Entrevista

David Cal, piragüista olímpico: “Cuando gané el oro en Atenas sentí que rompía una maldición”

“Reconozco que llevé muy mal lo de ser famoso porque, a esa altura de mi vida, era muy introvertido. Ahora comprendo que eso forma parte del éxito de un deportista, pero confieso que no llegué a asimilar las repercusiones que conllevaba”

David Cal, en su despacho de la Universidad Católica de Murcia (UCAM).

David Cal, en su despacho de la Universidad Católica de Murcia (UCAM). / UCAM

Salvador Rodríguez

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Confiesa que, en su época triunfal, quizás no supo asimilar los “efectos secundarios” de la fama que le proporcionaron sus éxitos deportivos debido a su timidez, pero hoy, en las distancias cortas, quien nos atiende es un David Cal (Galicia, 1982) relajado, distendido, en su despacho de la UCAM (Universidad Católica de Murcia), en la que trabaja desde hace ocho años. Y es que estamos ante el deportista español con mejor palmarés de medallas olímpicas. Ahí es nada: oro y plata en Atenas 2004, dos platas en Pekín 2008 y una plata en Londres 2012. También ganó cinco medallas en el Campeonato Mundial de Piragüismo entre los años 2003 y 2011 y cinco en el Campeonato Europeo entre 2004 y 2012. Candidato finalista al Premio Príncipe de Asturias de los Deportes en 2013, ha recibido la Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo, la Medalla de Oro del Mérito Deportivo en 2006 y el Premio Don Felipe de Borbón al mejor deportista español del año 2004.

Ya tenemos a la vista la celebración de unos nuevos Juegos Olímpicos. ¿Qué sensación tiene cuando, después de retirarse en 2015, se percata de que no estará en París para competir?

Yo diría que la sensación mayor que tengo es la de lejanía. La verdad es que todo aquello me parece muy lejano, como si hubiese pasado hace mucho más tiempo del que en realidad ha transcurrido, y el caso es que yo me retiré en 2015, con lo cual no se han cumplido siquiera diez años. Y es cierto que, inmediatamente después de mi retirada, en los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro, aún sentía cierta envidia (sana, que conste) de no poder estar allí con los demás deportistas, pero a medida que pasan los años lo voy viendo con otra perspectiva.

Pero estará atento a estos Juegos, sobre todo a las pruebas de piragüismo.

Eso sí, por supuesto que sí.

¿Y desde dónde los verá?

Desde Cangas, seguro, desde mi casa.

¿No le han hecho una oferta como comentarista?

No, pero aunque me lo propusiesen lo recharazaría. Quiero estar con mi familia y andar por Galicia, sobre todo por Cangas.

El piragüismo suele garantizar medallas para España. ¿También esta vez?

Pues está claro que es uno de los deportes, sino en el que más, opciones tenemos. En el K-4, por ejemplo, con Saúl Craviotto, Arévalo, Marcus y Germade, hay muchas posibilidades. También tenemos a las chicas de canoa, tanto en el C-1 como el C-2, con Antía Jácome y María Corbera, y en el C-2 masculino…en fin, que hay muchas pruebas en las que competiremos por las medallas, yo calculo que cuatro cinco.

¿Cree que algún gallego que, en principio, apenas cuenta en los pronósticos, nos puede dar una gratificante sorpresa?

Tengo mucha fe en Pablo Crespo que, además, compite en la prueba que hacía yo, el C-1. Pablo es de Pontevedra, y sus padres, José Manuel Crespo y Sara Penas, fueron compañeros míos, y también olímpicos; yo competí muchas veces con él, y Sara estaba en el equipo de K-4 con Teresa Portela.

Usted ya tenía varios campeonatos internacionales en su palmarés, y sin embargo, antes de las primeras Olimpiadas en las que obtuvo medalla, fuera del mundo del piragüismo era un absoluto desconocido.

En 2004 no se sabían tantas cosas de los piragüistas como se saben ahora, sobre todo gracias a las redes sociales. Ese año, por ejemplo, meses antes de ir a los Juegos había conseguido ya dos medallas en los campeonatos de Europa, y el año anterior al de los Juegos, había sido subcampeón del mundo, pero como tú dices en España habían tenido muy escasa repercusión.

