Turismo y clima

¿Hacia unas playas sin arena? Un reto inédito para la costa

La urbanización masiva y la subida del nivel del mar se alían para ‘comerse’ el litoral

Las ‘regeneraciones’ de playas solo son una solución temporal y con muchos inconvenientes

Reposición de arena en una playa de Cádiz

Reposición de arena en una playa de Cádiz / Juan Martín Martín

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España tiene casi 8.000 kilómetros de costa. El mar Cantábrico, el Mediterráneo y el océano Atlántico bañan un vasto litoral cuyo paisaje muta infinidad de veces entre Gipuzkoa y Girona, además de los archipiélagos. Pero un país que durante años se ha erigido en icono del turismo de sol y playa, el mismo que ha dado empleo a millones de personas, se ve ahora amenazado por el cambio climático y por otras acciones del ser humano. Su huella está lastrando la salud de los arenales y los científicos alertan de que en unas décadas no será tan fácil encontrar un sitio donde plantar la sombrilla.

Aunque es verdad que los violentos temporales cada vez se suceden con mayor frecuencia, no hay que olvidar que el hombre es el responsable último de esta situación. Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, durante el ‘boom’ del ladrillo, el sector de la construcción firmó auténticas barbaridades. Sin ir más lejos, los icónicos rascacielos casi encima del mar provocan un efecto barrera que impide la renovación de los sedimentos que se da con el viento. A ello hay que sumar múltiples puertos o paseos marítimos que han tratado de poner coto a la propia naturaleza. Pero, al final, el mar siempre reclama su sitio. Y es entonces cuando los problemas afloran.

Reposición de arena en una playa andaluza

Reposición de arena en una playa andaluza / Europa Press

Para contrarrestarlo, es habitual ver cómo, en los meses de primavera, las autoridades se afanan en poner a punto sus playas con un aporte extra de arena que garantice que siguen siendo atractivas para residentes y turistas. Tanto es así que los expertos calculan que en las dos últimas décadas se han vertido alrededor de 30 millones de metros cúbicos de sedimentos en la orilla del mar. A grandes rasgos, estos se obtienen de dos fuentes: de inmensas acumulaciones continentales o directamente del fondo del mar. Este último caso es el más habitual.

Una solución temporal

El problema, alertan los expertos, es que, en la mayoría de los casos, si un tramo de costa nunca ha tenido arena, es difícil que pueda retenerla durante mucho tiempo. Aunque se viertan toneladas de este material, es frecuente ver cómo la propia dinámica marina acaba retirándolo de nuevo con la llegada de los primeros temporales.

Las llamadas ‘regeneraciones’ de playas son muy caras, duran poco y causan impactos allí donde se ejecutan

Por tanto, la extracción de arena de los fondos del mar conlleva varios inconvenientes. El primero es evidente: remover esos ecosistemas vírgenes altera de forma sustancial todas las especies que viven en ellos, lo que se traduce en una clara pérdida de biodiversidad. Además, mover estos sedimentos de un lugar a otro implica desplazar ejemplares de fauna y flora que podrían volverse invasores en su nuevo destino. El segundo es operativo: hay que repetir el proceso cada cierto tiempo porque toda la arena que se deposita de forma artificial vuelve a ser engullida por el agua de forma periódica. Y el tercero, económico: el proceso es tremendamente costoso.

«Las realimentaciones de playas no aguantan más de cinco años, porque los temporales de Poniente vuelven a llevarse la arena», recalcan desde Ecologistas en Acción, que denuncia además que estos vertidos «sepultan» hábitats valiosos.

Las playas de Baleares se ven especialmente amenazadas

Las playas de Baleares se ven especialmente amenazadas / Agencias

Según datos publicados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, desde 2010 España ha destinado 18 millones de metros cúbicos de arena a ‘rellenar’ las orillas del litoral nacional. La mayoría ha ido a parar a la costa mediterránea y, más concretamente, a las provincias de Málaga y Cádiz.

La subida del mar se tragará muchas playas

Y es que la NASA ya ha puesto el foco sobre los territorios que baña el mar Mediterráneo: la agencia espacial alerta de que será la zona más afectada por el deshielo que ha desencadenado el cambio climático. Tanto es así que el Centro Oceanográfico de Baleares publicó un estudio en 2022 con cifras más que alarmantes. Sus científicos afirman que hay más de medio centenar de arenales en peligro en el archipiélago. En concreto, están en ‘alerta roja’ 25 playas de Mallorca, 33 de Menorca, 7 de Ibiza y 6 de Formentera.

No es, ni de lejos, el único organismo que realiza continuos llamamientos a la acción. Expertos del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea) han medido mes a mes la subida del nivel del mar en las últimas décadas y han llegado a la conclusión inequívoca de que el ritmo se acelera cada vez más. Entre 1948 y 2019, el incremento anual fue de 1,6 milímetros. Fue entonces cuando la tendencia se desbocó hasta casi verse duplicada y alcanzar los 2,8. El calentamiento de las aguas (que provoca su expansión) y el aumento de su masa por la fusión de los glaciares de Groenlandia y la Antártida tienen la culpa.

