Crisis en el país nipón

Kishida anuncia su dimisión al frente del Gobierno japonés arrinconado por la economía y los escándalos financieros

Kishida, un conservador moderado, nuevo primer ministro de Japón

Un escándalo de financiación ilícita diezma al Gobierno de Japón

Kishida deja en el aire el cargo de primer ministro de Japón al dimitir como líder del PLD

Kishida deja en el aire el cargo de primer ministro de Japón al dimitir como líder del PLD / Philip Fong / Pool / AP / VÍDEO: EUROPA PRESS

Adrián Foncillas

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Japón buscará primer ministro tras la renuncia de Fumio Kishida a presentarse a las primarias de su formación, el Partido Liberal Democrático (PLD), alegando la necesidad de un cambio. Lo ha anunciado el miércoles por la mañana Kishida aunque su destino había quedado fijado ya el pasado año por un masivo escándalo de financiación irregular. Los analistas hablaban de él desde entonces como un muerto andante.

 "Unas elecciones transparentes y limpias y un debate vigoroso y libre son más importantes que nunca. El primer paso más obvio para mostrar que el PLD va a cambiar es echarme a un lado", ha explicado el aún primer ministro en su comparecencia televisiva. Con su renuncia, ha continuado, pretende "asumir la responsabilidad" y "recuperar la confianza del pueblo" en el PLD.

Aunque le restaba un año al frente del Gobierno, el cargo estaba supeditado a su jefatura en el partido conservador, que se ventilará en las primarias de septiembre. Las elecciones internas del PLD funcionan en la práctica como las presidenciales porque ha gobernado casi sin interrupción desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los progresistas sólo cuentan con una victoria, a principios de milenio, y su mandato es recordado por el tsunami y su calamitosa gestión de la crisis.

"Nuevo capitalismo"

Kishida se ha mostrado orgulloso de su labor desde octubre de 2021. A nivel interno ha subrayado su lucha para estimular la natalidad, las políticas medioambientales o su fórmula de "nuevo capitalismo". Ha orillado la rampante inflación, la tremenda devaluación del yen y que los japoneses siguen reacios a procrear.

A nivel externo ha mencionado la cumbre del G7 en Hiroshima, la sintonía recuperada con Corea del Sur y los reforzados compromisos militares con Washington frente a la amenaza norcoreana y china. Su Ejecutivo prometió doblar el presupuesto de Defensa japonés para alcanzar el 2 % que exigen los estándares de la OTAN y meses atrás anunció junto a Joe Biden, presidente estadounidense, una “nueva era” de cooperación bilateral. Esos movimientos generan una comprensible inquietud en Pekín.

 Kishida ha navegado por aguas turbulentas durante todo su mandato. Ocupó el poder con apenas un 50% de aprobación popular y pronto perdió esa escasa confianza. En noviembre, a la desesperada, anunció un estímulo de 15 billones de yenes (unos cien mil millones de euros) para embridar la inflación y salvar su silla, pero el fracaso de la medida acrecentó las críticas populares.

Escándalo mayúsculo

El pasado año fue destapado uno de los mayores escándalos de las últimas décadas en un partido que los ha coleccionado. Dos de sus principales facciones incumplieron el deber de declarar sus gastos e ingresos y desviaron los fondos políticos a los bolsillos de legisladores. Es habitual que las formaciones políticas en Japón organicen eventos para recaudar fondos. Eso es legal. También es habitual que los organizadores excedan los objetivos asignados de ventas de entradas y se embolsen el excedente. Incluso eso es legal. La ilegalidad llega cuando no se declaran los ingresos o acaban en sobornos. El asunto provocó la dimisión de cuatro ministros.

 Kishida había descartado su dimisión en las últimas semanas aunque era palmaria su falta de apoyos en el partido. Muchos correligionarios fingían su estupor esta mañana. Hiroshi Moriyama, número cuatro de la formación, mostró su "decepción" por la renuncia y animó a su sustituto a seguir su rumbo internacional y económico. Masakazu Sekuguchi, peso pesado en la Cámara Alta, se confesaba "francamente sorprendido" y aplaudía su "trabajo duro" en un entorno complicado.

Sus tres años al frente del Gobierno sientan la inestabilidad del cargo. Kishida, de 67 años, relevó a Yoshihide Suga, quien también renunció a la reelección tras una mediocre gestión de la pandemia y su empeño en celebrar unos Juegos Olímpicos de Tokio que pocos querían en Japón. Se impuso a Taro Kono en las primarias por 257 votos a 170, el resultado más estrecho de los últimos años.

Un político grisáceo

Carece de los apellidos ilustres del gremio nacional y de él se decía que era pactista, moderado, disciplinado y eficaz, la clase de descripción que elude el carisma. Kishida perseveró en la tradición de políticos grisáceos que rompió Shinzo Abe, un tipo audaz que encadenó ocho años en el poder a pesar de sus políticas impopulares. Uno de los golpes más duros que sufrió Kishida en el poder fue el asesinato de Abe por un desequilibrado.

En las quinielas para sucederle al frente del PLD y el país destacan Shigeru Ishiba, antiguo número dos del partido, y Shinjiro Koizumi, exministro de Medioambiente e hijo del exprimer ministro Junichiro Koizumi. No lo tendrá fácil el nuevo primer ministro de la cuarta economía mundial. Deberá reinar entre las facciones internas, rebajar la inflación, aliviar las tensiones con China y lidiar con el probable regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

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