2004 fue el año de su eclosión, pero usted ya había estado antes en unas Olimpiadas.

Sí, en las de 2000 de Sidney, pero allí iba como suplente y, como sabía que no iba a competir salvo que surgiese un imprevisto, las disfruté muchísimo (ríe).

A esas alturas el piragüismo español no era tan “medallero”.

Así es. Teníamos la sensación de que hacíamos las cosas bien, pero a la hora de la verdad… De hecho, la última que habíamos conseguido había sido en Los Ángeles 1984, veinte años atrás. Desde entonces acudíamos con opciones, porque conseguíamos campeonatos del mundo y de Europa, pero los Juegos los teníamos atragantados, como si fuese una asignatura pendiente, porque no se materializaban en medallas esas opciones; parecía que nos había caído encima una maldición. Por eso, en 2004, aunque sabía que tenía opciones de medalla, andaba con “la mosca” esa de la maldición detrás de la oreja... hasta que gané y me la saqué de encima.

Echemos un vistazo atrás. Usted nació en un pueblo donde, de niño, más allá del futbol no había muchas más opciones si quería practicar un deporte con “futuro”. ¿Por qué eligió el piragüismo?

La verdad es que de niño yo practicaba todo tipo de deportes, y el fútbol era una de ellos, aunque no era especialmente bueno (ríe). Pero también hacía atletismo… de todo un poco, vaya. Yo me metí en la piragua porque, al lado del colegio de las monjas de Aldán, donde estudiaba, estaba el antiguo club de piragüismo y, claro, pasaba todos los días por delante del club viendo a otros chavales en piragua hasta que un día probé y me gustó, me gustó mucho, al punto de que dejé todos los demás deportes que practicaba y me centré en el piragüismo.

¿Y sus padres qué le dijeron? "¿Y los estudios qué?”, supongo.

Empecé a plantearme seriamente meterme en el mundo piragüismo a los 14 años, cuando ingresé en el Centro de Tecnificación Deportiva de Pontevedra, lo cual me obligaba a desplazarme todos los días allí desde Cangas, y eso, claro, no le gustaba mucho a mis padres. Pero me dejaron ir, aunque fuese a regañadientes, porque es que era mi gran ilusión, y ese fue el primer paso para conseguir hacer cosas importantes. De hecho, allí conocí a Suso Morlán, que fue mi entrenador hasta que me retiré. La vida está llena de etapas y esa era una de ellas, y si hubiese hecho caso a mis padres, que querían que me centrase en los estudios, no hubiese llegado a donde llegué.

¿Tuvo que mediar Suso Morlán para convencer a sus padres?

No, no. Al principio yo era un chaval más, del montón, entre unos veinte o treinta piragüistas jóvenes y, a esa edad, ni siquiera podía decirse que era una promesa. Pero, poquito a poco, fui destacando, consiguiendo resultados…Y después sí que Suso fue crucial porque yo, en realidad, me retiré dos veces del piragüismo.

Eso tiene que contarlo.

Muy poca gente lo sabe, pero cuando tenía 18 años decidí retirarme porque no me veía con mucho futuro, estaba muy desencantado e incluso agobiado. Así que me dije: “Pues para estar mal, mejor me quedo en mi casa”. Y fue entonces cuando Suso Morlán vino a mi casa y me convenció para que retomase los entrenamientos

¿Cuando empezó a sentir o le dijeron algo así como: ”Chaval, tú vales mucho, puedes llegar incluso a competir en las Olimpiadas”?

Eso no ocurre de un día para otro. Es una evolución, la primera vez que conseguí una medalla fue en un campeonato gallego, después en el campeonato español…Y la primera competición internacional que disputé fue en 1999, como campeón junior nacional. Y, bueno, vas marcando etapas y objetivos, pero es duro porque, aunque eres consciente de que vales, a veces se te complica, hay gente que no confía en ti, sientes que no te dan las oportunidades que tú quieres y mereces… Precisamente esa fue la razón por que me “retiré” a los 18 años.

Su especialidad es el C-1. ¿Por qué en ella ha conseguido destacar más que en ninguna otra? ¿No le va lo de integrar un equipo o un dúo?

