Entender más

Carlos Lechuga: "Es duro saber que no puedo volver a mi país"

El director de cine y escritor cubano se exilió en España huyendo del ostracismo al que le sometía el régimen castrista

El nuevo exilio cubano en España

Carlos Lechuga, cineasta y escritor cubano refugiado en España

Carlos Lechuga, cineasta y escritor cubano refugiado en España / JOSÉ LUIS ROCA

Juan Fernández

Juan Fernández

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En el libro que acaba de publicar para ajustar cuentas con su memoria –'Esta es tu casa, Fidel'-, el cineasta y escritor Carlos Lechuga explica una paradoja típicamente cubana: ¿cómo es posible que el nieto de un estrecho colaborador de Castro, embajador de Cuba en la ONU en tiempos de Kennedy, acabe refugiándose en España para escapar a la tortuosa vida de creador proscrito a la que le había condenado el régimen que él tanto veneró en su adolescencia y primera juventud?

Su trayectoria da sentido a este sinsentido. Lechuga estudió cine en la prestigiosa Escuela de San Antonio de los Baños y su primer filme, 'Melaza' (2012) le llevó a conocer la historia de artistas cubanos silenciados por el régimen, como Reinaldo Arenas. "Aquel descubrimiento empezó a abrirme los ojos", recuerda. Pero fue su tercera película, 'Santa y Andrés' (2016), basada en la historia de un disidente, la que acabó marcándole la vida. 

Estrenada con éxito en los festivales de San Sebastián y Toronto, el gobierno se negó a exhibirla en la isla y a partir de entonces el cineasta se convirtió en un personaje sospechoso merecedor de permanente vigilancia policial. “Era blanco, con estudios y de familia castrista, no podían pegarme ni encarcelarme como hacían con otros, pero sí difamarme, arruinar mi carrera y hacerme la vida imposible hasta que deseara huir del país, como al final pasó. A mí el régimen cubano me fue agotando a fuego lento, hasta que no pude más”, relata.

El cineasta habla de esos años de creador disidente como de un relato de Kafka. "Yo nunca llegué a tomar el espacio público ni salí a la calle con un cartel. Mis opiniones las daba en las redes, como cualquier artista, pero eso era suficiente para que cayera sobre mí la represión más sutil y certera", explica.

Recuerda entrevistas en el ministerio de Cultura en las que le proponían "borrar mi película y publicar en prensa que Fidel es intocable, si quería librarme de tener problemas", y encuentros con emisarios del gobierno en festivales internacionales de cine, que habían viajado hasta allí para desprestigiarle. "En Cuba todos sabemos que existe la disidencia, pero la presentan envuelta en una retórica de traidores a la patria vendidos al imperialismo. El día en que eres tú el señalado como una rata de la CIA, ese día se te cae la máscara y abres los ojos", confiesa.

Carlos Lechuga, cineasta y escritor cubano exiliado en España

Carlos Lechuga, cineasta y escritor cubano exiliado en España / JOSÉ LUIS ROCA

Dos acontecimientos, uno político y otro biográfico, fueron decisivos para que acabara rindiéndose y dando el paso: las movilizaciones del 11 de julio de 2021, en las que no participó a pie de calle pero sí desde las redes, las recuerda como “el giro dramático que sacó a la luz lo que todos los cubanos sabíamos y nadie quería decir: que Cuba no tiene futuro con este régimen”.

En pocos meses, toda su red de amigos y conocidos desapareció de la isla camino del exilio. Además, en un viaje de trabajo a Barcelona conoció a la madre de su hija. “De pronto, me vi en la tesitura de elegir entre la vida, estarndo cerca de esa niña que iba a nacer, o seguir en esa muerte en vida que era permanecer en Cuba, y lo tuve claro”, recuerda.

Lechuga huyó a España en la primavera de 2022. Hoy vive de escribir guiones para otros realizadores y de vez en cuando publica artículos en la prensa. Comparte piso con dos personas más en Madrid y viaja los fines de semana a Barcelona a ver a su hija.

Añora tener 20 años, y no 41, para afrontar el reto de resetearse casi desde cero a estas alturas de su vida, pero su mayor desasosiego tiene que ver con todo lo que dejó al otro lado del Atlántico. “En España tengo amigos argentinos que regresarán a su tierra en cuanto junten unos ahorros. No es mi caso. Es duro saber que no puedo volver a mi país, y esto me obliga a vivir en una especie de limbo. Porque, aunque quiera, no puedo quitarme a Cuba de la cabeza”.