Boxeo

Rafa 'Balín' Lozano y un abrazo desgarrador con su padre: "Le he dicho que esté orgulloso"

A Lozano Jr. se le escapa la medalla olímpica en boxeo (-51 kilos) 24 años después de la plata de su padre en los Juegos de Sidney

Rafa Lozano Jr. junto a su padre y entrenador, durante el combate de cuartos.

Rafa Lozano Jr. junto a su padre y entrenador, durante el combate de cuartos. / Europa Press

Francisco Cabezas

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La altura de Rafa Lozano Jr., alias 'Balín', es imposible medirla por su estatura. No llega al 1,55. A duras penas supera también el metro y medio su padre, Rafa Lozano, a quien llamaban 'Balita'. Aunque al verlos abrazarse en las entrañas del pabellón North Arena de París, llorando sin parar 'Balín', inconsolable y sin apenas poder hablar, ambos parecieron gigantes.

El cordobés Rafa Lozano Jr., a sus 19 años se ha pasado media vida escuchando que todo lo que conseguía en el boxeo lo hacía porque su padre era quien era (sí, plata en Sidney 2000, bronce en Atlanta 96, e incluso quinto en su furiosa irrupción en Barcelona 92). Tenía la necesidad de reivindicarse. Y no de cualquier manera, sino haciendo historia. Pero se topó en los cuartos de final de la categoría de -51 kilos con Yunior Alcántara, un dominicano escurridizo que se pasó el combate alzando la mano, impactara o no contra su rival y tratando de condicionar a los jueces. Le sirvió para imponerse por decisión dividida (2-3).

'Balín', después de un tiempo eterno en que no encontraba la manera de que cesaran las lágrimas, se fue hacia el vestuario. Allí se calmó junto a su padre. Y revisó el combate. "No me siento perdedor. El primer asalto sí, los otros dos, no. No justifico la derrota, pero no sé lo que han valorado los jueces".

Rafa Lozano al conocer su derrota ante el dominicano Alcántara.

Rafa Lozano al conocer su derrota ante el dominicano Alcántara. / Efe

Un diagnóstico que compartió su padre: "El dominicano sólo se ha dedicado a moverse. Pero en el boxeo no gana quien más defiende, sino quien más conecta".

Antes padre que entrenador

No era momento de que 'Balita' se comportara con 'Balín' como la rectitud de un entrenador, sino con el cariño y el amor de un padre. Por eso acariciaba el cuello a su hijo, y le decía a su hijo que debía seguir adelante. Que bastante habían luchado juntos ya.

"Le he dicho que estoy orgulloso de él, feliz por él. A los Juegos no viene cualquiera. Y se lo ha ganado por méritos propios, no porque sea mi hijo. Que muchas veces es lo que la gente dice. Le he dicho también que esté tranquilo, que sea feliz. Está derrotado ahora. Pero cuando vea lo que ha hecho, lo grande que ha sido, cuando vaya a Córdoba y lo paren... Es quinto del mundo, y con 19 años. Le queda mucho camino, aunque a veces ese camino, con una medalla, sea diferente".

Nueva era

Lozano Jr. representa esa nueva era del boxeo en España, tantas veces luchando por alejarse de la etiqueta de sordidez con la que se suele castigar a un deporte que ha entrado de lleno en los gimnasios de todo el país. Con los prejuicios cada vez más lejos. El equipo español, con Lozano sénior como seleccionador, está completando unos Juegos Olímpicos fantásticos después de años de vacío. De hecho, hasta que el hispano-cubano Enmanuel Reyes Pla no se aseguró la medalla este jueves, el boxeo español no ganaba un metal desde la última proeza de 'Balita' hace 24 años.

Rafa Lozano Jr. ha llegado incluso más rápido a la élite de lo que su padre pensaba. Más aún después de que tuviera que operarse de los dos brazos en 2023. El maldito tendón del bíceps, tan castigado siendo tan joven. Pero se recuperó tan rápido, tan bien de las lesiones, que incluso el patriarca se recrea con los 'crochets' de su hijo, que incluso parece que han ganado fuerza.

Si acaso, al padre del medallista olímpico en París sólo le descuadra que su hijo no quisiera estudiar más allá del Bachillerato. Pero poco podía hacer ante el amor por el ring de 'Balín', que pese a que hubo un tiempo en que le interesó la gimnasia, el taekwondo o incluso el fútbol, acabó haciéndose adicto del cuadrilátero de tanto acercarse a las cuerdas desde que era un crío.

Ahora tendrá que gestionar un mal desconocido, el de quedarse a un paso de la gloria.

El abrazo de un padre ayuda. Y consuela.