No solo fútbol
Ya están aquí los comunistas
El ministro Garzón ha anunciado la inminente aprobación de un real decreto para limitar la publicidad de las apuestas deportivas, una buena y necesaria noticia
Josep Martí Blanch
Periodista
Josep Martí Blanch
Como ludópata soy un desastre. Y eso que de niño apuntaba maneras. Recién acabado el biberón (entonces la teta era un atraso), emprendí una carrera de quinielista obsesivo. Sisaba el monedero materno en busca de las monedillas que me permitían ir a la taberna a sellar el boleto, poniéndome en una cola que en mi memoria es larguísima y huele todavía a caliqueño. Hasta que se consumó el desastre. Un domingo, con 10 años, me convertí en un acertante de la máxima categoría. ¡Qué subidón! Me abracé a mi padre y en las horas que pasaron hasta que se hizo público el escrutinio hicimos una lista con todo lo que compraríamos. Nada de tapar agujeros, que nada se debía. ¡A lo grande! Compraríamos una casa, electrodomésticos, un coche y viajaríamos por todo el mundo.
Luego llegó el gran gatillazo. La televisión nos informó de que toda España compartía mi fortuna. Gané 5.000 míseras pesetas (30 euritos de la época). Ahí se acabó mi prometedora carrera como apostante. Punto final. Solo alguna escaramuza con las cartas en el internado, aprovechando las vulnerabilidades de algún compañero de estudios que pagaba las deudas contraídas al siete y medio con discos de heavy metal, lociones after shave y fuets que su madre le ponía con cariño en la maleta para hacer más llevadera la semana. Esto es todo lo que ha dado de sí mi vida como jugador. Fiódor Dostoievski conmigo no habría escrito ni tan siquiera un párrafo de 'El jugador'.
Si damos por bueno el libre albedrío, démoslo hasta el final y que vuelvan también los anuncios del 'cowboy' de Marlboro
Claro que entonces ni se intuía que el deporte, y en particular el fútbol, acabaría por ser el decorado de una nueva Sodoma y Gomorra particular de las casas de apuestas, convertidas en una epidemia que se expande a través de anuncios, promociones, patrocinios, famosillos e 'influencers'.
Entendámonos. No es que nos haya sobrevenido un ataque de puritanismo y moralidad, a fin de cuentas cada uno se arruina como quiere. Pero si damos por bueno el libre albedrío, démoslo hasta el final y que vuelvan también los anuncios del 'cowboy' de Marlboro, la rubia del caballo de Centenario de Terry y, ya puestos, un 'hipster' del Born aconsejándonos sobre las mejores semillas de marihuana para plantar en el balcón. Arruinémonos primero y murámonos después, hartos de fumar, beber y apostar.
Solo la Real Sociedad resiste
Diecinueve de los 20 equipos de Primera División tienen casas de apuestas como patrocinadores. Solo la Real Sociedad se resiste, de momento, a embolsarse las monedas de Judas a cambio de sumarse al ejército de embajadores que practican el proselitismo sobre lo bueno y sano que es tirar los cuartos desde el sofá de casa, adivinando quién chutará el próximo córner o de qué lado va a caer la próxima tarjeta amarilla.
Pongámonos serios por unas líneas. Vivir es arriesgado. Uno puede echarse a perder con cualquier exceso. Incluso con la lectura, como 'Don Quijote'. Pero que la ludopatía, a diferencia de los libros, es un grave problema de salud pública no es asunto que pueda dudarse. El comunista Alberto Garzón, flamante ministro de Consumo, lo tiene claro y ha anunciado la inminente aprobación de un real decreto para limitar la publicidad de las apuestas deportivas. Es una buena y necesaria noticia. No van a estar contentos los medios de comunicación y tampoco los empresarios del juego, que se defenderán argumentado que el sector genera un volumen de negocio que ayuda a crear riqueza y puestos de trabajo en el país. Son argumentos pobres, en la medida que podrían ser copiados por cualquier colectivo, incluido el de los traficantes de heroína, en el caso que su actividad contase con el beneplácito del Estado.
Si finalmente la medida ve la luz, quizá podamos sacarnos de encima las voces graves, ampulosas y afectadas de actores como Jose Coronado tratándonos como soberanos imbéciles en los descansos de los partidos. Decíamos que la vida es riesgo. Añadamos que también es una caja de sorpresas: nunca habría imaginado que acabaría debiéndole favor tan grande a un comunista.
Prohibido apostar con tarjetas de crédito
El Reino Unido es el lugar con mayor tradición apostando. Por apostar, hasta se puede hacer sobre la política. Es también el sitio con más ludópatas. Se cuentan hasta 430.000, según algunas estimaciones. El debate gubernamental sobre el juego es recurrente. Ahora, el Ejecutivo ha decidido poner un parche para ayudar a los enfermos de las apuestas, prohibiendo que puedan hacerlo utilizando tarjetas de crédito. Tan solo se podrá apostar con las de débito o con depósitos previos. Con esta medida, los jugadores británicos, predispuestos a perderlo todo, solo podrán jugarse los calzoncillos que llevan puestos..
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