Intento de magnicidio

Del asalto al Capitolio al tiroteo de Trump: auge de la violencia política en EEUU

El país se enfrenta al mayor y más sostenido aumento de la violencia política desde la década de 1970, con 14 ataques políticos mortales en tres años

Así fue el tiroteo contra Trump: de baño de masas a intento de magnicidio

Los partidarios del expresidente estadounidense Donald Trump se reúnen frente a la Torre Trump en Nueva York.

Los partidarios del expresidente estadounidense Donald Trump se reúnen frente a la Torre Trump en Nueva York. / KENA BETANCUR / AFP

Irene Benedicto

Irene Benedicto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

“Lucha, lucha, lucha, lucha”, gritó Donald Trump al reemerger tras ser tiroteado. Violencia que llama a la violencia en un clima de alta tensión política que no hace más que ascender desde la campaña que le llevaría a la Casa Blanca en 2016 y que llegó a un punto irreversible con el asalto al Capitolio en el que él mismo arengó a sus masas de seguidores por perder las últimas elecciones con la intención de impedir que el presidente Joe Biden asumiera el cargo.

Estados Unidos se enfrenta al mayor y más sostenido aumento de la violencia política desde la década de 1970: desde el intento de toma del Capitolio ha habido 14 ataques políticos mortales, de los cuales 13 fueron perpetrados por un agresor con una clara inclinación de derechas, según un informe de Reuters. El pasado noviembre, con las elecciones a un año vista, se habían registrado 213 casos de violencia política en los últimos tres años, que se cobraron la vida de al menos 39 personas en el país.

El actual resurgimiento en la violencia política en EEUU toma sin embargo una forma y unos propósitos muy diferentes a los de los años 70. Los agresores eran antes tradicionalmente de la izquierda radical, arremetían contra edificios administrativos, a menudo vacíos por ser de noche o tras evacuarse con un aviso de bomba, y el objetivo era influir en la toma de decisiones políticas, no matar a personas, según la agencia. Sin embargo, después de casi cinco décadas en las que los ataques políticos se volvieron más esporádicos en el país, este auge de violencia proviene en su mayoría de la extrema derecha y va directamente contra personas con el fin de matarlas.

Atentados frustrados recientes

Si bien el último presidente disparado fue Ronald Reagan en 1981, los intentos de atentado contra políticos solo han aumentado en las últimas décadas. Entre los ataques recientes más sonados se cuentan el de la expresidenta de la Cámara de Representantes, la eterna demócrata Nancy Pelosi, cuyo marido Paul fue apaleado en su casa de San Francisco por un atacante que la buscaba a ella, hace apenas dos años. El ala más dura de los simpatizantes de Trump se ha dedicado desde su elección a intimidar a los demócratas, incluso a los de primera fila. En 2018, un ‘trumpista’ declarado afincado en Florida, identificado entonces como Cesar Sayoc, envió cartas bombas a críticos del entonces presidente, entre ellos Barack Obama, Hillary Clinton, Alexandria Ocasio-Cortez y Joe Biden. Incluso al actor Robert De Niro, abiertamente demócrata.

En este fuerte clima de polarización, la violencia se ha replicado –si bien con mucha menos frecuencia– en el otro lado del espectro político. En la bancada republicana, el líder de la mayoría republicana, Steve Scalise, estuvo a punto de morir en un tiroteo masivo en 2017 contra el equipo de béisbol del Partido Republicano a las afueras de Washington. También en el estamento judicial, el magistrado del Tribunal Supremo Brett Kavanaugh designado por Trump, fue supuestamente objetivo de asesinato por un hombre que se acercó a pocos metros de su casa en Maryland en medio de la noche.

“Habrá un baño de sangre”

A pesar de haber sido presidente, Trump se sigue presentando como alguien que viene desde fuera a arreglar un sistema político, económico y social que está roto, con una guerra declarada contra lo que él llama “políticamente correcto”, que a menudo se refiere a derechos básicos, y llamando a la violencia cuando lo ha considerado oportuno.

La escalada verbal con la entrada a la primera línea política ha sido notable: desde las declaraciones abiertamente xenófobas, racistas y machistas de su primera campaña, alimentada de datos falsos, hasta la reciente advertencia de que habría “un baño de sangre” si volviera a declararse perdedor de las elecciones de noviembre, después de que considerara como “amañados” los anteriores comicios. Esa fue la motivación del asalto al Capitolio, que se cobró la vida de cinco personas. Entre los heridos se contaron 174 agentes, cinco de los cuales se suicidaron en los siguientes meses. Un jurado imputó tres cargos penales a Trump hace justo un año. Pero tras múltiples apelaciones por parte de la defensa, el Tribunal Supremo mantiene el caso en pausa tras concederele la inmunidad parcial

A falta de que se resuelva, EEUU acarrea desde entonces un trauma colectivo, el mismo que ha llevado a la campaña de Biden a capitalizar ese miedo presentando su candidatura como la única salvación posible de la democracia, y el mismo que ha llevado a Trump a ser víctima de un ciclo de violencia que él mismo ha alimentado durante la última década.