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Reino Unido: Radiografía de un país sacudido por el Brexit

Conservadores y laboristas aparcan el Brexit de la campaña

Las apuestas ilegales sobre la fecha de las elecciones sacuden al Partido Conservador

Manifestación en Londres contra el Brexit

Manifestación en Londres contra el Brexit / JUSTIN TALLIS

Lucas Font

Lucas Font

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El 23 de junio de 2016, más de 30 millones de británicos votaron en un referéndum, el del Brexit, que ha marcado durante años el devenir político, económico y social del Reino Unido. Un 52% de los votantes apostó por la salida del país de la Unión Europea, a pesar de que tanto el entonces primer ministro y líder del Partido Conservador, David Cameron, como el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, habían hecho campaña para permanecer en el club comunitario. Ocho años después, y a las puertas de unas elecciones generales que prevén una victoria histórica de los laboristas tras 14 años de gobiernos conservadores, una amplia mayoría de los británicos considera que el Brexit fue una mala decisión. 

La salida del Reino Unido del mercado único y de la unión aduanera ha tenido un impacto significativo en la economía del país, a pesar de que muchos economistas reconocen la dificultad de identificar el tamaño real de este impacto. Las predicciones de la Oficina de Responsabilidad Fiscal (OBR, en sus siglas en inglés) apuntan a que el volumen de importaciones y de exportaciones del Reino Unido desde 2016 es un 15% inferior al que tendría en caso de haber permanecido en la Unión Europea. Esta reducción del intercambio comercial, explica el organismo, supondrá una pérdida de productividad del 4% del PIB para la economía británica en un periodo de 15 años. 

El país ha logrado un mínimo crecimiento económico en el primer trimestre de este año, del 0,6% del PIB, tras caer en recesión técnica a finales de 2023. Una situación parecida a la que atraviesan otros países occidentales, debido al impacto de la pandemia y de la guerra en Ucrania, pero que en el Reino Unido se ha sentido con más fuerza. El volumen de importaciones y exportaciones sigue por debajo del registrado en 2019, una tendencia contraria a la media de los países del G7 y que la OBR atribuye a “una regulación más estricta de los flujos comerciales, la expectativa de un mayor endurecimiento de la normativa y la incertidumbre sobre la futura política comercial” entre el Reino Unido y la UE.  

El Gobierno británico ha tratado de cerrar acuerdos comerciales con terceros países desde la entrada en vigor del Acuerdo de Comercio y Cooperación (TCA, en sus siglas en inglés), que establece las relaciones actuales entre Londres y Bruselas. Pero por ahora ha tenido poco éxito. El país ha firmado dos acuerdos con Australia y con Nueva Zelanda que, según las predicciones, tendrán un impacto cercano al 0,1% del PIB, mientras que la adhesión al Acuerdo de Asociación Transpacífico (CPTPP), en el que están incluidos 11 países de la región Asia Pacífico, tampoco ayudará a compensar la reducción del PIB atribuida al Brexit. Por otro lado, las negociaciones para cerrar acuerdos más ambiciosos con Estados Unidos y con la India siguen lejos de materializarse. 

La subdirectora del centro de pensamiento e investigación ‘UK in a Changing Europe’, Sarah Hall, asegura que la situación política en el Reino Unido ha impedido captar inversiones, especialmente en el comercio de servicios. Un sector en el que el país siempre ha tenido un papel importante a nivel global y que ha cobrado un mayor protagonismo tras la pandemia, en detrimento del comercio de bienes. “La incertidumbre política en torno al Reino Unido tras el Brexit y la guerra en Ucrania, así como la certeza de que iba a haber elecciones, ha actuado como un freno a la inversión. Será muy interesante ver lo que sucede cuando haya una mayor estabilidad, probablemente, después de las elecciones generales”, explica Hall, quien no descarta un mayor acercamiento entre Londres y Bruselas ante una eventual victoria laborista y ante un escenario internacional cada vez más complejo.  

