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La difícil relación entre el Kremlin y el fundador de Telegram

Pável Dúrov, apodado ‘el Mark Zuckenberg de Rusia’, es un controvertido magnate de las telecomunicaciones y ha sido imputado esta semana en Francia por su presunta vinculación con el crimen organizado

La justicia francesa deja en libertad bajo control judicial a Dúrov

El cofundador de Telegram Pável Dúrov, durante una charla en el Mobile World Congress de Barcelona, el 23 de febrero de 2016.

El cofundador de Telegram Pável Dúrov, durante una charla en el Mobile World Congress de Barcelona, el 23 de febrero de 2016. / ALBERT GEA / REUTERS

Àlex Bustos

Àlex Bustos

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Eran los años de la bonanza y de entendimiento con Occidente cuando empezaron a popularizarse las redes sociales. Más allá de los gigantes que estaban creciendo y extendiéndose en Estados Unidos, desde Rusia se buscó crear equivalentes nacionales, en las que tuvo un papel clave el empresario Pável Dúrov. Actualmente imputado por la justicia francesa, fue el impulsor clave tanto de la red social Vkontakte como del servicio de mensajería de Telegram. Este último, que hizo junto a su hermano programador, fue el proyecto más importante de su vida y el que le ha dado también más dolores de cabeza por el interés del Kremlin en tener acceso a los chats de la aplicación. Una de las máximas de Telegram siempre fue la privacidad y el cifrado de los mensajes, algo que no era del agrado de las autoridades rusas, que pidieron en repetidas ocasiones las claves para poder acceder a la base de datos.

Con un ojo puesto en el continente americano, surgió la voluntad de tener una aplicación de mensajería rusa parecida a Whatsapp focalizada en la intimidad y el cifrado de la comunicación. Esta intención choca con la idea de las autoridades rusas de cómo gestionar el país. No chocaron ambas ideas hasta que las autoridades rusas aprobaron una ley, la llamada ley Yarovaya del 2016, que buscaba combatir el terrorismo y el extremismo, y daba más margen a las autoridades en el marco digital para perseguir actividades sospechosas.

En 2017, con la ley aún no vigente pero ya aprobada, el FSB (servicios secretos rusos) quiso acceder al chat de seis usuarios que estaban siendo investigados por posibles vínculos con grupos terroristas. Telegram no quería dar esa información. Y además hacerlo era también imposible por motivos técnicos, por cómo funciona la propia aplicación, cuyas llaves de cifrado de los chats se encuentran en los teléfonos de los usuarios y no de la empresa. Aunque las autoridades rusas solicitaron en aquel momento que se creara un mecanismo que les permitiera romper esa barrera, la dirección de Telegram se negó y en aquel entonces le supuso una multa equivalente a 800.000 rublos (con el cambio actual, 78.000 euros).

De la multa al bloqueo

Además de la multa, Rusia decidió ir un paso más allá y en 2018 decidió que necesitaba bloquear Telegram. A pesar de que se bloquearon las IPs de la empresa, la medida no solo no funcionó (la aplicación siguió funcionando en el país euroasiático), sino que se perjudicó a terceros que usaban Telegram para sus operaciones. Además de ser una aplicación de mensajería, muchos rusos lo utilizan como fuente de noticias, de la misma forma que en Occidente se usa X (antiguo Twitter). Incluso cuando estaba bloqueada, organismos públicos rusos como el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia o la Comisión Especial nacional rusa para combatir la pandemia de covid-19 tenían sus propios canales y los usaban regularmente. Durante los dos años que duró oficialmente el bloqueo, Telegram no tuvo problemas de funcionamiento relevantes en Rusia. Actualmente solo está bloqueada parcialmente en Irán y totalmente en China. Otros países que han tenido conflictos con Telegram han sido Alemania, Brasil, Kazajistán, e incluso España, entre otros.

En 2020, el Roskomnadzor, el servicio federal de telecomunicaciones ruso, anunció que levantaban el bloqueo de la aplicación, aunque nunca dejó de funcionar. Algunos medios señalaron entonces que hubo un pacto entre autoridades y Dúrov del que se desconocen los términos. Este movimiento se vio en algunos medios como una capitulación de las autoridades rusas, algo que estas últimas desmintieron apuntando que el empresario peterburgués mostró interés en luchar contra el terrorismo y el extremismo. La relación desde entonces fue algo mejor durante un tiempo, aunque en una entrevista con el periodista e influencer estadounidense Tucker Carlson, Dúrov señaló que abandonó su país natal por las presiones del Kremlin. Según apuntó en dicha entrevista, le solicitaron información sobre personas que se manifestaron en 2013. También señaló que en su otro proyecto digital, Vkontakte, se negó a borrar comunidades relacionadas con la oposición rusa.

VK, el hermano mayor

En 2006 empezó la andadura en el mundo de las redes sociales de Vkontakte (conocido popularmente como VK en el país euroasiático) y del mismo Pável Duróv, que según la información proporcionada por el propio sitio web se basó en un proyecto de estudiantes universitarios del que le habló un conocido que viajó a los Estados Unidos. Esa idea era ni más ni menos que Facebook, que en aquel entonces comenzaba a gestarse. En un principio la red resultó ser la más popular no solo en Rusia, sino en muchos de los países exsoviéticos como Kazajistán, Bielorrusia y Ucrania.

En el momento de mejor relación entre el mismo poder de Rusia y Dúrov y sus redes incluso se organizó en abril de 2016 una ronda de preguntas para el mismísimo presidente de Rusia Vladímir Putin a través de VK. Para aquel entonces con la ayuda de un chatbot que ayudaba a los usuarios a formular las preguntas. Para ello los usuarios que quisieron debían registrarse usando nombre y datos personales reales.

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