La injerencia del Kremlin en América Latina (5)

Rusia agita la desestabilización e impulsa regímenes autocráticos en toda Centroamérica

Moscú cuenta con un aliado incondicional, Nicaragua, un socio comercial, El Salvador, y mantiene buenas relaciones con la dirigencia en Honduras

La propaganda rusa coloniza países y extiende su influencia por toda América Latina

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele / BIENVENIDO VELASCO / EFE

Marc Marginedas

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"Nosotros no tenemos Ejército; imagínese cómo nos sentimos". Con estas rotundas palabras reaccionó el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, a las primeras noticias que confirmaban la decisión de las autoridades de Nicaragua de abrir su territorio a la presencia de contingentes militares venidos de Rusia. Corría el mes de junio de 2022, hacía apenas unos meses que el Kremlin había lanzado la invasión de Ucrania y, en un contexto de escalada militarista mundial, la estrecha cooperación en materia bélica y de seguridad entre Moscú y el régimen de Rafael Ortega generaba grandes dosis de ansiedad en vecino costarricense.

Razones para la inquietud existían, y de sobra. Porque el entonces flamante jefe del Estado de uno de los escasos estados de Latinoamérica que aceptó desde el primer momento aplicar sanciones internacionales contra Moscú por la invasión de Ucrania ya había comenzado a sentir en la nuca el aliento del Kremlin: poco después de la celebración de los comicios a dos vueltas que le llevaron a la presidencia del país en abril, el grupo de piratas informáticos Conti, de declarada lealtad al Estado ruso, lanzó una serie de ataques informáticos contra una treintena de instituciones públicas costarricenses, incluyendo el Ministerio de Hacienda, el de Ciencia y Tecnología y el de Trabajo y Seguridad Social, generando graves problemas en competencias estatales como el pago de pensiones y las citas médicas.

En un principio, el grupo Conti demandó un rescate de 10 millones de dólares, petición que fue sustancialmente elevada al cabo de los meses, proclamando sin ambages en junio que lo que en realidad buscaban los hackers prorrusos era "derrocar al Gobierno". Las autoridades del país centroamericano requirieron la ayuda de EEUU, España, Israel y la empresa Microsoft para solventar la crisis, al tiempo que Chaves decretaba el estado de alerta nacional ante unos ataques que calificó de "actos de terrorismo".

Desde entonces, el pequeño Estado centroamericano no ha cesado de estar en el punto de mira de Moscú y su aliado en la zona. En abril de 2023, la justicia rusa declaró en busca y captura al juez local Sergio Ugalde, uno de los magistrados miembros del Tribunal Penal Internacional que dictó la orden de arresto contra el presidente ruso Vladímir Putin por el secuestro de niños ucranianos. Además, células a sueldo del régimen nicaragüense intensificaron su campaña de hostigamiento y ataques contra refugiados del país vecino que se han instalado allí huyendo de la represión desencadenada por la dictadura dinástica orteguista.

Todas estas presiones, en opinión de Douglas Farah, presidente de IBI consultants y experto en la región, tienen un móvil, una justificación. "El caso de Costa Rica (alineándose con Occidente) les dolió (a los rusos) porque fueron prácticamente los únicos de toda América Latina que tuvieron el valor" de desmarcarse de la neutralidad imperante, constata.

"Más potente que en el siglo XX"

La presencia de Rusia en toda la región centroamericana, un tema que apenas ha atraído hasta ahora el interés de la prensa internacional o de las autoridades norteamericanas, es incluso "más potente" que durante la Guerra Fría del siglo XX, valora Farah. Moscú, enumera el analista, cuenta con "un aliado incondicional" (Nicaragua), "un socio comercial" (El Salvador) y "excelente acceso" al Gobierno de Honduras de la presidenta Xiomara Castro. Además, "carece de contrapesos" y va avanzando posiciones sin encontrar obstáculos en su camino, ya que, a diferencia de lo que sucedía durante la Guerra Fría, no existe esa suerte de pacto no escrito vigente entonces de no escalar los conflictos y evitar que las guerras desborden "el marco regional", rememora el analista, quien precisamente, durante aquella época, ejerció de periodista para 'The Washington Post'.

Durante sus campañas de injerencia en el continente europeo, el Kremlin se ha mostrado capaz de generar complicidades tanto entre la extrema derecha como entre la extrema izquierda del abanico político. En esta región, está aplicando a pies juntillas la misma receta, y su proximidad con regímenes sobre el papel izquierdistas como Cuba o Nicaragua no le impide cortejar con éxito a presidentes con tendencias cada vez más autocráticas como Nayib Bukele en El Salvador. El vicepresidente salvadoreño, Félix Ulloa, acudió recientemente al Foro Económico de San Petersburgo para hacer negocios en el ámbito "de la economía digital", lo que es interpretado por los analistas como una cooperación destinada a ayudar a Rusia a evadir sanciones y blanquear dinero, dado que el diminuto estado centroamericano ha adoptado el bitcoin como moneda de curso legal. En la vecina Honduras, la gran complicidad entre ambos países se manifestó el pasado marzo, cuando la misma jefa del Estado felicitó a Vladímir Putin por su "convincente" victoria en las elecciones presidenciales de marzo, desatando una ola de críticas entre los estados vecinos.

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