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El cielo puede esperar

Algo pasa cuando se critica a los demás su falta de coherencia y el eco te devuelve que la incoherencia eres tú. Algo sucede cuando predicas conciencia y el espejo te ofrece vinagre

Lorena Roldán, en el Parlament durante la moción de censura contra Quim Torra.

Lorena Roldán, en el Parlament durante la moción de censura contra Quim Torra. / LLUÍS GENÉ / AFP

Josep Cuní

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El día que Lorena Roldán pretendió subir a los cielos, su partido ya había ingresado en el purgatorio. Ese estado transitorio del alma donde se expían los pecados todavía por perdonar. Esa zona de espera que no está ni arriba ni abajo, sino en medio. No has sido lo suficientemente malo para ir al infierno pero apuntas maneras que deberías corregir. Tampoco demasiado bueno como para entrar en la gloria, de momento. Por eso, los motivos que niegan el pasaporte para la felicidad eterna son de obligada expiación temporal. El purgatorio. Allí donde Abraham Lincoln situaba el matrimonio, Joaquín Sabina el lunes al café del desayuno y los futboleros a los equipos que se mueven habitualmente en el centro de la clasificación. Por ejemplo, el Espanyol.

El purgatorio más famoso es el de la Divina Comedia. En él, Dante sitúa la redención de los siete pecados capitales en la ladera de una montaña que hay que ir escalando para alcanzar la cima. El éxito en la tierra que persigue Albert Rivera. Pero conseguirlo no es tan fácil como a veces se pretende. El mito de Sísifo nos lo demuestra. Y Ciudadanos empieza a entenderlo ante la amenaza de, en el último aliento, ver rodar la piedra que te obliga a volver a empezar.

Hubo un tiempo, tras su salto a toda España, que el partido naranja simulaba el equilibrio que nunca procuró en Catalunya. Quienes recuerden sus orígenes sabrán la función que se impusieron, tan legítima como controvertida, contra la transversalidad de entonces en la defensa de la inmersión lingüística. Históricos para el momento eran los encontronazos en el Parlament y los platós con el polo opuesto representado por Alfons López Tena. Pero aquellos supuestos que les abrieron las puertas de los despachos más influyentes del reino, necesitados como estaban de encontrar en las ideas liberales el fiel de la balanza de los excesos hispanos, se truncaron por las veleidades de poder que el auténtico poder no perdona. Era cuando la nueva política venía a sustituir a la vieja. Rémora de tiempos de cólera, obstáculo para limpiar la corrupción, dificultad para sanear un país cansado de sí mismo. Pablo Iglesias les ayudó en el intento. Desde la otra orilla, la que avistaba el banquero que concluyó que se necesitaba un Podemos de derechas. Y ahí están ahora los partidos históricos. Reanimados en su mala salud de hierro.

Algo pasa cuando se critica a los demás su falta de coherencia y el eco te devuelve que la incoherencia eres tú. Algo sucede cuando predicas conciencia y el espejo te ofrece vinagre. Algo ha cambiado cuando el Titanic se va vaciando aunque la orquesta siga sonando. Lo dicen las encuestas, y aun mirándolas con cautela, algo de agua llevarán porque el río suena. Tan coincidentes son los sondeos que algunos incluso pronostican que Vox les puede superar. Tiene su lógica. Si de instalarse en los feudos de la derecha se trata, nadie mejor para defenderlos que aquellos que nacieron en ella, por ella y para ella. ¿Luego? ¿Está Ciudadanos en el lugar adecuado en el momento preciso? La respuesta dependerá de los propósitos que tanto el partido como su líder se hayan marcado. Y son muy libres de mantenerlos a pesar de que buena parte de sus votantes no los entiendan y de defenderlos a pesar de que buena parte de sus argumentos no lo parezcan.

Por eso, el ejercicio de Lorena Roldán de esta semana ha sido tan esforzado como efímero. Pensado para interpretarlo en Catalunya pero con la mirada puesta en su repercusión en el resto de España, el debate sobre la moción de censura al presidente de la Generalitat se troncó en una flecha que apuntaba a una diana diferente. Y Miquel Iceta puso la mejilla allí donde asomaba el rostro de Pedro Sánchez. Las entrevistas programadas en todas las grandes cadenas españolas durante los días previos y posteriores se convirtieron en la prueba del algodón. Y su obsesión sobre los medios públicos, en la cera deslizante de algunas intervenciones ya conocidas en Catalunya sobre la misma cuestión. Y así, lo que tenía aires de puesta de largo se convirtió en un ejercicio de inmolación. Y tal cual. Para el CEO, ella es la peor valorada y sus votantes los más insatisfechos.

A finales de los setenta, Warren Beatty aumentó su innata capacidad de seducción con El cielo puede esperar. Estaba en la cuarentena y su personaje provocó tantas pasiones como suspiros. En la película, se argumenta que la probabilidad de que una persona tenga razón aumenta en relación directa con la insistencia en convencerla de su error. La proyectan en la Moncloa.