Juan Antonio Samaranch: el estadista olímpico
El presidente del COI supo entender como nadie que el deporte siempre es mucho más que deporte
Nunca una vocal neutra había estado tan cargada de significado. "À la ville de Barcelona", dijo Samaranch a las 13.30 horas del 17 de octubre de 1986 cuando, como presidente del COI, anunció la ciudad ganadora de los JJOO de 1992, y pronunció Barcelona no a la francesa, como correspondía al cargo, al momento y al idioma oficial del movimiento olímpico, sino a la barcelonesa. Ese Barcelona, la ciudad natal de Samaranch, pronunciada con la e neutra fue la pequeña debilidad, tal vez el modesto arrebato de orgullo, de un maestro en las sutilezas de la diplomacia, la política y la gestión.
Falangista, procurador en las Cortes franquistas, presidente de la Diputación de Barcelona, logró subir a la misma barca olímpica a un alcalde socialista catalán, a un Govern de la Generalitat convergente y a un Gobierno central felipista y guerrista. Una hazaña menor, diríase, en un currículum que cuenta con hitos como haber gestionado los boicots a los JJOO en lo más caliente de la guerra fría, haber roto el tabú de la participación de atletas profesionales en la competición olímpica o haber creado el olimpismo moderno, convirtiendo a los JJOO en un negocio global y no en una ruina local. Pero en aquella Barcelona, en aquella Catalunya y en aquella España no había hazañas menores.
Los mejores juegos
Que la ciudad natal del presidente del COI logre ser la sede de los JJOO y que estos acaben siendo los mejores celebrados hasta ese momento y un referente a seguir en muchos aspectos (desde la implicación ciudadana hasta el concepto de espectáculo multifacético global) no era una tarea fácil. Samaranch navegó por esa fina línea con la prudencia que le daba conocer los entresijos del escenario político local y el internacional, no en vano había estado implicado en la organización de acontecimientos deportivos desde los Juegos Mediterráneos de 1955. Entre Barcelona-55 y Barcelona-92 median dos mundos: el del franquismo y la democracia; el de una ciudad gris ensimismada y otra vibrante y abierta al mundo; el del Samaranch concejal de deportes del ayuntamiento franquista de Barcelona y el Samaranch en la cumbre del movimiento olímpico, voz esencial en el mapa político internacional pre y post caída del mundo de Berlín, cuando el deporte era mucho más que deporte.
De hecho, Samaranch –que practicó disciplinas como el hockey sobre patines y el boxeo– supo entender como nadie que el deporte siempre es mucho más que deporte. Lo entendió en el complejo teatro internacional de los JJOO de Moscú, Los Ángeles o Seúl, y lo entendió al ver lo que los JJOO harían por Barcelona y España: adelantar el reloj del franquismo, ponerlo en hora con el de resto de Europa, colocarlas en el mapa, convertirlas en referencia de buen trabajo, eficacia y eficiencia.
"À la ville de Barcelona". Esa vocal neutra la pronunció el gran tótem del olimpismo, el estadista, el gestor, el político, el empresario, el deportista y, por supuesto, el barcelonés.
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