Natación artística

Euforia, lágrimas y amistad en la redención de la sincro: "Somos una gran familia"

La natación artística española alcanza el bronce 12 años después el día en que Anna Tarrés concede a China su primer oro y Andrea Fuentes levanta desde la nada a EEUU con la plata.

El equipo español de natación artística, tras la rutina acrobática que le concedió el bronce.

El equipo español de natación artística, tras la rutina acrobática que le concedió el bronce. / Efe

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

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La explosión de alegría en el Centro Acuático de Saint-Denis fue tal que las celebraciones parecían no tener fin. Antes de la ceremonia en la que el equipo español de natación artística iba a colgarse el bronce, las nadadoras llegaron a la zona de vestuarios. Y, lejos de las cámaras, se dejaron llevar. Aún más. Gritaban. Lloraban. «¡Lo conseguimos!», decían. «Somos una gran familia», admitía Blanca Toledano. Ona Carbonell las estaba esperando. Quería abrazar a quienes, 12 años después, devolvían al podio olímpico a una España que pudo vivir su gran redención.

El momento fue especial. Porque, en la piscina parisina, pasado y presente retozaron en un capítulo metafórico de una disciplina durísima, y donde el sacrificio supone un precio demasiado alto a pagar cuando no hay recompensa.

El mismo día en que esa España entrenada por la japonesa Mayu demostraba que había vida detrás de las antiguas leyendas, la barcelonesa Anna Tarrés y la tarraconense Andrea Fuentes celebraban también sus éxitos. Tarrés llevó a China a su primero oro olímpico en la disciplina. Y Fuentes, como seleccionadora de Estados Unidos, construyó desde cero y sin ayudas un proyecto en el que nadie creía. Fue plata. 

Tarrés, personaje icónico en el que China confió, iba de un lado a otro. «Estas mariposas en el estómago hacía mucho que no las tenía. ¡Es un oro!», insistía, mientras contaba cómo se las había apañado para traer calçots y salsa romesco a Pekín.

Detrás de Tarrés, esa nueva generación española que comenzó a probarse en los Juegos de Tokio vivió su gran día de gloria. «Qué más podemos pedir. Este equipo es muy especial. Pasamos tantas horas juntas...», decía Iris Tió, referente de la nueva era y compañera de dúo de Alisa Ozhogina, siempre con su gracia sevillana: ¡Estoy eufórica! Este año fue muy duro, pero yo sabía que el destino nos ayudaría. Estamos riendo, llorando... Las del equipo no van a dormir. Pero yo tengo que dormir, hijo». Compiten viernes y sábado. El periodista la miró desconfiado, y ella no pudo más que reír. Con los ojos muy rojos.