Guerra en Oriente Próximo

“Es un negocio repugnante”: la empresa egipcia cercana a Al Sisi que se está lucrando con la desesperación de Gaza

El gabinete de guerra de Israel aprueba la invasión de Rafah, de la que han huido ya 100.000 palestinos

Desplazados palestinos en Rafah, la localidad del sur de Gaza invadida por las tropas israelíes.

Desplazados palestinos en Rafah, la localidad del sur de Gaza invadida por las tropas israelíes. / AFP

Ricardo Mir de Francia

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Cuando empezaron a arreciar las noticias de que Israel se disponía a invadir Rafah, Salma entendió que la suerte estaba echada. Sus padres y su hermano adolescente llevaban casi tres meses viviendo en una tienda de campaña en el sur de Gaza sin apenas comida, agua o medicinas. Ni la insulina de su madre ni el tratamiento para la afección cardiaca de su padre. “La situación en Rafah es tan difícil que a veces pasaba 10 días sin poder hablar con ellos”, cuenta Salma desde Barcelona, donde estudia un doctorado y trabaja en una empresa tecnológica. “No hacía más que preguntarme si los habrían matado o habrían muerto por la falta de medicinas”. Decidida a sacarlos de la Franja como fuera, contactó con la embajada española, pero no funcionó. Tendría que pasar por el aro para salvarles la vida: pagar los 21.000 dólares que le pidió la empresa egipcia que tiene las llaves de la frontera.

Escapar de la muerte en Gaza tiene un precio. Un precio desorbitado que pocos palestinos pueden pagar tras 17 años de bloqueo israelí y una guerra genocida que ha destruido lo que quedaba de la economía en el enclave. Salma tuvo suerte y consiguió un préstamo bancario para sacar a sus padres y a su hermano. Otros malvenden el coche, la casa o el oro del ajuar. Muchos recurren a las webs de crowdfunding en busca de solidaridad anónima para pagar las tarifas de la llamada “coordinación especial” que ofrece Hala Consulting and Tourism, la compañía egipcia estrechamente vinculada al régimen de Abdelfatá Al Sisi que tramita las salidas de Gaza desde el 7 de octubre. “En lugar de ayudar a la gente, se están aprovechando de su sufrimiento para hacer negocio”, dice Salma. “No hay otra alternativa: o pagas o no sales”. (Los nombres de los palestinos en este reportaje han sido modificados para protegerles de posibles represalias, dado que siguen teniendo familiares en Gaza).

Salir de la Franja nunca ha sido fácil en las últimas dos décadas. Un privilegio para unos pocos previo cumplimiento de ciertos criterios. De ahí que políticos como el británico David Cameron la describieran como “una cárcel al aire libre”. Antes del 7 de octubre existía la vía israelí, ahora cerrada, y la egipcia. Esta última con dos modalidades. Una oficial, con permisos que tardaban semanas o meses en llegar para aquellos con visado para terceros países, estudiantes, empresarios o pacientes. Y luego la vía oficiosa, conocida como “coordinación especial” a través de varias ‘agencias de viaje’ como Hala. “Esta vía, que es básicamente un soborno, la utilizaban aquellos que no cumplían con los criterios egipcios o que necesitaban acelerar la obtención del permiso”, asegura Miriam Murmur, directora de comunicación de la oenegé israelí Gisha, especializada en las restricciones de movimiento que enfrentan los palestinos.

Precios fluctuantes de miles de dólares

Desde el 7 de octubre todo se ha vuelto todavía más difícil. Técnicamente solo pueden salir a través de la frontera de Rafah los palestinos con pasaporte extranjero y algunos heridos y pacientes, lo que ha hecho que centenares de gazatíes recurran a la vía oficiosa para huir de la ratonera de Gaza. Pero los precios se han multiplicado, al tiempo que Hala se convertía en la única agencia a cargo del negocio. Si antes de la guerra se pagaban entre 300 y 800 dólares por persona, según varias fuentes, ahora las tarifas oscilan entre los 4.000 y 10.000 dólares. Para los menores rondan los 2.500. “Solo aceptan dólares en billetes de 100 porque la libra egipcia se ha desplomado”, asegura Abu Adam, un gazatí afincado en Barcelona que pagó 5.000 dólares por sacar a su hermano hace unas semanas.

Las oficias de Hala están en Nasr City, un suburbio de El Cairo, en la sede central del Grupo Organi, al que pertenece la compañía. Lugar ahora de peregrinación obligatoria para aquellos que quieren salvar a los suyos. Abu Adam envió hasta allí a un amigo suyo residente en Egipto. Pagó la tarifa y 10 días después apareció el nombre de su hermano en las listas de Hala que se publican en varias redes sociales. “Es pura extorsión, pero no había otra alternativa. La embajada filipina había sacado a su esposa y sus hijos y mi hermano no quería dejarlos solos”, dice desde un restaurante de la ciudad condal.

El magnate detrás del negocio

El Grupo Organi, al que pertenece Hala, es propiedad de Ibrahim al-Organi, el líder de una de las tribus más poderosas en el desierto del Sinaí y uno de los magnates que más ha medrado desde que el general Al Sisi tomara las riendas de Egipto con un golpe militar en 2013. Hoy su imperio empresarial abarca desde la construcción, a las canteras mineras, el turismo, los servicios o la seguridad privada. Negocios que, en algunos casos, son ‘joint-ventures’ con el Ejército y la inteligencia egipcia --los dos estamentos que se reparten el control del país y una parte significativa de su economía--, como él mismo reconoció en una entrevista en 2014.

Pero no siempre fue así. Al-Organi empezó como su carrera como contrabandista entre el Sinaí, Gaza e Israel, según The Middle East Eye. Y a finales de la primer década del milenio pasó dos años en prisión tras ordenar el secuestro de varios policías egipcios en represalia por el asesinato de su hermano. Su suerte empezó a cambiar al salir de la cárcel, donde fue torturado, según su propio testimonio. Durante la siguiente década Al-Organi se convertiría uno de los fundadores de la llamada Unión de Tribus del Sinaí, una milicia paramilitar aliada del ejército egipcio en la lucha contra el yihadismo en el desierto del mismo nombre.

Hoy está considerado uno de los hombres más cercanos al presidente Al Sisi y a su hijo Mahmoud, con quien mantiene una estrecha amistad, según varias fuentes. No en vano está construyendo una nueva ciudad en el Sinaí, no muy lejos de Gaza, llamada Sisi City, en honor del presidente, el mismo al que Joe Biden llamó en su día “el dictador favorito de Trump”. Organi también es el principal patrocinador del Al Ahly, uno de los clubes de fútbol más populares del país, y tiene los derechos de los concesionarios oficiales de BMW en Egipto.

Todo eso ha hecho que existan sospechas fundadas de que la fortuna que Hala está ganando con la miseria de los palestinos de Gaza no sean más que una operación conjunta con los cuerpos de seguridad egipcios y sus altas instancias. De acuerdo con los cálculos de 'Middle East Eye', la compañía se estaría embolsando unos 2 millones de dólares al día desde que comenzó la guerra hace siete meses. “El gobierno egipcio se está lucrando de la desesperación de los palestinos que quieren huir de la guerra. Es un negocio repugnante”, dice el diplomático latinoamericano. De momento parece haberse detenido temporalmente. Desde que Israel lanzara hace unos días la invasión de Rafah, la actividad en la frontera se ha detenido. Ni siquiera entran ya camiones con ayuda humanitaria.

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