Previsión de subida del nivel del mar

Previsión de subida del nivel del mar / IPCC

Para hacerle frente, sobre la mesa del Consejo de Ministros está la actualización del Reglamento de Costas, un paso adelante muy criticado por los empresarios vinculados al turismo (afirman que permitirá la expropiación de terrenos que estén demasiado cerca del mar), pero que el Ministerio para la Transición Ecológica defiende ante la imperiosa necesidad de adaptar la normativa a la «nueva realidad climática». Y es que la línea de costa no será ya la misma que cuando se aprobó la frontera del dominio público.

El problema radica en que la arena, el segundo material con más demanda en el mundo tras el agua, es cada vez más escasa

Además, la arena se está convirtiendo en un material cada vez más escaso. Y hay que poner la vista más allá de España y mucho más lejos de las playas. La propia ONU ha situado a la arena como el segundo recurso más demandado a nivel mundial, solo por detrás del agua. La razón es simple: se usa para todo y su disponibilidad es vital para el sector de la construcción (es uno de los componentes principales del hormigón, el asfalto o el cristal) y también para el de las nuevas tecnologías (las pantallas táctiles de móviles o tabletas electrónicas la llevan). Y, tal y como denuncia la ONU, en la mayor parte del planeta su extracción, suministro y gestión no están regulados.

Reducir su consumo

Entre las soluciones que plantea el organismo internacional está evitar su consumo innecesario, priorizar materiales alternativos y reciclados y reducir el impacto de las extracciones con un código de buenas prácticas. Pese a que se debería dar por sentado, tampoco es posible conceder excepciones a los planes de reducción de emisiones para mitigar los efectos del calentamiento global.

Aunque España está en la lista de países más afectados por esta carencia, lo cierto es que hay otros territorios en los que el problema impacta con más fuerza si cabe. Y son, cómo no, los más desfavorecidos. Un estudio de 2021 firmado por investigadores de la Universidad Estatal de Michigan (EEUU) señala el drama que se vive, por ejemplo, en Indonesia, donde estos sedimentos se convierten en la mercancía de redes corruptas que arrasan las playas para exportar este preciado material a otras partes del mundo.

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ENTREVISTA. Jorge Guillén Aranda, ICM-CSIC

“No va a haber disponibilidad de arena para todas las playas”

Si la evolución actual persiste, las playas de Baleares podrían retroceder hasta 50 metros. Es una de las conclusiones de uno de los últimos informes del grupo Procesos Sedimentarios Oceánicos y Litorales del Instituto de Ciencias del Mar del Barcelona (ICM-CSIC).

Jorge Guillén Aranda

Jorge Guillén Aranda / ICM

-La arena es el segundo recurso más demandado a nivel mundial. ¿Por qué?

-Porque se utiliza para todo, especialmente para la construcción, y es un bien que en muchos países no existe.

-¿Puede su escasez afectar a esa imagen de sol y playa que proyecta España?

-Sin duda. Tenemos recursos limitados. Los hay renovables, que proceden de ríos y torrentes, y no renovables, que se encuentran en la plataforma continental. Pero, ante una demanda generalizada y que probablemente se incremente en el futuro, no va a haber disponibilidad para alimentar todas las playas. Hay que repensar el modelo a 20 o 30 años vista. No solo hablo del ‘sol y playa’, también de la protección de la costa.

-Las catástrofes naturales que provoca el cambio climático no ayudan. Sin embargo, el ser humano es en gran medida culpable.

-La mayor parte de los problemas que tenemos no son achacables al cambio climático. Hay un déficit de sedimento por la reestructuración de las cuencas hidrográficas, por los cambios que hemos hecho y por la ocupación de las playas, a las que hemos sustraído una parte importante de su esencia. Todo ello facilita la erosión y dificulta la recuperación tras los temporales.

-¿Es la solución extraer arena del fondo del mar?

-Es equivalente a una exploración minera. Debe ir acompañada de un estudio del impacto ambiental y no se puede hacer, por ejemplo, al lado de una pradera de posidonia. Tiene un impacto, pero, no seamos hipócritas, también lo tiene construir una carretera que atraviesa una montaña. Hay que valorar si sus beneficios compensan. El problema es que los depósitos de la plataforma continental no son renovables. Esa arena se depositó allí hace millones de años y, cuando se use, desaparecerá. Hay que plantear hasta qué punto es un recurso estratégico. Y no hay que perder de vista que, cuando se regenera una playa, hay que repetir el proceso cada cierto tiempo.

-¿Vale cualquier arena para cualquier playa?

-Lo ideal es que tenga unas características parecidas a la original. O incluso un poco más gruesa para evitar que la erosión sea rápida.

-¿Qué pasos hay que dar para poner fin al problema?

-Primero, definirlo. Después, establecer una planificación a medio o largo plazo. Porque no hay una solución generalizada, pero sí deberíamos hablar de gestión integral del sedimento y de las cuencas hidrográficas. Luego, de gestión del territorio para ver qué zonas se pueden renaturalizar y devolver al mar la parte que hemos ocupado. Por último, están las medidas científico-técnicas más innovadoras que por sí solas no son suficientes pero, combinadas con otras, permiten hacer una adaptación progresiva. Hablo de campos de dunas, de disipar la energía del oleaje fomentando la renovación de las praderas de posidonia…

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Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es