Protesta ambiental

Activistas climáticos irrumpen en los aeropuertos alemanes de Berlín, Colonia/Bonn, Stuttgart y Núremberg | Vídeo

Las acciones del movimiento medioambientalista exponen la vulnerabilidad de unas infraestructuras esenciales

Una protesta climática de Last Generation paraliza la actividad en varios aeropuertos alemanes

Una protesta climática de Last Generation paraliza la actividad en varios aeropuertos alemanes. En la foto, activistas en Múnich. / Peter Kneffel / dpa / EUROPA PRESS / VÍDEO: EUROPA PRESS

Gemma Casadevall

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El activismo climático de la llamada 'Letzte Generation -Última Generación'- irrumpió este jueves 15 de agosto en varios aeropuertos alemanes, entre ellos el de Berlín y el de Bonn/Colonia, además de Núremberg y Stuttgart/Karlsruhe. Además de afectar a la actividad aérea y derivar en algunas cancelaciones en las primeras horas de la mañana, la campaña sacó de nuevo a la luz la vulnerabilidad de esas infraestructuras esenciales. El 15 de agosto no es en Alemania una jornada „clásica“ de relevo veraniego para todo el país, ya que las vacaciones escolares se escalonan para evitar parones a escala nacional. Pero sí causa alerta en unas semanas que gran movilidad turística.

Fueron acciones protagonizadas por un número reducido de activistas -tres en Colonia y dos en Berlín-. En el caso de la capital, lograron penetrar en el recinto aeroportuario sobre las cinco de la madrugada, practicando un agujero en una valla, tras lo cual se pegaron en una pista. Fueron desalojados poco después por las fuerzas policiales, lo mismo que ocurrió en los restantes aeropuertos. Era la cuarta jornada desde el inicio de las vacaciones alemanas en que miembros de este movimiento lograron "colarse" en estas instalaciones hasta afectar parcialmente el tráfico aéreo. Su campaña pretende concienciar contra los combustibles fósiles, cuyo abandono total exigen se consume en 2030. La más espectacular fue la que llevaron a cabo hace tres semanas en el aeropuerto internacional de Fránkfurt, el de mayor tráfico del continente, que obligó a cancelar 400 vuelos. Le siguieron acciones similares en Düsseldorf y, de nuevo, en Berlín. Las autoridades aeroportuarias optaron por suspender la actividad hasta que las fuerzas policiales lograron poner fin a sus bloqueos.

Al margen de la aparatosidad de esos operativos, las molestias de los pasajeros y familias que parten o llegan de vacaciones, así como la creciente impopularidad de este movimiento medioambientalista, sus acciones ponen de relieve la relativa facilidad con que se accede a zonas teóricamente de máxima seguridad. Los activistas detenidos afrontan procesos por alteración del orden público y de la seguridad aérea que pueden conducir a condenas de dos años de prisión, inclusive si queda en grado de tentativa, de acuerdo al endurecimiento de las leyes anunciado por la ministra del Interior, Nancy Faeser.

La alarma por la vulnerabilidad de estas infraestructuras esenciales va en aumento en un verano salpicado de noticias en esa dirección. Los activistas climáticos logran colarse en aeropuertos internacionales a través de agujeros existentes o practicados en vallas de protección. La cuestión es que puede ocurrir si, en lugar de ecologistas, se cuelan miembros de organizaciones extremistas alemanas u otros radicales.

Los sabotajes, un azote con múltiples brazos

La palabra sabotaje está en el orden del día en Alemania. Ocupa sus titulares tanto en relación a los atentados que en 2022 inhabilitaron el gasoducto germano-ruso Nord Stream destinado a transportar gas ruso a Europa, como las sospechas de contaminación del agua de dos cuarteles alemanes o los ataques contra la red ferroviaria.

Una orden de detención emitida el pasado junio contra un buceador ucraniano, pero revelada ahora por investigaciones periodísticas, ha dado un vuelco a la atascada investigación en torno a las explosiones submarinas que destruyeron el gasoducto en septiembre de 2022. Es decir, siete meses después del inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Es un nuevo capítulo en la busca de la autoría de un sabotaje contra unas infraestructuras esenciales.También así saltó la palabra vulnerabilidad, aplicada a un megaproyecto energético submarino bajo el Báltico.

La red ferroviaria alemana sacó a la luz sus vergüenzas en la pasada Eurocopa, al constatar los millones de visitantes extranjeros del torneo su alto grado de ineficiencia, algo impropio de una potencia económica como Alemania. Nada nuevo para los ciudadanos del país, sufridos usuarios de una compañía, la Deutsche Bahn, cuyas estadística oficial admite que uno de cada tres trenes llega con retraso. A esos fallos se unen una serie de sabotajes atribuidos inicialmente al radicalismo izquierdista, aunque no se ha comprobado su autoría. Hasta ahora se han producido ataques contra el transporte público en Berlín y en localidades del populoso "Land" de Renania del Norte-Westfalia.

La penúltima sospecha de sabotaje afectó al miércoles a dos cuarteles, uno en Colonia y otro en Gelsenkirchen, ambos asimismo en la región renana. En el de Gelsenkirchen están estacionados soldados de la OTAN. La alarma saltó el miércoles, con el acordonamiento de ambos recintos y el temor a que los soldados pudieran consumir agua contaminada.