Opinión | Latinoamérica21

Miguel Ángel Martínez Meucci

¿Transición en Venezuela?

Tras las elecciones del pasado 28 de julio, ¿cuáles son las probabilidades de que se produzca un cambio político en Venezuela? 

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en un acto en Caracas el pasado 17 de agosto.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en un acto en Caracas el pasado 17 de agosto. / CRISTIAN HERNÁNDEZ / AP

Las elecciones presidenciales del pasado domingo 28 de julio se presentaban como un hito fundamental para el futuro de los venezolanos. Después de un cuarto de siglo con Hugo Chávez  y Nicolás Maduro al mando, ¿había alguna posibilidad de que cambiara el rumbo político del país? ¿Podría propiciarse ese cambio a través de la vía electoral? 

Para la oposición política, los retos eran enormes. En un primer momento, era necesario construir una candidatura unitaria capaz de llegar hasta el día de las elecciones. Había que hacerlo, además, sin mayores posibilidades de financiamiento para los partidos políticos, sin acceso libre a los medios de comunicación, sin posibilidades de libre circulación por el territorio nacional, con partidos intervenidos judicialmente y que ya no disponen de sus símbolos y tarjetas, etc. 

A ello había que agregar nuevos obstáculos que se fueron interponiendo en el camino: las inhabilitaciones políticas; la persecución de diversos miembros del comando de campaña; el hostigamiento a las personas que ayudaban durante la campaña; las dificultades para inscribir a los testigos durante la semana previa a los comicios; y tantas otras. En definitiva, para jugar el juego, había que jugarlo con las reglas que imponía el sistema. 

Finalmente, la oposición logró construir una opción que se mantuvo viva hasta el día decisivo, encarnada en el binomio Edmundo González-María Corina Machado. Organizó también un aparato de vigilancia ciudadana en todas las mesas de votación, a pesar de los riesgos que ello implicaba. Y preparó un website para colgar las actas emitidas por las máquinas de votación asociadas a cada mesa, documentos oficiales identificados con un código QR y de los que tienen derecho a conservar copia el Consejo Nacional Electoral (CNE) y los representantes de las diversas fuerzas políticas. 

Resultados y reacciones

Transcurridos varios días de la elección, el CNE aún no publica los resultados pormenorizados, pero ya declaró ganador a Nicolás Maduro con el 51% de los votos. Alega que el proceso fue entorpecido mediante ataques informáticos conducidos desde Macedonia del Norte, y culpa a Elon Musk de participar en ello (el magnate sudafricano se ha dedicado a polemizar con Maduro desde su red social “X”). Sostiene además que las actas presentadas por la oposición, según las cuales que Edmundo González habría obtenido el 67% de los votos, están adulteradas. 

Desde el lunes 29 se iniciaron protestas en diversas ciudades de Venezuela. Maduro y otros altos voceros del gobierno han indicado que se trata de “brotes fascistas” conducidos por “terroristas”, señalando que han capturado a más de 2.000 personas involucradas en estos procesos. Al momento de escribir este artículo, el Foro Penal ha identificado ya a 1.152 de estos detenidos. Diversas organizaciones civiles, incluyendo a Provea, han registrado más de 20 asesinados. La fiscalía acusa a González y Machado de usurpar funciones del CNE y proliferan las órdenes de captura. 

Respuesta internacional

El Centro Carter, que a diferencia de la Unión Europea (UE) sí pudo asistir in situ a la elección, ha emitido una declaración señalando que las condiciones en las que se realizaron los comicios no fueron democráticas. Algunos países han reconocido a Maduro como presidente electo; tal es el caso de Bolivia, Honduras, China, Rusia, Irán, Cuba y Nicaragua. Otros reconocen a Edmundo González como ganador, concretamente Argentina, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Panamá, Perú y Uruguay. De varios de ellos retiró su personal diplomático el gobierno venezolano, invitándoles a hacer lo propio con sus legaciones acreditadas en Venezuela. 

La mayor parte de los países, no obstante, se ha pronunciado a favor de un compás de espera, aguardando —antes de pronunciarse de forma definitiva— a la presentación de resultados de cada mesa de votación por parte del CNE. Destacan en este sentido los miembros de la UE y el Brasil de Lula, quien está liderando una aproximación diplomática junto a los presidentes López Obrador de México y Petro de Colombia para facilitar una salida política a la crisis que actualmente vive Venezuela. 

Diversas opciones se estarían barajando al respecto, mientras el gobierno brasileño se ha hecho cargo de la protección de los seis miembros del comando de campaña de Machado/González que estaban asilados en la embajada argentina de Caracas, ahora desalojada por los sureños. Ya en otras oportunidades el Brasil de Lula ha facilitado el diálogo político en Venezuela, bien sea interno o con otras naciones (2004, 2009, 2014). 

Retos y perspectivas

Los resultados de la elección del 28-J marcan un antes y un después en Venezuela. Salvo que pueda demostrar lo contrario —hasta ahora no lo ha hecho—, el chavismo-madurismo afronta su primera derrota clara en una elección presidencial. Entre tanto, ninguno de sus principales representantes ha contemplado públicamente la posibilidad de abandonar el poder, ni ofrecido mayores gestos de conciliación ante la alternativa policía. Todo lo contrario. 

Pero el desgaste acumulado a lo largo de un cuarto de siglo en el poder se ha hecho más que evidente. La oferta política del oficialismo no convence a las grandes mayorías del país. La demanda de cambio es generalizada, incluso dentro de las filas del chavismo. Y si bien la represión puede rendir resultados a corto plazo, permitiendo que quienes gobiernan se atornillen por ahora en su posición actual, también incide negativamente en su cohesión interna y en su base de apoyo social. 

Tras lo ocurrido el 28-J, al chavismo-madurismo se le presenta la oportunidad de salir de su irremediable declive actual y renovarse integralmente. Puede —como ha sucedido con otras fuerzas políticas oficialistas en medio de otras transiciones— reestructurarse para volver a ser competitivo en condiciones democráticas. Puede evitar un eventual colapso a mediano plazo y negociar ahora las bases de un nuevo sistema político, con un facilitador amigo como Lula, en el contexto de una elección presidencial y cooperando para establecer las condiciones de un cambio ordenado. 

Evidentemente, no todos los que integran el oficialismo actual tienen los mismos incentivos para proceder en consecuencia. No todos tienen lo mismo que perder, ni lo mismo que ganar. Pero lo cierto es que el futuro del chavismo descansa en su capacidad para renovarse en esta coyuntura crítica. Asimismo, el futuro de Venezuela como nación parece estar atado a dicha posibilidad.