Migración y mano de obra

Además del impacto económico, el Brexit ha supuesto cambios importantes en términos migratorios y en la captación de mano de obra extranjera. La inmigración neta procedente de países de la UE (la diferencia entre el número de llegadas al Reino Unido y el número de salidas) alcanzó su máximo en los meses previos al referéndum, con 322.000 personas, según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONS, en sus siglas en inglés). Desde entonces esta cifra se ha reducido año tras año hasta alcanzar valores negativos a partir de diciembre de 2021, una tendencia que se ha mantenido hasta ahora. La salida de ciudadanos europeos se ha compensado con la llegada de trabajadores de terceros países, los cuales situaron la cifra de migración neta en máximos históricos a principios del año pasado.

El aumento en el número de llegadas de ciudadanos extranjeros ha pasado factura a los gobiernos conservadores, que han sido incapaces de cumplir con su promesa de reducir la inmigración, uno de los principales argumentos a favor del Brexit. El Gobierno del exprimer ministro Boris Johnson llegó incluso a facilitar la llegada de trabajadores de países externos a la UE tras la pandemia, con una reducción de los requisitos necesarios para obtener visados en algunos sectores, como el de la salud y los cuidados, consciente de la necesidad del país de seguir cubriendo puestos de trabajo. 

“Ha habido una cierta sustitución de los trabajadores europeos en sectores como los cuidados o la agricultura, pero sigue habiendo escasez en el área de servicios, entre ellos la hostelería, o en algunos trabajos de tipo manual”, explica Mariña Fernández-Reino, investigadora del Observatorio para la Migración de la Universidad de Oxford. Los representantes de sectores como la agricultura y los transportes han tratado de presionar al Gobierno para que facilite la llegada de unos trabajadores que, hasta que se produjo la salida efectiva del Reino Unido de la UE, procedían mayoritariamente de países del este de Europa. 

El primer ministro, Rishi Sunak, ha lanzado un plan para tratar de reincorporar al mercado laboral a millones de británicos que se encuentran inactivos, con el doble objetivo de reducir el gasto en prestaciones sociales y de dar respuesta a la escasez de mano de obra en algunos sectores. Pero existen dudas sobre la capacidad de atraer trabajadores en sectores dominados por los bajos salarios y las malas condiciones laborales. “Normalmente los trabajadores locales, incluidos los extranjeros que ya tienen residencia en el país, aspiran a otro tipo de trabajos mejor pagados, con lo que estos puestos suelen quedar vacantes”, asegura Fernández-Reino, quien señala que muchos inmigrantes utilizan el sector de los cuidados para acceder al mercado laboral y lo abandonan en cuanto consiguen una posición más asentada en el país.  

Degradación de la sanidad pública

A pesar de que los trabajadores extranjeros representan una quinta parte del total en el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) y suponen un pilar fundamental para evitar el colapso de los servicios públicos, el Gobierno de Sunak ha puesto nuevos impedimentos a la llegada de inmigrantes, entre ellos la subida del salario mínimo para obtener visados o las limitaciones a la entrada al país de familiares dependientes. Unas limitaciones que también afectan a los visados de estudiantes y que supondrán previsiblemente un descenso en el número de aplicaciones para estudiar en universidades británicas y una consiguiente pérdida de ingresos.

La falta de personal en el NHS es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la sanidad pública en el Reino Unido. El porcentaje de trabajadores asiáticos y africanos se ha duplicado desde 2016, con el objetivo de compensar el freno en la llegada de médicos y enfermeras de países europeos y la salida de miles de trabajadores debido, en parte, a la enorme carga de trabajo y al agotamiento tras la pandemia. En algunas especialidades, como los cardiólogos, anestesistas o psiquiatras, todavía no se ha encontrado una alternativa a los médicos procedentes de la UE. Según datos del propio NHS en Inglaterra, un 7,5% de los puestos de trabajo en la sanidad pública estaban vacantes en marzo de 2024.