En realidad hacerlo en categoría individual es mucho más complicado porque no le gusta a todo el mundo y, además, yo nunca tuve un compañero como para formar un equipo que tuviese la suficiente calidad competitiva. Yo era muy ambicioso, quería ser el mejor, y la mejor manera de demostrarlo era en las pruebas individuales, que son las de más nivel, y conste que esto no lo digo en detrimento de los equipos.

Cuando ganó su primer oro y después las otras medallas, empezó a ser famoso, le paraban por la calle y esas cosas, pero luego ¿le empezó a hartar lo de no poder a ir a ningú sitio sin que le dejaran estar tranquilo?

Sí, eso siempre lo llevé muy mal porque, a esa altura de mi vida, en 2004/05 era muy introvertido y, de repente, lo de pasar de ser una persona anónima a que todo el mundo te conozca, te señale, hable de ti…Por una parte gusta que te reconozcan tus logros pero, por otra, ¡uf! Yo comprendo que eso forma parte del éxito de un deportista, pero confieso que no llegué a asimilar las repercusiones que eso conlleva.

Todavía se le recuerda a usted en aquel programa de televisión en el que ya con unas cuantas medallas olímpicas conseguidas, confesó que estaba sin patrocinador.

Sí, es que estaba muy dolido, pero visto con la perspectiva que da el tiempo tengo que reconocer que yo no era precisamente una persona muy atractiva para promocionar una empresa, tanto por mi carácter introvertido como por el propio deporte en sí. Los futbolistas, por ejemplo, están todos los días en candelero, pero los piragüistas… lo tenemos muy difícil. Menos mal que hoy podemos contar con Saúl Craviotto, que es muy mediático pero, claro, es más extrovertido, sabe comunicar, cae simpático…Y esos rasgos no los tenía yo.

¿Por qué empezó a sentir la necesidad de retirarse? ¿Qué pesó más para tomar esa decisión: la cabeza o la capacidad física?

La cabeza, sin duda. Durante algunos años tiré para adelante a pesar de que ya no tenía muchas ganas, pero llegó un punto en el que me dije: “¡Hasta aquí, se acabó!”. Llevaba 14 años viviendo fuera de casa, siempre entrenando y en concentraciones, compitiendo a un nivel bastante alto y no me daba para más mentalmente.

Durante un tiempo dejó incluso de subirse a una canoa. ¿Ya lo ha hecho?

(ríe) Pocas veces, pero sí, ya me he vuelto a subir en canoa. La última fue hace tres o cuatro años… Es que cuando me subo recuerdo las sensaciones que tenía cuando competía y las comparo con las que siento ahora… y no me gusta, incluso intento evitarlo.

En concreto ¿qué es lo que hace en la UCAM?

Trabajo en el Servicio de Deportes de la Universidad, que es el departamento por el que pasa todo lo que tiene que ver con el deporte. Es un trabajo de mucha gestión, de organizar campeonatos internos, carreras populares, conferencias deportivas…Y desde hace unos años se hizo un equipo de piragüismo en el que están Craviotto, Teresa Portela… que es el que coordino yo. Y, por último, hay otra sección de piragüismo, con canoa para diez personas, en los que hay unos veinte chavales a los que entreno.

¿Cuáles son los consejos que le da a los chavales y chavalas que quieren brillar en este deporte?

Que disfruten de lo que hacen porque, si no, por muy bueno que seas, se te va a convertir en una obligación y eso acaba por hartarte.

¿Es usted muy exigente con ellos?

¡Qué va! A fin de cuentas, estamos a un nivel universitario. Yo lo que quiero es que se diviertan pero, eso sí, que entrenen, que entrenen mucho.

¿Tiene fijada la fecha para volver a Galicia?

Cuando llegué a Murcia, pensé que no iba a estar mucho más de un año, pero el caso es que llevo ya unos 8 años y medio y estoy encantado, aunque sufro mucho con el calor que hace aquí, porque hoy, por ejemplo, estamos a 40 grados. Yo, desde luego, no cierro las puertas a Galicia, y de hecho no creo que pase el resto de mi vida en Murcia, pero bueno… todo llegará.

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