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En la capital francesa también hay una Plaza Catalunya, diseñada por Ricardo Bofill y elegida para plantar el primer “bosque urbano”

La parisina place de Catalogne, en obras.

La parisina place de Catalogne, en obras. / Enric Bonet

Enric Bonet

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París también tiene su Plaza Catalunya. Situada cerca de la estación de Montparnasse, uno de los centros ferroviarios más importantes, la Place de Catalogne es uno de los lugares más extraños de la ciudad. Representa prácticamente la única plaza construida en los últimos 40 años en esta localidad conocida por sus históricas y monumentales plazas de la Concordia, de la Ópera o de los Vosgos. Diseñada en 1985 por el arquitecto catalán Ricardo Bofill, pretendía encarnar la modernización de la franja occidental de la 'rive gauche' y la conversión en centro de negocios de esta zona del sur parisino. Al final quedó como un lugar de paso, inhóspito, que palpita en torno de la torre de Montparnasse, considerada como uno de los edificios más feos de París.

El Ayuntamiento parisino intenta ahora darle una nueva vida a la Place de Catalogne. La ha convertido en un lugar precursor de la ambiciosa política de vegetalización de la alcaldesa socialista Anne Hidalgo. Allí verá la luz el primer “bosque urbano” de la capital. Unos 470 árboles y arbustos serán plantados en el centro y las zonas colindantes de esta plaza, cuyo nombre es un homenaje a la comunidad española, encabezada por el artista expresionista Eduardo Pisano, que vivió en el barrio de Montparnasse desde mediados del siglo XX.

La fuente, que destacaba por la ausencia de ornamentaciones, ha sido desballestada. El centro de la plaza resulta, ahora mismo, un descampado ocupado por excavadoras y material de construcción. En uno de sus márgenes, cuatro obreros continuaban arrancando el asfalto de las aceras durante una mañana soleada de primavera. Las obras empezaron hace un año y deberían terminarse en junio de 2024, pocas semanas antes del inicio de los Juegos Olímpicos. Algunos vecinos se muestran desesperados por el tiempo en que lleva este lugar patas arriba. “Era una zona bonita y mira ahora cómo está”, decía un joven a su acompañante mientras pasaban delante de una estación de autobuses, también llamada Place de Catalogne.

Espacio sin alma

“Antes era un lugar totalmente asfaltado, sin árboles y representaba un foco de calor urbano. La fuente no funcionaba desde hacía años y la plaza se había convertido en un lugar de paso”, explica a EL PERIÓDICO el concejal Christophe Najdovski, encargado de la vegetalización y los espacios verdes, para justificar la elección de este lugar para convertirlo en el primer “bosque urbano” parisino. 

La controvertida Place de Catalogne, con reminiscencias arquitectónicas al lugar homónimo en Barcelona, destaca por la concepción posmodernista de la arquitectura de Bofill. Edificios con columnas y frontones de inspiración clásicas, pero con grandes ventanales oscuros, rodean esta plaza, con vistas privilegiadas a la Torre Eiffel. No es un lugar feo a nivel arquitectónico. Pero nunca caló entre los habitantes del distrito XIV y se convirtió en un espacio sin alma.

“Hasta ahora, esta plaza era únicamente una gran rotonda”, asegura Clotilde Durand, de 34 años, una vecina de la zona. “Solo hay asfalto y en el verano te mueres de calor”, añade sobre la poca presencia de árboles en este barrio del suroeste de la capital, cuya conversión en distrito empresarial genera debate desde hace años. La plantación del primer “bosque urbano” “servirá para favorecer un cambio de paradigma de la ciudad y el hecho de que esta plaza deje de ser un lugar de paso y se convierta en un lugar de vida”, sostiene Najdovski sobre una iniciativa guiada por el modelo de la “ciudad de los 15 minutos” —más verde, más cercana y multifuncional— impulsado por la socialista Hidalgo.

Una ciudad patas arriba por las obras

El “bosque urbano” se extenderá en las calles colindantes de la Place de Catalogne y tendrá una extensión de unos 4.000 metros cuadrados. El acceso a buena parte de estos espacios verdes quedará prohibido al público, con el objetivo de que crezcan con mayor naturalidad. Una característica, junto con su extensión, que distingue estos “bosques urbanos” —un nombre algo pomposo— de un parque tradicional. El Ayuntamiento impulsa iniciativas parecidas en la plaza Colonel Fabien y en la puerta de Vincennes (este), donde habrá el eje verde de este estilo más extenso, de unas 3,5 hectáreas. 

Durante este mandato, que concluirá en 2026, la municipalidad ha previsto plantar unos 170.000 árboles nuevos. Sin duda, se trata de una cifra importante teniendo en cuenta que la localidad cuenta con unos 500.000, más de la mitad de ellos se encuentran en los grandes bosques de Boulogne y Vincennes. Los llamados “bosques urbanos” representan solo un pequeño porcentaje de estas plantaciones. “Los árboles son nuestro mejor aliado contra el cambio climático, ya que sirven para reducir los focos de calor urbano”, destaca Najdovski. 

Aunque sus políticas verdes fueron una de las claves de la reelección de Hidalgo en 2020, una parte de los parisinos no solo rechazan estas medidas, sino que muestran su exasperación por una ciudad patas arriba por las obras previas a los Juegos Olímpicos. Incluso hace tres años surgió el movimiento #SaccageParis, muy crítico con estas transformaciones urbanas y con la suciedad y la inseguridad en la capital.

“Es una catástrofe la situación actual. Llevamos dos años con obras y los comerciantes hemos perdido muchos clientes. Antes tenía unos 300 al día, ahora solo 120”, lamenta Sacha Peltier, de 40 años, vecina de la Place Catalogne desde que era una niña y propietaria de una tienda de cigarros de lujo. “Cuando hay obras, siempre supone un momento desagradable”, reconoce Najdovski. “Pero ya veréis cómo será muy diferente a partir del verano del año que viene”.

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