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Perfil | Julian Assange, el Espartaco 'wiki'

La liberación del fundador de Wikileaks pone fin al último capítulo de una controvertida trayectoria marcada por sus desafíos al poder y las sombras de su personalidad, que no le han impedido convertirse en símbolo mundial de la libertad de información

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Caso Assange: del seísmo de WikiLeaks a las grietas en la libertad de prensa

Julian Assange llega hoy al tribunal de Saipán.

Julian Assange llega hoy al tribunal de Saipán. / EFE/EPA/SAMANTHA SALAMON

Juan Fernández

Juan Fernández

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No está claro cómo en el futuro los libros de historia (o los archivos digitales sobre el pasado, si para entonces ya no hay libros) tratarán la figura de Julian Assange, pero el australiano se ha ganado a pulso el derecho a aparecer en ellos por encima de muchos líderes políticos y sociales contemporáneos que presumen de ser grandes hacedores de nuestro presente. Por su capacidad para poner contra las cuerdas al país más poderoso del planeta al atreverse a mostrarle al mundo las pruebas de las malas artes de su ejército, su servicio secreto y su cuerpo diplomático; por su coraje al zafarse de la persecución legal a la que ese país, el todopoderoso Estados Unidos, le ha sometido durante casi una década y media; y por el poder simbólico de su nombre, convertido hoy en emblema mundial de la lucha por la libertad de información, la transparencia y contra los abusos de poder de los poderosos.

También por el extraño magnetismo que genera su figura, héroe para unos y enemigo público para otros, santo y seña en foros sobre derechos humanos y controvertido personaje que arrastra acusaciones por violación. Una personalidad arrebatadora, seductora y traviesa que te honraría invitar a casa, pero que te haría temblar en cuanto te pidiera la clave del wifi. Pocos son capaces de liarla más parda que él con una conexión a la red. 

'Hacker' de primera hora

Lo que la historia nunca dirá de él es que jugó al engaño o que no avisó a tiempo de sus intenciones y su carácter heterodoxo. Hijo de una artista y un activista antimilitarista, su apellido se lo dio el segundo marido de su madre, con la que vivió una infancia nómada por medio centenar de localidades australianas hasta que con 18 años tuvo a su primer hijo, aunque para entonces él ya había decidido cuál sería la huella que dejaría en la historia: con apenas 16 años ya era un reputado 'hacker' apodado Mendax y militaba en un grupo de piratas informáticos autodenominado 'Subversivos Internacionales'.

Estudió Física y Matemáticas, pero no necesitó terminar ninguna carrera para darse cuenta de que su mundo no eran los cálculos algebraicos sino la programación informática y su uso para 'hackear' el sistema. Con apenas 20 años fue procesado en Melbourne por piratear varias empresas y entidades australianas y en 2006 creó el portal Wikileaks para publicar la información comprometida sobre gobiernos y organizaciones que nadie se atrevía a revelar.

Desde esta plataforma, en 2010 aireó los crímenes de guerra que Estados Unidos estaba cometiendo en Irak y Afganistán así como miles de cables secretos de las embajadas norteamericanas que no dejaban en buen lugar a la primera potencia del mundo. Fue su gran bombazo, y también el comienzo de un calvario judicial que le llevó a pasar siete años recluido en la embajada de Ecuador en Londres y otros cinco en una cárcel de alta seguridad británica.

Este juego del gato y el ratón ha terminado con un reconocimiento de culpa por “espionaje”, pero a estas alturas de la película –su historia ya ha sido tratada en varios filmes y multitud de libros- él ya ha conseguido que su marchamo de adalid de la libertad de información brille más que las sombras que persiguen a su personaje. Hace 2.000 años, Espartaco también sufrió el ostracismo de todo un Imperio, pero hoy es recordado como un héroe de la liberación de los esclavos del mundo. 

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