Las dificultades para cubrir vacantes ha contribuido al aumento de las listas de espera. Más de 7,5 millones de personas en Inglaterra –más de un 10% de la población– estaban esperando un tratamiento en abril de 2024, 300.000 personas más que en enero de 2023, cuando el primer ministro lanzó su promesa de reducir esta cifra. Sunak ha atribuido el aumento a los efectos de la pandemia y a las huelgas de médicos y enfermeros, que han protestado en los últimos meses para pedir mejores condiciones laborales y subidas de salarios acordes con la inflación. El Gobierno ha conseguido resolver parte de las disputas con los sanitarios, pero todavía no ha alcanzado un acuerdo con los médicos residentes, quienes han convocado nuevos paros a pocos días de las elecciones. 

Amenaza territorial

Además de ser un factor importante –aunque no el único– de la degradación de la sanidad pública y de desencadenar un giro en el perfil de inmigrantes llegados al Reino Unido, el Brexit también ha conllevado una mayor fragmentación territorial en el país. Las negociaciones sobre el Protocolo de Irlanda –destinadas a encontrar una salida a la implementación de controles a los bienes que circulan entre el Reino Unido y la UE a través de la frontera irlandesa– elevaron la tensión entre el Gobierno de Londres y los unionistas de Irlanda del Norte, así como con los miembros del ala dura del Partido Conservador. 

Sunak consiguió resolver el rompecabezas con la firma del Acuerdo Marco de Windsor, que evita los controles al flujo de mercancías entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido y mantiene, al mismo tiempo, la frontera invisible con Irlanda. Pero los más críticos con el acuerdo sostienen que la región sigue estando sujeta a la legislación europea en muchos aspectos y han puesto en duda la plena integración en el mercado interno británico, algo que, aseguran, ha alejado a Irlanda del Norte del resto del país

Las divisiones derivadas de las tensas negociaciones por el Protocolo de Irlanda han pasado factura en términos electorales a los partidos unionistas en Irlanda del Norte y han favorecido a los republicanos del Sinn Féin –durante décadas el brazo político del IRA–, quienes lograron por primera vez la victoria en las elecciones al Parlamento regional en 2022. “El éxito del Sinn Féin no recae tanto en un surgimiento del nacionalismo sino en una fragmentación dentro del unionismo. Se ha convertido en el partido más votado porque el DUP [Partido Unionista Democrático] ha perdido representantes y votos, y los ha perdido por las dificultades a la hora de ajustarse al protocolo post-Brexit en Irlanda del Norte”, explica Katy Hayward, profesora de la Queen’s University de Belfast especializada en la cooperación transfronteriza entre las dos Irlandas.

Según una encuesta realizada por investigadores de la misma universidad, un 62% de los norirlandeses considera que el Brexit ha aumentado las posibilidades de una eventual reunificación en Irlanda, frente a un 3% que señala que es menos probable y un 21% que opina que no ha supuesto ninguna diferencia. A pesar de que los acuerdos del Viernes Santo establecen que el poder en Irlanda del Norte debe ser compartido entre republicanos y unionistas, la victoria del Sinn Féin tiene un valor simbólico sin precedentes y podría aproximar todavía más a los dos territorios en caso de que el partido gane las elecciones en la República de Irlanda, tal y como predicen las encuestas.

“El éxito del Sinn Féin en la República de Irlanda no tiene nada que ver con la reunificación, sino que reside más en la situación social del país en términos del aumento del coste de la vida y del precio de la vivienda. Pero si alcanzan el Gobierno, eso cambiará la dinámica respecto a Irlanda del Norte”, explica Hayward, quien aclara sin embargo que la decisión de convocar un referéndum no recae en el Gobierno irlandés sino en el Gobierno británico, el cual no está obligado a hacerlo si no ve signos claros de una voluntad mayoritaria de los habitantes de la región para llevarlo a cabo.

A pesar de que el futuro de Irlanda del Norte dentro del Reino Unido sigue siendo el escenario más probable, al menos a medio plazo, el Brexit ha provocado un inevitable distanciamiento entre los dos territorios, por ahora más ideológico que práctico. Un distanciamiento que se suma a las aspiraciones independentistas en Escocia y –en menor medida– en Gales, donde los partidos nacionalistas apuestan por la celebración de referéndums para decidir el futuro de los territorios dentro del Reino Unido y, eventualmente, un reingreso en la Unión Europea. 

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