Memoria histórica

Alemania condena a una exsecretaria nazi de 99 años por complicidad en 10.505 asesinatos

Es una condena ajustada al Código Penal para menores, puesto que la ahora imputada no había alcanzado entonces la mayoría de edad

Irmgard Furchner durante la vista en la que fue condenada en primera instancia, el 20 de diciembre de 2022 en Itzehoe.

Irmgard Furchner durante la vista en la que fue condenada en primera instancia, el 20 de diciembre de 2022 en Itzehoe. / CHRISTIAN CHARISIUS / AP

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mecanografiar las actas, cursar pedidos de gas letal, llevar el registro de muertos y escribir cartas de un campo de concentración es incurrir en complicidad en la maquinaria del aparato de exterminio nazi. No importa que la condena se confirme cuando la persona procesada tiene ya 99 años y que los hechos imputados fueran cometidos cuando tenía 18 años: el asesinato no prescribe y los crímenes del nazismo, tampoco.

Bajo estas premisas, el Tribunal Supremo alemán refrendó la condena a dos años de libertad vigilada contra Irmgard Furchner por complicidad en la muerte de 10.505 presos del campo de Stutthof, en la Polonia ocupada. Es una condena ajustada al Código Penal para menores, puesto que la ahora imputada no había alcanzado entonces la mayoría de edad. Se trata de la primera condena en firme contra personal civil empleado en un campo nazi.

El suyo era uno de los llamados "procesos tardíos" abiertos contra acusados no de participación directa en los asesinatos del nazismo, sino de complicidad en ellos. Llevan implícitos un mensaje contra el revisionismo neonazi, con unas sentencias que obviamente son simbólicas, pero de gran relevancia para las víctimas o sus sucesores. Cada uno de esos juicios han generado polémica, porque sus detractores los ven como una tortura inhumana e inútil para nonagenarios, en este caso una mujer casi centenaria, que en general no llegan a ingresar en prisión, por razones de edad.

El Supremo rechazó los argumentos de la defensa de que la procesada, una civil, actuó "con neutralidad" y cumplió las tareas asignadas, como lo había hecho en su anterior trabajo en un banco. También denegó que pudiera "desconocer" lo que ocurría en ese campo. Sirvió en Stutthof entre junio de 1943 y abril de 1945, periodo al que corresponden las 10.505 muertes documentadas, del total del 65.000 presos asesinados en ese campo desde su construcción, en 1939 hasta su final. Han pasado 80 años desde entonces, pero la ley es clara y el asesinato no prescribe, según la sentencia leída por la juez Gabriele Cirener.

Huida del asilo de ancianos

La defensa de Furchner había recurrido a la primera sentencia dictada en 2021. Fue un juicio que levantó cierto revuelo mediático, ya que además la procesada protagonizó un rocambolesco intento de huida. La mañana marcada para la primera vista, Furchner tomó un taxi en la puerta del asilo de ancianos donde residía y se bajó en una estación de metro. Poco después fue detenida en el centro de la ciudad, Hamburgo, y trasladada a una penitenciaria. Unos días después se abrió de nuevo el proceso, en ese caso bajo medidas de seguridad reforzadas.

No era la primera vez que comparecía ante la justicia. Lo hizo en 1954, entonces como testigo en un juicio por crímenes del nazismo. Por entonces se casó con un exoficial del campo donde sirvió. También testificó contra quien fue su jefe, el comandante de las SS Werner Klaus Hoppe, condenado en 1957 a nueve años de cárcel.

La justicia tardía abierta con el caso Demjanjuk

El proceso contra Furchner se considera probablemente el último, por razones de edad tanto de los procesados como de los potenciales testigos, en la serie de juicios tardíos abiertos a raíz del caso de John Demjanjuk, un ucraniano condenado en 2011 a cinco años de cárcel por la muerte de unos 28.000 presos del campo de Sobibor. Por primera vez se aplicó en ese juicio el precepto de la complicidad, lo que abrió una vía hasta entonces inexplorada en los tribunales alemanes. Demjanjuk, quien había tenido una existencia tranquila en Estados Unidos, agotó todos los recursos contra su extradición a Alemania, sostenía que era víctima y no parte del aparato nazi y asistió a su proceso sin abrir la boca y postrado en una camilla.

Se procesó así a funcionarios que no tuvieron una participación directa en esos asesinatos o que tal vez nunca sirvieron junto a las "rampas de la muerte" ante el crematorio ni participaron en la selección de los presos que iban directamente a las cámaras de gas. Entre los casos más destacados estuvo el del llamado "contable de Auschwitz", el exmiembro de las SS hitlerianas Oskar Gröning, quien con 94 años fue condenado en 2015 a cuatro años de cárcel por complicidad en la muerte de 300.000 judíos.

A diferencia de Demjanjuk, Gröning, admitió su "complicidad moral" en las muertes Auschwitz, pidió perdón a supervivientes y familiares de las víctimas y lamentó no haber actuado ante unos crímenes de los que era consciente. Su trabajo consistió en incautarse del dinero y demás pertenencias de los deportados al más mortífero entre los campos de exterminio nazis. Contribuyó, por tanto, al financiamiento del Reich.

Como Demjanjuk, no llegó a ingresar en la cárcel, sino que murió unos meses después de escuchar sentencia en una residencia de ancianos. Otros muchos procesos contra presuntos "cómplices de Auschwitz" quedaron sobreseídos, por no estar en condiciones los imputados de asistir a un juicio.