JUEGOS OLÍMPICOS | TENIS

Las imbatidas Bucsa y Sorribes eran la apuesta segura en el dobles: lucharán por las medallas tras un agónico Super Tie Break

Las españolas, que han ganado todos los partidos que han jugado juntas desde que debutaron como pareja casi de rebote en el Mutua Madrid Open, se clasificaron para las semifinales tras imponerse a las hermanas Kichenok (6-3; 2-6; 12-10)

Daniel Gómez Alonso

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Nadie tenía ojos para ellas. La realidad, no nos vamos a engañar, es que el Nadal-Alcaraz opacaba, de forma un tanto injusta, al resto de tenistas españoles en París. Pero mientras los focos apuntaban al que quizás ha sido el dúo más mediático de la historia del tenis, otra pareja española iba pasito a pasito avanzando fuera de los focos en el cuadro femenino. Hasta que de repente, con Nadalcaraz fuera de combate, los focos apuntaron a Sara Sorribes y Cristina Bucsa. Y ellas, lejos de sentirse heridas en su orgullo, respondieron como mejor saben, compitiendo hasta el extremo, una característica de la que siempre han ido sobradas. Y ganando en un agónico desempate en el tercer set (6-3; 2-6; 12-10) a una pareja consolidada como la que conforman las hermanas gemelas Kichenok, Lyudmyla y Nadiya, para meterse en semifinales y confirmar que son, por derecho propio, la pareja buena de la delegación española en los Juegos Olímpicos.

El inicio del partido fue una montaña rusa, un carrusel de roturas de servicio con juegos eternos, como suele suceder en esta modalidad. Ambas parejas cedieron sus saques en cuatro ocasiones para llegar igualadas al 3-3. Ahí, en lo que los expertos consideran el juego más importante de cada set, las españolas volvieron a quebrar a las ucranianas y Sorribes dijo basta. Sacó adelante su juego en blanco, ayudada por una Bucsa muy acertada en la red, y pudo por fin confirmar una rotura para poner el 5-3 que encarriló el primer parcial, que certificaron precisamente, otra vez, al resto.

Reaccionaron las gemelas, que han disputado muchísimos torneos juntas y conocen perfectamente el oficio, en el segundo parcial. Demostrando una afiinidad total, quebraron a Bucsa nada más empezar y se pusieron más firmes al saque, que no cedieron en toda la manga, abocando el partido a un Super Tie Break que habitúa a darle siempre un toque de imprevisibilidad y épica, quizás a veces algo injusta, al desenlace del dobles. Ahí emergió de nuevo la Bucsa del primer set, poderosa en la red, para protagonizar una agónica remontada. De ir 3-7 abajo a ponerse con dos bolas de partido tras ganar seis puntos consecutivos. Y al 12-10 definitivo tras dejar escapar sus primeras oportunidades. En un choque con continuos breaks, llenos de lucha y desgaste, las españolas encontraron la gasolina para sacar todo lo que tienen cuando todo parecía perdido. Y se lo llevaron.

De Madrid a París

En el espíritu guerrero de Sorribes (71ª del mundo y 27 años) y de Bucsa (60ª y 26), dos currantes y fajadoras del circuito, está el secreto. La castellonense llegó a París dispuesta a vivir una maratón. En el cuadro individual cayó tras poner contra las cuerdas a la campeona de Wimbledon, Barbora Krejcikova, despidiéndose entre lágrimas. Perdió a las primeras de cambio en el mixto con Marcel Granollers y ahora ha encontrado su gran opción en el dobles. Por su parte Bucsa, nacida en Moldavia pero afincada en Cantabria desde los tres años, no pudo el lunes con Leylah Fernandez. Pero el destino les tenía reservado rozar la gloria con las manos juntas.

Algo que ya hicieron hace alrededor de tres meses, cuando se juntaron de rebote y a última hora para hacer pareja en el Mutua Madrid Open. Un debut como pareja que las coronó, para la sorpresa de todos, incluso de ellas mismas, como campeonas, y que les llevó a ver con bueno ojos la aventura del dobles en los Juegos. Aunque en ese intervalo de tiempo no volvieron a jugar juntas, ambas eran conscientes de que su conexión podía ser ganadora, y se reencontraron en París, donde ya han ganado tres partidos.

En total, han disputado ocho choques juntas, y se han apuntado los ocho. Una racha que trataran de mantener hasta "el oro", ese que mencionó entre risas Bucsa apenas unos segundos después de ganar el Masters 1.000 de la capital española, en un augurio que ahora parece de todo menos una broma. Porque la cuenta atrás ha empezado para las imbatidas, y ellas solo saben lo que es ganar juntas: ya solo quedan dos para alcanzar la gloria olímpica.