Conflicto en Oriente Próximo

Los abortos espontáneos se multiplican por 10 en Gaza desde el inicio de la guerra

La brutal ofensiva de Israel contra el enclave palestino también ha comportado un aumento de las amputaciones entre los niños, según denuncia el personal médico gazatí

Las mujeres y niñas de Gaza, aún más vulnerables durante la guerra

Los niños de Gaza, entre el miedo a las bombas y el desconcierto: "No entienden nada"

Una mujer camina, con su hija en brazos, por las ruinas de casas destruidas durante una ofensiva israelí en Jan Yunis, el el sur de Gaza.

Una mujer camina, con su hija en brazos, por las ruinas de casas destruidas durante una ofensiva israelí en Jan Yunis, el el sur de Gaza. / HATEM KHALED / REUTERS

Andrea López-Tomàs

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Hay heridas que no cicatrizan. Dolores tan profundos que es imposible ignorar. Son traumas que, aunque sanen, no logran irse. En la Franja de Gaza, cada persona aún con vida acarrea al menos uno así. A veces se reducen a cifras pero, en otras ocasiones, es inviable. El caos, la falta de comunicaciones y, sobre todo, la violencia constante lo impiden. Pero los médicos gazatíes, aquellos que luchan contra el destino irremediable de la muerte que asola a cada habitante del enclave palestino desde hace nueve meses, tratan de denunciarlo. En la Franja de Gaza, avisan, la guerra está provocando un alarmante aumento de los abortos espontáneos entre las mujeres embarazadas. Además, entre aquellos niños que sobreviven, al menos una decena cada día pierden una extremidad. Ambos, madres y criaturas, marcados de por vida por una lesión evitable en cualquier otro lugar.

Nadie puede dar unos números oficiales. Pero sí que hay miles de historias detrás. Como a las que se enfrenta cada día en Gaza Nahed Abu Iyada, la oficial de campo del programa de salud de la organización CARE. "Estamos viendo este aumento de los abortos espontáneos debido a que los tres primeros meses de un embarazo son los más importantes y las mujeres no están pudiendo acceder a los centros médicos", explica a este diario por llamada telefónica entre mil disculpas por la mala conexión. "Ante la falta de servicios médicos, si hay cualquier problema, está fuera de su control y probablemente pierda al bebé", lamenta Abu Iyada. El personal médico gazatí lleva tiempo denunciando que cada día hasta 10 pacientes pierden a sus hijos no nacidos en el asediado enclave, en comparación con uno o dos casos antes de la guerra.

Violencia obstétrica

Todo en la Franja de Gaza es destrucción. Los pocos servicios médicos que quedan en pie están desbordados y bajo constante amenaza de ser atacados. "Estas mujeres saben que, si consiguen transporte para llegar al centro médico, tendrán que esperar bajo el sol o en la propia clínica, así que muchas prefieren no arriesgarse y no van a las revisiones médicas", reconoce la representante de CARE. "La mayoría de ellas sufren abortos espontáneos debido a problemas psicológicos, ya que llevan meses conviviendo con ataques aquí y allá a su alrededor, su salud mental no es estable y, a veces, no reciben el apoyo del marido y de la familia", explica Abu Iyada. "Muchas de las que sufren abortos espontáneos llegan al centro médico con muchas dolencias a causa de la falta de higiene", constata.

Abu Iyada es consciente de que hay muchas historias que desconoce. Que, en este mismo instante, hay mujeres a lo largo y ancho del enclave a las que la situación las fuerza a convivir con su feto muerto. Se estima que hay unas 60.000 mujeres embarazadas en Gaza. Desde hace más de nueve meses, una ofensiva militar sin tregua, la aguda desnutrición y la falta de atención sanitaria con hospitales y centros médicos siendo objetivos de los ataques las ponen en riesgo a ellas y a sus hijos nonatos. Cada día unas 180 mujeres dan a luz en circunstancias extremadamente peligrosas e inhumanas. Muchas organizaciones humanitarias denuncian la violencia obstétrica a las que las autoridades israelíes están sometiendo a estas mujeres, desprovistas de cualquier tipo de atención psicológica cuando pierden a su bebé.

