LOS 92 DEL 92
Bohigas, la mano que dibujó la Barcelona olímpica
Lo que para otros fue el Everest de su trayectoria profesional, para él fue, simplemente, una línea más de su oceánico currículum
Núria Navarro
Periodista
De acuerdo, los Juegos Olímpicos de 1992 fueron, comparados con alguno de los precedentes y, sobre todo, con los 1996, los de Atlanta, inolvidables. Pero recuérdese, ‘sic gloria transit mundi’, el gozo de los triunfos es efímero. Lo imperecedero vino después. Barcelona, apagado el pebetero, se descubrió a sí misma, de repente, como una ciudad no solo apetecible, sino algo más difícil de conseguir. Pasó a ser una ciudad influyente. Su transformación pasó a ser académicamente estudiada. También premiada. Puede que nada de todo eso hubiera podido suceder si en 1986, cuando se anunció en Lausana el nombre de la ciudad ganadora, Barcelona no hubiera tenido en la sala de máquinas del urbanismo municipal al que tal vez fuera el último de los noucentistes catalanes, Oriol Bohigas, un hombre instruido como mínimo en una decena de artes y convencido de que la sabia acción política hace avanzar las sociedades.
Bohigas, que durante su niñez conoció cómo la Mancomunitat invirtió en ferrocarriles y en bibliotecas, por citar solo dos de los posibles ejemplos, había iniciado ya, antes de 1986, una intensa labor de reconstrucción de la ciudad heredada del franquismo, pero la nominación olímpica le abrió de par en par las ventanas de una transformación más profunda.
En ocasiones, ya anciano, con motivo de la publicación de sus memorias, Bohigas se quitaba méritos. Decía que lo importante de aquellos años fue que Barcelona tuvo la suerte de contar con dos alcaldes consecutivos, Narcís Serra y Pasqual Maragall, con los que se podían mantener interesantísimas conversaciones sobre arquitectura, que no se iban a conformar con brindar al mundo unos Juegos Olímpicos televisivamente perfectos, sino que iban a ir más allá, a transformar Barcelona.
Aunque compartido, cierto, aquel éxito no hubiera sido posible, probablemente, sin ese personaje absolutamente atípico, arquitecto, editor, escritor, político…, de cuyo lápiz salió la propuesta de prolongar el continuo urbano del peculiar tejido del Eixample hasta primera línea de mar, porque la Vila Olímpica, en otras manos, tal vez hubiera sido gestada distinta, como lo fue después el Fòrum, más una isla que una extensión de la ciudad.
La Vila Olímpica es aún hoy, en cierto modo, una versión moderna del Eixample que por culpa de la especulación no pudo ser antes realidad, con sus interiores abiertos a la vida social y, eso sí, una densidad de población mucho menor que la del centro de la ciudad, una cuestión aún a debate si es un acierto o un despropósito.
Bohigas fue, se ha dicho en muchas ocasiones, el padre de la Barcelona moderna, no solo por la transformación consumada a caballo de los años 80 y 90 en esta ciudad en primera línea de mar, también en otros barrios, que pretendió monumentalizar como si fueran el centro. Lo excepcional, en su caso, es que los Juegos Olímpicos solo son un capítulo más en su trayectoria vital, de modo que su nombre puede estar presente en esta lista de 92 personajes cruciales en la Barcelona de 1992 y, llegado el momento, en otras muchas listas.
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