Crisis social

El discurso populista del Brexit y la crisis inflacionista, detrás de la ola de violencia xenófoba en Reino Unido

La degradación de los servicios públicos y el empobrecimiento de las clases trabajadoras también han contribuido a alimentar las movilizaciones

Manifestantes ultraderechistas frente a un hotel para inmigrantes en Rotherham, Reino Unido

Manifestantes ultraderechistas frente a un hotel para inmigrantes en Rotherham, Reino Unido / Europa Press/Contacto/Cover Images

Lucas Font

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Los disturbios de la extrema derecha en el Reino Unido han sumido al país en la peor ola de violencia en más de una década. La circulación de noticias falsas sobre la identidad del asesino de tres niñas en Southport el pasado 29 de julio, al que algunos agitadores radicales relacionaron con el islam y con los solicitantes de asilo, han sacado a la luz el racismo y la xenofobia de una parte de la población, que ve a los inmigrantes como una amenaza. Un racismo alentado por líderes políticos de derechas y que, a pesar de estar arraigado en algunos sectores de la sociedad británica desde hace décadas, ha tomado una nueva dimensión en los últimos años a raíz del Brexit y de la crisis por el aumento del coste de la vida

La degradación de los servicios públicos y el empobrecimiento de las clases trabajadoras son dos de los principales factores que explican el auge de los discursos racistas. Al menos siete de las 10 ciudades más empobrecidas del Reino Unido han sufrido disturbios en los últimos días –entre ellas Middlesbrough, Blackpool o Liverpool–, la mayoría de ellas situadas en el norte antiguamente industrializado del país. Los esfuerzos de los últimos gobiernos por ahorrar costes en materia migratoria han provocado que muchas de estas poblaciones se hayan convertido en el destino de un número sustancial de solicitantes de asilo, debido al precio más asequible del alojamiento. Un cóctel perfecto para el surgimiento de la tensión y de la violencia vivida en las últimas semanas. 

El humanista Paul Gilroy, uno de los teóricos más destacados del país en materia de racismo y racialización, coincide en que el factor económico es uno de los causantes del auge de los discursos xenófobos, pero incide en que existe también un factor cultural que no debe pasarse por alto. “La cuestión económica es absolutamente relevante, pero no es suficiente explicar esta situación. Las personas que nos atienden cuando vamos al médico y las que cuidan a los mayores y a los enfermos son inmigrantes. La Unión Europea financió bibliotecas y colegios en las zonas más empobrecidas del país, y aun así muchas personas no quieren reconocerlo porque les convierte en traidores y en cómplices de la invasión extranjera”, señala el profesor de la University College de Londres

Retórica antiinmigración

Gilroy sostiene que el Brexit trajo un cambio en la forma de tratar la inmigración desde las instituciones, impulsado por el Partido Conservador. El profesor destaca que, a pesar de que siempre ha habido voces críticas con la llegada de extranjeros dentro de la formación, en los últimos años se ha aceptado un discurso abiertamente racista por parte de miembros del propio Gobierno. “Lanzan este tipo de mensaje populista porque creen que es con lo que la gente se identifica. Creen que si utilizan esta retórica pueden despertar el ánimo de los votantes”, asegura el profesor, quien señala que el Partido Laborista también ha contribuido a la propagación de este discurso en algunos momentos de su historia. 

La retórica antiinmigración utilizada por los recientes gobiernos conservadores ha calado en una parte importante de la población, a pesar de su incapacidad por reducir la llegada de inmigrantes. Prueba de ello han sido los más de cuatro millones de votos obtenidos por el partido de derecha populista Reform UK en las pasadas elecciones –un 14,3% del total–. La fijación por los costes relacionados con el alojamiento de solicitantes de asilo, impulsada por el Gobierno del exprimer ministro Rishi Sunak –quien aprobó el uso de barcazas y de bases militares en desuso como alternativas a los hoteles con el objetivo de reducir el gasto en materia de acogida– se ha reflejado en los ataques contra dos de estos hoteles por parte de cientos de manifestantes violentos el fin de semana pasado.

Ola de desinformación

La violencia alentada por la extrema derecha no es algo nuevo en el Reino Unido, donde los grupos ultras vinculados al fútbol –como la organización islamófoba English Defence League (EDL)– protagonizaron importantes disturbios en las últimas décadas del siglo pasado y a principios de los 2000. La proliferación de las redes sociales, sin embargo, ha supuesto una nueva herramienta para la organización de estos grupos y para la propagación de noticias falsas con el objetivo de desestabilizar al país. El Gobierno está tratando de encontrar vías legales para que las empresas tecnológicas se comprometan todavía más en la lucha contra la desinformación, al mismo tiempo que está estudiando el papel que terceros países han podido ejercer en la proliferación de los disturbios. 

El Ejecutivo ha insistido en que estos grupos no representan el sentir mayoritario de la sociedad británica, a pesar del ruido generado por los alterncados en los últimos días. Según una encuesta publicada esta semana por YouGov, tan solo uno de cada tres británicos se muestran a favor de las protestas contra la inmigración y solo un 7% son partidarios del uso de la violencia. Las contramanifestaciones convocadas por organizaciones antirracistas este miércoles han sido una muestra de ello y han contribuido a desinflar la ola de violencia, aunque muchos analistas coinciden en que solo el crecimiento de la maltrecha economía británica y la lucha contra la desigualdad ayudarán a resolver el problema de fondo.

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