Fuera de órbita

Progreso, represión y gorilas en Ruanda

Genocidio

El Gobierno británico acelera en su plan para deportar inmigrantes a Ruanda a pesar de las críticas de los organismos internacionales

De 'Hotel Rwanda' a 'Casa de arena y niebla'

Miles de hutus que habían huido a Zaire, son obligados a volver a Ruanda en 1996 para ser juzgados por el genocidio. 

Miles de hutus que habían huido a Zaire, son obligados a volver a Ruanda en 1996 para ser juzgados por el genocidio.  / BENOÎT GYSEMBERGH

Kim Amor

Kim Amor

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Ruanda es hoy uno de los países más estables de África a pesar de estar situado en una región en conflicto permanente. Es un ejemplo de progreso para el continente africano, pero bajo un régimen autoritario. A lo largo de su historia, la excolonia belga ha sido víctima de sangrientos enfrentamientos entre las dos etnias del país, los hutus, mayoritarios, y los tutsis. La población sabe qué es eso de huir con lo puesto y buscar refugio lejos de sus casas para sortear la muerte. Este año se ha cumplido el treinta aniversario del genocidio que llenó de cadáveres el país. Una tragedia que vale la pena recordar.

En 1994, hordas de extremistas hutus asesinaron a tiros y machetazos a más de 800.000 personas, principalmente tutsis, aunque también murieron hutus que se negaron a participar en el exterminio. La masacre, que sucedió al asesinato del entonces presidente del país, el hutu Juvénal Habyarimana, se prolongó durante cien días, mientras la comunidad internacional miraba hacia otro lado. La venganza que vino después forzó la huida de más de un millón de hutus a la vecina República Democrática del Congo (RDC). El cólera se llevó a miles de ellos en pocos días.

El trauma que arrastra la población por el genocidio es difícil de esquivar. Desde la gran tragedia, el pequeño país centroafricano, de cerca de 14 millones de habitantes, se ha aferrado a un difícil proceso de reconciliación conducido con mano de hierro por el controvertido presidente Paul Kagame, un exguerrillero tutsi líder del Frente Patriótico Ruandés (FPR), que se hizo con el poder justo después del genocidio. Ruanda es un país de silencios. Está prohibido hablar de etnias, pero en realidad todos saben quién es quién. No debe de ser fácil para víctimas y verdugos convivir durante años.

Salud y educación universales

La Ruanda de Kagame presume de ser un país ordenado, eficaz contra la corrupción y respetuoso con el medio ambiente. Está dotado de buenas infraestructuras y cobertura de internet y cuenta con un sistema de salud y educación universales, una excepción en el continente negro. Y otro dato relevante: la mitad del Gobierno son mujeres y el país encabeza la clasificación mundial de representación femenina en el Congreso con un 61,3%.

Un modelo que ha recibido todo tipo de halagos desde el exterior. El expresidente de Estados Unidos Bill Clinton dijo de Kagame que era "uno de los grandes líderes de nuestro tiempo". El primer ministro británico, Shuni Sunak, eligió el país como destino de los solicitantes de asilo que quiere deportar si es reelegido.

 Pero no todo lo que rodea la figura de Kagame son bondades. En el plano económico, a pesar de que el país crece de forma sostenida y capta importantes inversiones del exterior, cerca del 40% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y el desempleo roza el 15%. En el plano político, la disidencia es perseguida de forma implacable dentro y fuera del país. En su último informe, Human Right Whach denuncia que Ruanda es un Estado represivo que amordaza a la prensa crítica y tortura, asesina y hace desaparecer opositores.

'Hotel Ruanda'

El represaliado más mediático es Paul Rusesabagina, hoy en el exilio en EEUU, el personaje que inspiró la película 'Hotel Ruanda'. Otro de sus enemigos, Patrick Karegeya, el que fuera su jefe de los servicios secretos, murió asesinado en Sudáfrica. "Aquellos que traicionen al país pagarán un precio", dijo Kagame días después.

Desde que se convirtió en el hombre fuerte del país, el presidente ruandés ha ganado todas las elecciones con cerca de 100% de los votos. Cómo no, se espera que sea igual en las próximas, previstas para julio.

La ONU y organizaciones de derechos humanos también señalan a Kagame por su apoyo militar a un grupo guerrillero de la vecina República Democrática del Congo, acusado de cometer supuestos crímenes de guerra. Se trata del M23, formado por tutsis congoleños que opera en la región de Kivú norte. Más de un centenar de milicias armadas se disputan pedazos de este territorio que contiene 80% de las reservas mundiales de coltán, el codiciado mineral que alimenta la industria electrónica del planeta.

La RDC acusa a Kagame de "saquear" sus recursos naturales y de venderlos de contrabando al exterior, de lo que se aprovechan las multinacionales del sector tecnológico. La guerra en esta región ha generado centenares de miles de desplazados y refugiados. Un conflicto que dura años y que amenaza con extenderse aún más por la región.

Para hacer frente a los informes demoledores de las organizaciones de derechos humanos, Kagame ha optado por seguir la estela de algunos países del Golfo Pérsico. El presidente ruandés invierte grandes sumas de dinero en estrellas del deporte. Una forma de “blanquear” el régimen, denuncia la oposición. Tres grandes equipos europeos de fútbol, Arsenal -del que Kagame es un fiel seguidor-,  Bayern de Münich y París Sant Germain, lucen en una parte de sus respectivas camisetas el eslogan 'Visite Rwanda'. Un reclamo publicitario de éxito. Centenares de miles de turistas visitan cada año el conocido como país de las mil colinas, cuya principal atracción para los foráneos son los gorilas de montaña. 

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