dos. Tal vez porque hay un vigilante cerca, pendiente, atento; el tipo que una de estas noches llegará a su casa lamentándose porque otra vez lo pusieron a cuidar la condenada estatua. En cualquier caso, es una oportunidad poco frecuente para practicar el lanzamiento de huevos, practicarlo contra la propiedad municipal y practicarlo con impunidad. Una pareja, por ejemplo, pasa con la compra y no puede resistirse. “Eran para comerlos, pero es que ante esto…” Tiran unos y comparten otros, y no pasa nada. Hay barra libre para darle al dictador.

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“¡Ah! Franco…”, dice un turista. “¿Y por qué está decapitado?”, dice otro. “A mí me parece una exposición provocativa. ¿Qué necesidad hay a estas alturas de todo esto?” Aparece una señora mayor, muy mayor, a bordo de una silla que empuja un criado o un cuidador. La anciana habla muy bajo, y el otro tiene que acercarse para escuchar. Ella dice algo y el hombre le responde: “Sí, es Franco, abuela”. La mujer vuelve a decir algo y el otro responde: “Es que ahora lo odian, abuela”.