Niños amputados

Pero su llegada, en medio de bombardeos, escasez y ruinas, no aporta ninguna garantía de futuro. Las madres están tan desnutridas que no pueden amamantar a sus hijos recién nacidos, por lo que los bebés mueren literalmente de hambre al no poder obtener la nutrición vital que tanto necesitan. Aquellos que –milagrosamente– sobreviven son condenados a una existencia de penurias. En la Franja de Gaza, ya es común ver a niños y bebés con muñones. Ya a principios de enero el director de Save the Children para la Palestina ocupada, Jason Lee, denunció que más de 10 niños por día, de promedio, habían perdido una o ambas piernas en Gaza desde el inicio de la agresión israelí el 7 octubre. Hace unas semanas, el jefe de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), Philippe Lazzarini, se hizo eco de estos alarmantes números.

"Debido a la situación sobre el terreno, no hemos podido obtener una cifra más actualizada que la de 1.000 niños amputados a finales de noviembre", declara Ricardo Pires, jefe de comunicación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, según sus siglas en inglés) a EL PERIÓDICO. "Está claro que es una subestimación", añade. A muy corta edad, estos menores sufren amputaciones en la mayoría de casos sin anestesia y que implican operaciones rápidas realizadas fuera de centros de salud formales. La ausencia de medicamentos paliativos agrava este desgarrador dolor infantil. Médicos y enfermeras denuncian que, en condiciones normales, estas extremidades podrían ser salvadas, pero a Gaza hace tiempo que se la ha privado de normalidad.

"El trauma en el cuerpo"

En una sola noche en Gaza, el doctor cirujano Ghassan Abu Sittah realizó seis amputaciones. Ahora, desde fuera del enclave, y ayudado por su nacionalidad británica, trata de ayudar a los niños que han logrado salir de la Franja a través del Fondo para la Infancia Ghassan Abu Sittah. "A Israel le gustaría dejar Gaza con una población discapacitada para toda la vida", denuncia su portavoz Dania Dashdali. "La crueldad y el tipo de armas que utiliza el Ejército israelí ha provocado un aumento de las amputaciones entre los niños", constata a este diario desde Beirut. Un equipo de voluntarios lleva meses intentando trasladar a los pequeños evacuados a Egipto hasta la capital libanesa que cuenta con un sistema médico experto en este tipo de lesiones. Por ahora, han podido traer a un solo niño.

A Adam aún le aterra cuando la enfermera entra en la habitación del hospital beirutí para pincharle. Con apenas cinco años, un único ataque israelí le hizo perder a su padre, sus hermanos y sus primos, y casi todo su brazo izquierdo al principio de la guerra. Su madre está herida en un hospital de Egipto. Aquí sólo tiene a su tío. "El trauma está en el cuerpo de estos niños, y decenas de miles lo están sufriendo sin ningún apoyo social a su alrededor que les haga atravesarlo sin ningún sentido de seguridad", sostiene Dashdali. El cierre del paso de Rafah, en la frontera con Egipto, a principios de mayo ha impedido que otros niños como Adam puedan abandonar el enclave y tratarse en hospitales extranjeros.

"Estos niños han perdido su inocencia, su fe en el mundo", remarca Dashdali, psicóloga especializada en el trauma. "¿Cómo podrían confiar en el mundo cuando todo el mundo está viendo cómo los amputan? Hasta nosotros mismos perdimos la esperanza, estamos desilusionados, entonces, ¿qué les dejamos a estos niños?", se pregunta. Pese a la frustración en sus palabras, siguen presionando, moviendo cielo y tierra para ayudar a más niños como Adam. Para que esas heridas logren cicatrizar, y que cicatricen bien. La magnitud de la tragedia, de los miles de bebés muertos, de los millares de niños amputados, no les impide recordar que, detrás de cada uno de esos números, hay personas, personas que merecen más.