Conflicto en Oriente Próximo
Israel multiplica la destrucción de los medios de vida en Gaza atacando su flota pesquera
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa ahora principalmente de las guerras de Gaza y Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
Antes de que comenzara esta última guerra, el Ejército israelí fijaba un límite de millas náuticas en las que podían operar los pescadores de Gaza. Ese puñado de millas dejaba tan poco margen de maniobra que el litoral de la Franja está básicamente esquilmado, lo que llevaba a veces a los pescadores a traspasar las lindes en busca de atún, caballa o sardina. Cada vez que lo hacían --y a veces, antes de traspasar el límite-- la Armada israelí les disparaba. Disparos de aviso o fuego real, antes de confiscar sus botes como castigo. Esa política ha dado paso ahora a la destrucción de la flotilla pesquera de Gaza. El ejército israelí ha reducido a cenizas todos los barcos amarrados en el puerto de la capital, privando de su medio de vida a centenares de familias y agudizando el riesgo de hambruna que empieza a planear sobre los más de dos millones de habitantes del enclave.
La ofensiva de Israel no deja de traspasar nuevos umbrales. En los últimos días parece evidente la intención de destruir los últimos medios que hacen posible la vida en el torturado enclave. Particularmente en el norte y la capital, la zona que el Estado judío ha ordenado evacuar y que sus tropas controlan ya parcialmente. No solo se ha destruido la flota amarrada en el puerto de Ciudad de Gaza. También se están atacando paneles solares, decenas de panaderías, estaciones de agua como la que abastecía el vapuleado campo de refugiados de Jabalia y todas las universidades. La última que quedaba en pie fue volada aparentemente con explosivos el sábado. Y no era un bastión de Hamás, como la Universidad Islámica, sino de sus rivales de Al Fatah, la misma corriente palestina que gobierna en Cisjordania y que sigue abogando por la vía política para resolver el conflicto con Israel.
Después de casi un mes de sitio, una de las primeras medidas que Israel impuso tras el devastador ataque de Hamás en su territorio, no queda agua potable y el pan cada día más difícil de encontrar. El tiempo de espera en las colas ronda entre las cuatro y las seis horas, según informa la UNRWA. Colas a la intemperie, con el riesgo que implica de ser alcanzado por unos bombardeos que no cesan. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU ha advertido este domingo que “no hay suficiente comida” en Gaza, un día después de que su Cámara de Comercio, un organismo independiente, afirmara que en 24 horas podría acabarse prácticamente la comida de las tiendas y los productos frescos, probablemente afectados por los bombardeos o como mínimo difíciles de recolectar y transportar en medio de la lluvia de fuego y la ausencia de combustible.
Ataque sobre el campo de refugiados de Al Maghazi
Uno de esos bombardeos se cebó este domingo con el campo de refugiados de Al Maghazi, situado al sur de la capital, en la zona teóricamente segura y alejada del área de evacuación ordenada por Israel. Las cifras más conservadoras hablan de 31 muertos, entre los que habría de nuevo muchos niños. Hasta la fecha han sido vapuleados más de 4.800 menores, según el ministerio de Salud de Gaza, mientras el número de víctimas totales se acerca a los 10.000. A lo que hay que añadirle un problema añadido. La mitad de los hospitales han echado ya el cierre por la falta de combustible o por los recurrentes bombardeos en su periferia. Uno de los médicos del hospital Al Shifa, el más importante de la Franja, ha dicho que al menos 100 personas morirán en las próximas horas si no llega combustible, necesario para generar electricidad y mantener el funcionamiento de los bancos de sangre, la respiración asistida y muchos equipos médicos.
Blinken en Ramala
El rápido deterioro de las condiciones de vida no parece tener pausa ni remisión ante la pasividad internacional. El secretario de Estado de Estado Unidos, Antony Blinken, ha visitado este domingo al presidente palestino, Mahmud Abás, en Ramala, una reunión que ha durado menos de una hora. Allí Blinken ha repetido su compromiso para aumentar la ayuda humanitaria que está entrando a cuenta gotas desde la frontera egipcia, al tiempo que habría transmitido el rechazo de Washington a que la población de la Franja sea forzosamente transferida Egipto, uno de los planes que maneja en Ejecutivo israelí.
Lo que no ha pedido Blinken es el alto el fuego que este fin semana han reclamado cientos de miles de personas en un sinfín de manifestaciones multitudinarias en todo el mundo. Israel no quiere hablar de ello y, de momento, Estados Unidos, sigue parándole los golpes de la creciente presión internacional.
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