Elecciones en Alemania

El factor Sahra Wagenknecht: el izquierdismo prorruso alemán probablemente imprescindible en Turingia y Sajonia

El resto de fuerzas tradicionales deberán negociar con esta formación una coalición multicolor para neutralizar el avance de la ultraderecha de la AfD en Turingia y Sajonia

Sahra Wagenknecht (derecha) y la candiata de su partido en Turingia, Katja Wolf, tras ser rociadas con pintura roja en un mitin en Erfurt este jueves.

Sahra Wagenknecht (derecha) y la candiata de su partido en Turingia, Katja Wolf, tras ser rociadas con pintura roja en un mitin en Erfurt este jueves. / AP

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

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Si algo demuestra Sahra Wagenknecht es que no se arruga ante un ataque. Lo mostró en 2016, cuando un militante antifascista le estrelló una tarta de chocolate en la cara en un congreso de su partido de entonces, La Izquierda. Y volvió a hacerlo esta semana, cuando otro hombre le lanzó pintura roja a metros de distancia del escenario de su mitin en Erfurt, la capital de Turingia. Tras el tartazo en su congreso regresó a la sala con un nuevo e impecable traje, mientras que al lanzamiento de pintura respondió asegurando que no se dejará intimidar.

"Sahra kommt" ("Viene Sahra") es la frase omnipresente en los carteles del partido que lleva su nombre, Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). Se formalizó como partido en enero de este año, tras escindirse de La Izquierda clásica y agónica. El lema de su programa es "Sensatez y justicia".

Apenas ocho meses después de su fundación, se perfila como imprescindible para articular una mayoría, al menos en el este alemán donde se celebran elecciones regionales este septiembre. El próximo domingo se estrena en Sajonia y Turingia, a lo que seguirán los comicios de Brandeburgo, el 'Land' que rodea Berlín, el 22 de septiembre.

Los sondeos sitúan al BSW en un 18% en Turingia y en el 12% en Sajonia. A la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se le pronostica el primer puesto al menos en Turingia, por encima del 30%. De ser así, el resto de las fuerzas democráticas deberá negociar con Wagenknecht una alianza multicolor para obtener una mayoría capaz de neutralizar a la AfD. O ver cómo la ultraderecha alcanza su primer gobierno de un 'Land'.

Tratar con Wagenknecht no será fácil ni para los conservadores de la CDU ni para los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz: la BSW apuesta por negociar con Vladímir Putin la paz para Ucrania y cortar los suministros de armas a Kiev. Es un giro en política exterior no contemplado por Berlín, pero que aparentemente respalda casi la mitad de la población del este, el antiguo territorio comunista. Tanto la AfD como BSW se presentan en campaña como "pacifistas", lo que en el caso de la ultraderecha va envuelto en sospechas de financiación irregular, tramas de espionaje y campañas de desinformación procedentes de Moscú.

A escala nacional, la BSW no tiene tanto respaldo. En las pasadas europeas se situó en un 6%, mientras que su estimación de voto de celebrarse ahora elecciones generales está en el 8%. De convertirse también en imprescindible para forjar mayorías a escala nacional, habría serios problemas de convivencia en política exterior.

"Crecí con el miedo a una guerra atómica. Ahora ese temor vuelve a ser real", afirmó Wagenknecht desde Jena, su ciudad natal, en el estado de Turingia. Los planes de la OTAN de estacionar misiles de largo alcance en territorio alemán y la posible respuesta de Moscú fundamentan, dice, ese temor. Vladímir Putin desencadenó la guerra, pero Occidente tiene "una parte de culpa en ella", afirma.

Dos escisiones, entre la propia y la de Lafontaine

Wagenknecht, de 55 años es hija de una alemana y un iraní 'desaparecido' tras un viaje a Teherán cuando ella solo tenía tres años. Creció en la Alemania comunista y lleva más de tres décadas en política. Primero representó al postcomunismo fiel a los orígenes e incómodo para el reformismo izquierdista posreunificación alemana. Hace un año abandonó La Izquierda por considerar "flojo" su discurso frente a la guerra de Ucrania. Antes que eso, había topado con su partido en política de asilo, ya que defiende el freno a la migración irregular y las expulsiones de refugiados rechazados. Su línea dura en política migratoria y su perfil de partido prorruso la acercan a la AfD. Pero Wagenknecht sostiene que en el suyo no hay lugar para neonazis.

Es la indiscutida líder de la BSW, pero tras ella hay otra figura que ha marcado la política alemana desde hace décadas: Oskar Lafontaine, su pareja desde 2012 y marido desde 2014. Lafontaine tiene una de esas biografías superpobladas de trifulcas políticas y ataques, incluida una cuchillada en el cuello de una mujer aparentemente desequilibrada en un mitin en 1990. En 1999 protagonizó su primer desgarro político, al dimitir como jefe del Partido Socialdemócrata y como ministro de Finanzas en protesta por la línea centrista de su correligionario y entonces canciller, Gerhard Schröder. Fundó La Izquierda entre la disidencia que arrastró consigo y el poscomunismo del este. Su segunda escisión es la que comparte ahora con su mujer, aunque formalmente esté en la retaguardia.

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