Extrema derecha

Alice Weidel, la inclasificable líder de la ultraderecha alemana

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La colíder de Alternativa para Alemania (AfD) Alice Weidel, durante una rueda de prensa en Berlín.

La colíder de Alternativa para Alemania (AfD) Alice Weidel, durante una rueda de prensa en Berlín. / MICHELE TANTUSSI / AFP

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

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Alice Weidel, de 45 años y líder de Alternativa para Alemania (AfD), vive abiertamente su homosexualidad y forma pareja con la productora suiza originaria de Sri Lanka Sarah Bossard, con dos hijos en común. Fue analista financiera de Goldman Sachs, pasó varios años en China y actualmente reside entre Suiza y el adinerado sur de Alemania, a orillas del espléndido lago Constanza. El perfil de Weidel parece un cóctel de datos contraindicados con su posición de líder de AfD, el partido más tóxico de la familia ultraderechista europea. En la AfD conviven racismo y homofobia, está vinculado al neonazismo, a movimientos identitarios y dominado por los autoproclamados "patriotas".

Comparte la jefatura de la formación con Tino Chrupalla, crecido en el este alemán y amigo de subirse a la palestra en los mítines con su mono de chapista de automóviles, su profesión de origen. Forman un dúo aparentemente desigual; ella transmite aires de competencia en la jungla financiera global y él, de cercanía.

En lo físico, Weidel respondería perfectamente al ideal "ario": rubia, de ojos azules y esbelta. En su currículum se mezclan componentes identificables como propios de una sociedad abierta actual. No solo no le importa reconocerse como lesbiana, sino que suele usarlo en los mítines para explicitar los peligros a los que se expone una familia como la suya ante la "invasión descontrolada de asilados" que, a su parecer, atentan contra personas como ella.

Líder atrincherada

La pregunta de quién es Weidel, una mujer de negocios o una populista radical, la persigue desde que en 2017 empezó a escalar posiciones en la AfD. El partido llevaba entonces apenas cuatro años en activo, desde que lo fundaran euroescépticos descontentos con los rescates a los países del sur. Varios de ellos abandonaron sus filas con su viraje hacia el racismo xenófobo, durante la crisis migratoria del 2015. La entonces canciller Angela Merkel mantuvo sus fronteras abiertas cuando otros las cerraban, lo que llevó a Alemania ese año a un millón de solicitantes de asilo. 2017 fue el año mágico para AfD, que se convirtió en el primer partido de extrema derecha con escaños en el Bundestag, el parlamento federal alemán.

La lista de figuras que dejaron la AfD es larga, desde el fundador Bernd Lucke a la fugaz presidenta Frauke Petry. Han sido varias las oleadas de abandonos, la más reciente en 2022, la de otro presidente dicho moderado, Jörg Meuthen, que acabó arrinconado.

Weidel no secundó ninguno de esos abandonos, sino que se ha atrincherado como líder mientras crecen a su alrededor cabecillas cercanos al neonazismo o el revisionismo histórico, como el líder de Turingia Björn Höcke. Weidel formó tandem como líder en el Bundestag con el veterano Alexander Gauland hasta consolidarse como una de las voces más agresivas del hemiciclo. Se espera que reclame para sí el puesto de candidata a la cancillería en las elecciones generales de 2025.

Escándalos

Acumula unos cuantos escándalos. Desde donaciones al partido procedentes de Rusia a través de Suiza a varios viajes de pleitesía a Moscú. El más reciente fue la participación de un asesor suyo en la reunión de Potsdam de neonazis e identitarios donde se propuso la expulsión de millones de ciudadanos de origen extranjero.

A sus propios problemas se suman los procedentes de su cabeza de lista en las europeas, el inefable eurodiputado Maximilian Krah, bajo sospecha de servir a China o a Rusia y que además ha blanqueado públicamente a las SS hitlerianas.

La francesa Marine Le Pen y el italiano Matteo Salvini han expulsado a la AfD de su grupo parlamentario en la Eurocámara. El de Weidel es un partido proscrito, descartado como socio a escala europea y alemana. Todo esto puede cambiar según sus resultados en las urnas. Hoy por hoy, defiende su segunda posición en intención de voto o incluso primero en el este de Alemania. En el parlamentarismo, de proscrito a Königmacher —“hacedor de reyes", en alemán— puede haber un paso.