Fuera de órbita

Somalia: violencia, sequía y secesión

Una desplazada interna somalí junto al cadáver de una de sus vacas muerta como consecuencia de la sequía, en la región de Gedo.

Una desplazada interna somalí junto al cadáver de una de sus vacas muerta como consecuencia de la sequía, en la región de Gedo. / FEISAL OMAR / REUTERS

Kim Amor

Kim Amor

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El caos ha reinado durante muchos años en Somalia. Desde que se constituyó como estado independiente hace más de 60 años, la nación del Cuerno de África sufre del fatalismo propio de muchos países pobres del mundo. Pasan los años y no levantan cabeza. Van a la deriva. La ayuda internacional es vital para Somalia. La humanitaria, siempre insuficiente para paliar las necesidades de parte de sus 17 millones de habitantes, y la militar, más generosa, para hacer frente al terrorismo islamista.

Más del 22% de la población somalí se ha visto obligada a abandonar sus hogares, como desplazados internos o refugiados y solicitantes de asilo en el exterior. El presidente del país, Hasán Sheij Mohamud, electo en 2022, hace frente a un cóctel explosivo: la violencia, los efectos del cambio climático --sequía y lluvias torrenciales--, la piratería en el mar y el desgarro territorial.

Desde hace más de 15 años Somalia sufre los ataques terroristas de Al Shabaab, grupo asociado a Al Qaeda, que sigue acechando la capital, Mogadiscio, con continuos atentados y que se mantiene fuerte en zonas rurales. Cuando asumió el poder, Mohamud anunció la "guerra total" contra los extremistas. Ha tenido ayuda. En el país hay desplegados cerca de 13.000 efectivos de la Unión Africana, que terminan su misión este año. Estados Unidos, por su lado, opera con aviones de combate, mientras que una empresa de seguridad privada estadounidense de mercenarios entrena al cuerpo de élite del Ejército, la Brigada Danab. Washington tiene previsto instalar cinco bases militares que acogerán a los soldados somalís.

Turquía es otro aliado de Mogadiscio. El país euroasiático opera desde hace más de una década en Somalia, donde tiene su mayor base militar en el extranjero. Su apoyo no es solo militar. También participa en la reconstrucción del país. Funcionarios turcos administran el puerto y el aeropuerto de la capital.

Gran valor geoestratégico

Somalia tiene un gran valor geoestratégico. Es el país africano con más kilómetros de costa, más de 3.000. Las del norte están bañadas por las aguas del golfo de Adén y el océano Índico, lugar de paso de una cuarta parte del comercio marítimo mundial.

Son en esas aguas donde se han llevado a cabo en los últimos años las acciones más audaces de piratería, con el secuestro de mercantes. La Oficina Marítima Internacional (IMB, en sus siglas en inglés) ha advertido que los ataques de los corsarios del siglo XXI se han reactivado este año.

La piratería somalí tiene un origen socioeconómico. Barcos pesqueros extranjeros han aprovechado la debilidad del Estado para faenar ilegalmente y saquear los caladeros somalís, dejando sin trabajo a miles de pescadores locales. Además, sus aguas se han usado como vertedero de residuos tóxicos. El tsunami de 2004 arrastró a tierra firme contenedores con sustancias muy contaminantes, lo que no solo afecta a la fauna marina sino también a la salud de población local, como explica el documental 'Toxic Somalia'. Muchos de los piratas somalís son pescadores reconvertidos que dicen "defender las aguas territoriales".

Secesión de Somalilandia

La mayoría de asaltos se han concentrado frente a la región semiautónoma de Puntland, con la que el Gobierno central mantiene una tensa relación, ya que aspira a aumentar su autogobierno. Un problema que se une a la de otra región norteña, Somalilandia, que funciona a todos los efectos como un país independiente, aunque no está reconocido por la comunidad internacional. Este territorio se separó de manera unilateral del resto de Somalia tras el derrocamiento en 1991 del dictador Mohamed Siad Barri.

Etiopía, país sin mar, ha reconocido este año a Somalilandia como estado soberano, a cambio de poder utilizar uno de sus puertos. El pacto, que Mogadiscio ha calificado de "agresión", amenaza con desestabilizar aún más el Cuerno de África.

Otro de los grandes retos del gobierno somalí es el cambio climático. Los efectos en este rincón del planeta son catastróficos. La peor sequía de las últimas cuatro décadas ha dejado yermos muchos campos de cultivo y ha acabado con la vida de tres cuartas partes del ganado del país. Cerca de 4 millones de personas padecen inseguridad alimentaria aguda, según la ONU. La hambruna acecha. La que sufrió el país en 2011, la primera de este siglo, mató a cerca de 260.000 personas, la mayoría niños. El reportaje 'Madres que envenenan a sus hijos para sobrevivir al hambre en Somalia' de la periodista somalí Fathi Mohamed Ahmed da cuenta de la situación desesperada de muchos de ellos hoy día. Fathi es la editora jefa de 'Bilan', el único diario de Somalia en el que solo trabajan mujeres.

Los desplazados por el cambio climático ya no regresan a sus lugares de origen porque ya no tienen el sustento para vivir. Entre los somalís que han logrado salir del país, hay quienes han conseguido alcanzar Europa o los países del golfo Pérsico por las vías de escape de África, llenas de peligros. Otros muchos permanecen en campos de refugiados en países vecinos, como el de Dadaab, en Kenia. 

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