El hombre puente

Candidato oficial, primero, y díscolo molesto después, el exlíder municipal del PSC Jordi Martí pone su 'know how' al servicio de la primera alcaldesa de BCN

Martí, en la presentación de su cartel para las primarias del PSC, en marzo del 2014.

Martí, en la presentación de su cartel para las primarias del PSC, en marzo del 2014.

XABIER BARRENA / BARCELONA

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El pasado enero, uno de los ideólogos en la sombra de Guanyem Barcelona, y por extensión, de BCN en Comú, le dijo a un alto cargo del PSC: "Hasta el día de las elecciones os atacaremos, pero cuando ganemos, nos entenderemos. Vosotros sabéis cómo funciona el Ayuntamiento de Barcelona". Lo que en su día pareció una ampulosa y soberbia confesión de intenciones ha acabado por concretarse. Jordi Martí, exdelegado de Cultura con Jordi Hereu y sucesor del alcalde como presidente del grupo del PSC, tras la derrota del 2011, será el nuevo gerente municipal. Un cargo de gris título y que hasta ahora ha sido ocupado eminentemente por técnicos. Pero el perfil de Jordi Martí es otro. Muy distinto.

La historia de Martí es la de un hombre capaz de moverse bien entre las estructuras de un partido (como para ser aupado por uno de los aparatos más doctrinales, como fue el del PSC de Barcelona de Carles Martí) y, a la vez, ser un verso libre que se enfrenta hasta el fin contra las normas de esa misma dirección. La historia de un técnico (licenciado en Ciencias de la Educación y experto en gestión cultural) con vocación política, o de un político con una base técnica.

Sucesor del ahora 'conseller' de Cultura con CiU, Ferran Mascarell, y, a la vez, 'alma mater' de la escisión del PSC, por su lado soberanista, el Moviment d'Esquerres. Un puente, en definitiva, entre la vieja política que se está yendo y la nueva que dicen que está por venir.

"La izquierda puede y debe recuperar la ciudad", dijo Martí, cuando aún era el líder municipal del PSC, a este diario, hace dos años. El pensamiento político de Martí bebe directamente de las fuentes del maragallismo y de la transformación de la ciudad que protagonizó. Su defensa de la gestión del exalcalde es pétrea. Como lo es su 'nacionalismo' barcelonés. "En algún momento se tendrá que parar el flujo de dinero del ayuntamiento al Govern. Hay que ayudarle en asuntos importantes, pero con luz y taquígrafos", apuntó el hoy gerente 'in pectore' en esa misma entrevista. ¿Cuál fue la primera reivindicación de Ada Colau tras el 24-M? La restitución del dinero prestado. Él será ahora el que dote las partidas presupuestarias que dicte la alcaldesa. De la gestión cultural en el Icub (Institut de Cultura de Barcelona) a la gestión municipal.

Sus críticos se ensañan en los dos años que estuvo al frente del grupo municipal del PSC y en los que "no se hizo nada", apunta una voz. "Solo pelearse con el partido, porque él quería pactar con Trias", sentencia. "Martí buscaba visibilidad, más que un acercamiento ideológico. Siempre pensó que lo de CiU en la alcaldía era circunstancial y mejor estar bien colocado y ser bien conocido cuando el reinado de Trias tocara a su fin", apunta otra.

El adiós al PSC

Lo cierto es que ese desencuentro cristalizó en las primarias del 2014, en las que quedó tercero de cinco. En caliente lanzó acusaciones de pucherazo, aunque después prefirió correr un tupido velo. Rompió el carnet del PSC y ayudó a dar forma a MES . En paralelo, volvió a ganarse el sueldo fuera del ayuntamiento. Preparó un máster de gestión cultural para la UOC y formó parte del consejo editorial de la revista de economía y humanidades 'La Maleta de Port-Bou', de Josep Ramoneda. Su misión era complementar la revista con ciclos de charlas. Crear una especie de CCCB paralelo al que estaba gestionando la ortodoxia convergente.

En las municipales intervino en mítines de ERC (coaligada con MES), incluso fue telonero de Oriol Junqueras en Sabadell. Ahí expuso su visión de la región metropolitana de Barcelona. En esas semanas tenía un ojo siempre puesto a lo que sucedía en la capital catalana. Había rechazado, meses atrás, ir de número dos de Alfred Bosch, porque no veía claro su encaje con el puro independentismo de Esquerra. Pero detectaba una pulsión popular en Barcelona que le recordaba a la que se vivió en 1979. La oferta de Colau le llegó el fin de semana y supo que había llegado el momento de arremangarse y hacerse cargo de la sala de máquinas del ayuntamiento. El hombre puente en el puente de mando.